La otra Penélope. Antología de mujeres escritoras de la lengua española de Brigidina Gentile
Esta antología de Brigidina Gentile, publicada en Sevilla por ArCiBel Editores, reúne una serie de textos de autoras y autores de España e Hispanoamérica, que trabajan el tema de lo femenino, viajando a través del periplo vital de la Penélope mítica. Consta de un prólogo donde la compiladora hila una reflexión acerca de sus “viajes con Penélope”, a lo largo de varios años de investigación en torno a la escritura de género. Además, una selección de poemas y cuentos de los escritores, y las fichas bio-bibliográficas en que cada uno escribe un perfil personal donde, junto con los libros publicados, incluye sus apreciaciones acerca de su propia obra.
La virtud de esta muestra reside en lo ingenioso de agrupar los textos, no por temas generales, países o cronologías, como suele suceder con las antologías, sino en torno a un mito y a partir de él escribir o dejarse escribir a fin de rescatarlo, revisitarlo o subvertirlo para replantear el lugar de lo femenino dentro del canon contemporáneo. La escogencia de las autoras responde así al interés de Gentile por desmadejar la trama que la mujer, en la espera del guerrero, teje y desteje mientras trenza y destrenza los pormenores del imaginario que le ha sido asignado a su sexo. Otra característica del libro, es la de aunar en un mismo espacio a escritores de España, Hispanoamérica y Estados Unidos en vez de separar, como igualmente ocurre con muchas de estas antologías, el trabajo literario que se hace a ambos lados del Atlántico.
Esta versión española del texto de Gentile, publicado originalmente en italiano, quiere igualmente darle voz al viaje interior de Penélope, privilegiando la voz que se articula a la sombra del “héroe de piñón fijo” de Fernando Savater, que aquí pasa a un segundo plano o se convierte en espectador de los gestos y gestas de la amada, más domésticos pero no por ello menos heroicos.
En la introducción, Gentile relata con humor su odisea particular en busca de poetas y narradoras, y sus propios trabajos para incorporar el mito al caudal de obstáculos que los dioses han interpuesto entre ella, los otros y lo otro; ya sea distancia, desamor, enfermedad o expectativas truncadas. De todo ello, la compiladora extrae la fuerza para armar ese tejido íntimo que constituye el sustrato del vivir, imbricando en su trama la cotidianeidad de afectos, memorias y geografías, en lo que ella denomina “la dimensión temporal de la espera”, y no es sino el tiempo vivido, perdido y recobrado. En palabras de la Penélope de la venezolana Alicia Torres, no incluida aquí: “El tiempo/ animal sigiloso/ no propiciable con sangre/ ni con la fruta más amarga/ marca con su cola el paso/ de todas las ausencias/ dejando en el aire un silbido de aire seco/ y tú te fatigas tratando de aplacarlo/ (…) arrojándole la tela maltejida de la espera”.
El puertorriqueño Alfredo Villanueva, también incluido con dos de sus poemas en el apéndice, ataja en el prólogo tal lienzo y lo interviene, hilando con gusto la nutrida red de referencias alrededor de Odiseo y Penélope. Seguidamente, pasa revista a las escritoras e incorpora su anecdotario particular con respecto a algunas de ellas, con lo cual la erudición del texto se enriquece con la biografía de su hacedor.
Como toda antología, La otra Penélope responde a los intereses y afinidades de quien compila, y Brigidina Gentile dejó en parte a la investigación, en parte al azar, en parte a la espera esa labor, tirando del hilo a medida que fue descubriendo y contactando a las protagonistas para incorporarlas luego a la filigrana de su encaje. Críticos, poetas, profesores y amigos contribuyeron lanzándole pistas, seguidas aquí con sensibilidad e inteligencia, hasta acabar embastando un gran vestido donde lo interesante son las costuras por donde la tela puede rasgarse Y en tanto seguimos ese proceso de hilado, emergen para un lector atento los motivos, sentidos y opciones subyacentes en el reverso de los textos; ello facilitado con la lectura de las presentaciones donde, más que consignar unas señas de identidad, sus hacedores escribieron mayoritariamente textos autobiográficos, destacando la importancia del mito en su particular manera de comprender el mundo y el lugar del hombre en el imaginario femenino, ya fuera propio o prestado.
