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Para leer

La interrogación incesante (Entrevistas 1996-2012) de Mercedes Roffé

MaquetaciónEn esta compilación de sus entrevistas, publicada en Madrid por la editorial Amargord, la autora argentina radicada en Nueva York Mercedes Roffé, nos presenta un espectro amplio de temas, acercamientos y meditaciones, no solo en torno a su obra, sino a la literatura en un sentido amplio, acudiendo al recuerdo, la anécdota y al diario personal. Y si el diario revela al autor desde el espejo íntimo de la escritura, no es menos cierto que la entrevista refleja el recorrido vital que la originó, mediante un intercambio con el otro, donde los pormenores del diálogo posibilitan la fluidez de las ideas… o no, dependiendo de la dinámica que se establezca entre entrevistador y entrevistado.

La selección aquí incluida, a cargo de Edwin M. Lamboy, pule escollos, elimina repeticiones y articula un discurso variado y sugerente, donde Mercedes Roffé reflexiona sobre su obra, dentro del contexto amplio de la poesía de habla hispana y en traducción. El género le permite también a la autora establecer conjunciones con escritores afines, acontecimientos políticos, eventos históricos y experiencias personales desde una posición que, tal cual indica Osvaldo Aguirre en el prólogo, “puede resultar desconcertante desde la convención periodística (pues) cuando se le pide una respuesta, puede devolver la pregunta, ampliada, relacionada con otros interrogantes”.

Pero es, justamente, de ese forcejeo entre los hablantes de donde surgen las conversaciones más fecundas. Las que se consignan en estas páginas acuden al ensayo, la autobiografía y el poema mismo, incluido como parte integral del intercambio, generando un collage de impresiones o un tapiz de imágenes dables de sedimentar la poética de Roffé, aunque sin pontificar o sentar cátedra. Ello permite que el libro llegue a un público amplio y especializado a la vez, pues las coordenadas de cada plática son inclusivas pero de registro profundo y dilatado, a fin de que quienes no estén familiarizados con el devenir de la autora encuentren, igualmente, un lugar en la mesa por ella dispuesta para el festín de la palabra.

“Ante ciertas necedades, ante ciertos autoritarismos, creo que lo mejor es siempre abrir otras puertas, ampliar el horizonte, desasfixiarse…” (158), apunta Roffé, buscando que la escritura tienda puentes en vez de cortarlos. Desafía así el exclusivismo y la exclusión propios del academicismo pues sabe, al decir de Lezama Lima, “que todo va hacia la imagen”. Por eso en los textos, el pensamiento en torno a ellos y lo que le sugiere escribir, la autora aboga por la curiosidad, el estar alerta pero en silencio para que, de la contemplación, el sentido de cada imagen cobre cuerpo y el poema estalle como deslumbramiento fugaz del instante. “Todo ha de procurarse sin palabras/ Todo ha de exigirse/ en silencio”, profundiza también en Cámara baja, al tiempo que ilumina los versos con esa “luz agregada” (157), imprescindible para hacer de cada vocablo celebración en el lenguaje.

La trayectoria personal y profesional de Roffé, consignada en las entrevistas, igualmente se nutre de esa celebración, desde la palabra incorporada por el entrevistador al intercambio. El tono, densidad, perspicacia y sutileza con que cada pregunta aborda un aspecto de su acontecer entre países, proyectos, afectos y complicidades, le brinda al lector la posibilidad de familiarizarse con facetas poco conocidas de la escritora. Algo fundamental al momento de acercarse a los libros, pues meditar sobre ellos es siempre una manera de avivar el interés en quien los ojea, buscando nexos con su particular manera de estar en el mundo. Esta operación se vuelve mucho más tentadora, si quien moviliza el discurso tiene una visión abierta y universalista, no solo del espacio que ocupa en el canon literario, sino de la percepción que los otros tienen de su lugar en él.

Del mismo modo en que los poemas “no aceptan la reducción a un tema” (234), los caminos por donde Mercedes Roffé circula para hacerlos resplandor también son múltiples. Entre ellos, la traducción es uno de los más recurrentes en su imaginario, tanto al momento de transcribir el trabajo de otros como de abocarse al personal, incluso antes de traducirlo propiamente. “[N]o solo me interesa traducir sino la traducción como materia poética. No teoría de la traducción, a la que me he dedicado muy poco. Sino la conciencia de un traslado, del eco de una lengua en otra” (109). Y esta resonancia lingüística permea su labor como poeta, traductora y editora, de las cuales La interrogación incesante se hace también depositario, en tanto va alumbrando cada una desde las reflexiones de su hacedora. Por eso al hablar sobre el lugar que la poesía norteamericana, francesa o japonesa tiene en el corpus personal, no puede dejar de ahondar en las repercusiones que dichas poéticas tienen para nuestra contemporaneidad, universalizando los contenidos aunque sin dejar de hacerlos accesibles a quienes no se han dedicado a su estudio per se.

De tal transparencia se beneficia un lector atento e interesado por observar el modo como Roffé, en tanto va dialogando, asocia su poética a la tradición oriental y occidental, pero sin forzar su entrada ni cincelar en ella un lugar inamovible. Las digresiones, rodeos, incisos e interrogantes lanzados a quien interroga, dinamizan el discurso y agilizan el saber, a fin de que el resultado último del encuentro, entre ella y su interlocutor, universalice los contenidos y guíe, a quien se ubica del otro lado del texto, por el universo literario y las directrices del pensamiento de la escritora. Ello, sin distanciarse de una agudeza y sentido crítico hacia sí misma y la época que le ha tocado vivir, y sin dejar a un lado el humor, la ironía y el asombro necesarios para desarrollar una obra singular, de la cual estas entrevistas son la coda idónea para volver a ella y releerla.

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