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Pareja extraña

Los dos se adoraban, vivían juntos desde hacía muchos años. Todo lo compartían, la cama, los alimentos, los viajes y los paseos. Bastaba con que se miraran a los ojos para saber cuál era su deseo en esos momentos. Ambos se conocieron en 2011. Fue Baptiste Giabiconi quien le pidió a su amigo Karl Lagerfeld que por favor cuidara de su gatita mientras tomaba sus vacaciones de navidad. Entonces Choupette tenía tres meses. A su regreso, Giabiconi lo primero que hizo fue ir a buscarla a casa de Lagerfeld. «Olvídate de tu gatita; ha surgido un gran amor entre los dos», le dijo Karl. El mismo que ha hecho que el gran diseñador alemán, director artístico de la casa Chanel desde 1983, muerto a los 85 años, le dejara toda, toda, toda, su fortuna, incluyendo las casas y los departamentos de París, a su bien amada Choupette, su «princesa», como la llamaba, acostumbrada a viajar por todo el mundo en el jet de su amo. Ahora la gatita de angora, blanca como la nieve y de ojos azules, se ha convertido en el felino más rico del mundo. Antes de que heredara, la gatita, que tiene dos damas de compañía y un guarura, ya tenía 100 mil seguidores en su cuenta de Instagram.

Karl Lagerfeld nació en el norte de Hamburgo, en medio de una familia rica y muy burguesa, en 1933. Su padre, de origen sueco, hablaba 9 idiomas y fue quien introdujera en Europa la leche condensada. La familia Lagerfeld prácticamente no sufrió los embates de la guerra, tampoco padeció la falta de dinero o de alimentación. La señora Lagerfeld, una gran violinista, era una mujer estricta y rígida, que quería lo mejor para su único hijo. Lo obligaba a aprenderse de memoria una página del diccionario todos los días. Desde que Karl era muy pequeño era dueño de mucho carácter pero sobre todo de un enorme sentimiento de superioridad, de allí que odiara a sus compañeros de clase. «Cuando sea grande voy a ser un personaje muy famoso», les decía. A los cinco años ordena a su valet personal que lo lleve a comprar una pintura que vio en una vitrina de una tienda de antigüedades. Suele cenar en el castillo de los Sans Souci y comienza a apreciar la forma de vestir de las mujeres de sociedad.

Desde muy joven, Karl Lagerfeld siempre fue un hombre muy ermitaño y solitario. Hablaba cuatro idiomas con una rapidez sorprendente y con un fuerte acento alemán, lo cual hacía muy difícil su comprensión. No le gustaba comer mucho, nada más cenaba sushi y su eterna Coca Cola, light. En 1971, Karl Lagerfeld conoce al amor de su vida, Jacques de Bascher, un joven muy bien parecido, educado, refinado y conocido por sus costumbres perversas. Su relación sentimental (nunca hicieron el amor ni vivieron juntos) duró 18 años. Cuando murió De Bascher, Karl Lagerfeld sintió que se le venía el mundo encima. Si no hubiera sido por el amor y la compañía desinteresada de Choupette, hubiera terminado sumido en depresiones muy semejantes a las de su gran amigo Yves Saint Laurent a quien conociera desde muy joven, antes de que ambos se convirtieran en los dos más grandes diseñadores del mundo. No obstante Karl nunca fumó, ni bebió y menos acostumbraba a ingerir drogas.

Karl Lagerfeld, quien nunca votara ni le interesara la política, no era de izquierda, ni de derecha, detestaba pagar impuestos y odiaba a Angela Merkel. No la quería porque estaba en contra de los inmigrantes. «No se puede matar a millones de judíos para luego hacer venir a millones de árabes, sus peores enemigos». Hay que decir que tampoco se sentía muy bien en Alemania. Él era feliz en su casa, muy cerca de donde vivía Coco Chanel, con su gatita, pero sobre todo, con sus libros. Karl era un lector voraz, llegaba a leer hasta dos libros por semana y era dueño de una gran biblioteca con colección de libros de historia y literatura. «Hasta en el avión me siento en casa. En el único lugar en donde soy como un extranjero es en mi país natal. Nunca voté en mi vida porque fui educado en el culto por Alemania antes de 1933». Desde entonces vivió decepcionado.

Con la muerte de quien relanzara la casa Chanel y la marca Fendi, Francia está de luto. Ya no se verá por las calles de Saint Germain a Karl Otto Lagerfeld, el hombre sin edad, el gran modista y fotógrafo, con sus eternos lentes oscuros, con su pelo blanco empolvado con el shampoo seco, con su cola de caballo, su camisa impecable de cuello duro, su traje oscuro, su moño negro y los dedos de la mano llenos de anillos.

A quien habría que darle el pésame es a su viuda, Choupette, la gatita más rica del mundo.

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