Se disparan así los versos de la nicaragüense Claribel Alegría, quien traspone las hazañas bélicas de Ulises a las de su propia tierra donde “por esa guerra loca/ han perdido la vida/ nuestros mejores hombres” (65), mientras las mujeres aguantan y aguardan entre las ruinas de la casa conyugal vuelta prisión más que refugio. Igualmente, los de la española Francisca Aguirre, quien extrae de la lucha cotidiana con su yo el impulso para sobreponerse a los desgarrones, las traiciones y las pérdidas que amarran a la mujer al alféizar de la ventana y a la esclavitud de los fogones. La guatemalteca Aída Toledo propone más bien una Penélope desafiante, tanto ante su búsqueda activa del placer como en su capacidad para decidir cuándo y con quién irse. Mientras que la dominicana Miriam Ventura, asocia el discurrir de la heroína clásica al de la Penélope contemporánea, a caballo entre dos islas: “—Penélope: Calla, te digo, ya sabes que te quiero, pero la noche estaba heavy./ La policía se tiró calle al medio/ dejó a todos sordos con su sirena/ (…) Cuando intenté un salve “llenaeres” de gracia/ los bodegueros del Alto Manhattan regaron de sal/ los campos santos” (92-93).
Si, como apunta Vivian Sobchack, el temor masculino proviene del poder de la mujer sobre el hombre en lo que a la satisfacción del deseo respecta, no es de extrañar que varias de las narradoras incluidas hayan utilizado la negativa de Penélope a decidir y entregarse, para subrayar el caudal de humores y amores esgrimidos por lo femenino en el proceso de escoger al otro. Este es el caso de la española Lourdes Ortiz, quien enmadeja a una protagonista aparentemente sumisa, pero que haciendo alarde del heroísmo de la debilidad “se retira llevándose a la alcoba el roce de esos dedos que por un instante…” (114), a fin de devolverle a su sexo la pertenencia sobre el propio cuerpo. La costarricense Rima de Vallbona también se hace eco de la potestad femenina para seleccionar, tras una vida de sometimientos y callada aceptación de los abusos del cónyugue. “Hoy quiero anunciarles que me declaro libre del yugo del matrimonio, libre para disponer de mi tiempo como me dé la gana” (157), dice, mientras teje las prendas puestas a labrarle el camino de la emancipación y recuperación del placer robado. De manera similar, la puertorriqueña Tere Marichal Lugo borda un monólogo teatral donde se deshilacha la violencia masculina, para que de tanta intemperie emerja una Penélope “combativa, astuta, decidida” (159) entre cuyas madejas, definitivamente, no la encontrará Ulises cuando vuelva del trabajo.
Los textos de Villanueva, aportan a estas páginas el discurso del hombre “desde la mujer que lleva dentro”, aunándose a las voces masculinas puesta a abocarse a lo femenino no para denigrarlo sino para celebrarlo, como han sido, por ejemplo, en el ámbito hispanoamericano, las de Manuel Puig, Severo Sarduy, Evelio Rosero Diago, César Aira y Pedro Lemebel, entre otros. Y que ya Hélène Cixous había distinguido en su propio contexto, cuando apuntaba que las únicas inscripciones de lo femenino válidas de resaltar en Francia eran las de Colette, Marguerite Duras y… Jean Genet.
Villanueva, desde Penélope, universaliza la voz del placer corporal —lo que Gayatri Spivak distingue como el lugar del “cuerpo, libre en sus vínculos con el mundo o sin lugar alguno”— para brindarnos una heroína que no le teme al deseo sino lo busca abiertamente, pues en esa exploración es donde reside su salvación y, más naturalmente, su condena: “voz de/ de rehacer/ de rehacerlo/ de rehacértelo/ de rehacérmelo/ Ganas/ de quehacer/ de quehacerlo/ de quehacértelo/ de quehacérmelo” (223), y que de tal correspondencia surja el poema como tatuaje impreso sobre la piel o el lienzo.
El conjunto de marcas cosidas entonces en la antología de Gentile, desde su particular manera de acercarse a las mujeres de la Ítaca mítica, en correspondencia o no con los héroes y los dioses clásicos, quiere explorar, ultimadamente, el sitio que lo femenino ocupa hoy en nosotros dentro y fuera de lo propiamente literario; un deseo ya de por sí revolucionario a la vista de la violencia, vejaciones y abusos que la mujer sigue padeciendo a manos del otro. Es por ello que La otra Penélope cobra, en los textos de sus protagonistas, carácter de urgencia, pues no hay nada tan sugerente para el poder masculino como intentar silenciar lo femenino que, pese a incontables horrores, sigue renaciendo libre cada día a fin de empinarse por encima de todas las miserias y transformar tanta ceniza en canto.