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País de ratas

Dice Alejandro Velasco Said, autor del libro Ratas y Ratones de la Ciudad de México, que en la capital de nuestro país la proporción por habitante es de diez a una, es decir que 100 millones de ratas viven con nosotrosen las calles, mercados, plazas, parques, en el Metro, centros comerciales, restaurantes, así como en nuestros hogares. Habría que decir que si se une una pareja de ratas (enamorada o no) podrían llegar a procrear hasta 200 hijos. Si sumamos y multiplicamos lo anterior y agregamos las «ratas» de la política mexicana, inútil decir que vivimos en un país de ratas y que estamos en peligro permanente.

Hace días amanecí particularmente deprimida. Ignoro si es buena o mala costumbre escuchar, con mis audífonos puestos, las noticias desde las 6:00 a.m. hasta las 10:00 a.m.Confieso que a veces, mientras las oigo, me vuelvo a dormir, pero ayer las atendí con absoluta atención, es decir que escuché todos los reportajes, entrevistas y análisis cuyo único tema era la corrupción y la «guerra sucia» entre los tres candidatos a la Presidencia. Que si la «rata» de Rosario Robles se robó quién sabe cuánto dinero; que si la «rata» de Anaya vendió un edificio en 54 millones de pesos el cual le había costado cinco veces menos; que si van a denunciar al ex secretario de Hacienda por culpa de la «rata» de la ex secretaria de Sedesol; que si hay que considerar el relevo de Anaya por «rata»; que si en los ranchos de la «rata» de Duarte había animales exóticos como bisontes, llamas y hasta jabalíes; que si la «rata» Napoleón Gómez Urrutia se robó 55 millones de dólares, a pesar de que Alfonso Romo, coordinador de Morena, lo compare con Nelson Mandela; que si hay opacidad en gasto educativo; que si la «rata» de Mauricio Góngora, ex candidato priista a la gubernatura de Quintana Roo, es acusado por un desvío de 245 millones 895 mil 576 pesos; que si el robo a negocios pasó de 6 mil 192 casos a nivel nacional en agosto de 2016 a 7 mil 596 en diciembre de 2017; que si la «rata» de Yarrington es acusado de lavado de dinero y fraude bancario; que si procesan a contador en caso de la «rata» de Javier Duarte; que si se congelaron las cuentas de la «rata» de Barreiro, empresario inmobiliario de Querétaro, y por último que si México, país de «ratas», había caído seis lugares en el Índice de Percepción de la Corrupción, lo que significa que pasó del lugar 129 al 135 y cuya calificación fue de 29 en una escala del cero al 100… mucho más abajo de Brasil, Argentina y Colombia…

No, no me quería levantar de la cama. Más bien, no podía comenzar mi día normalmente. No tenía fuerzas para ir a caminar al Bosque de Chapultepec. «¿Y si me encuentro una rata? ¿Y si me topo con el miembro de una pandilla mexicana o colombiana? ¿Y si me encuentro a una rata priista, o panista, o perredista o morenista, buscado por la ley? ¿Y si piso alguno de los recién nacidos de una pareja de ratas? ¿Y si me roban el celular y mis tenis? ¿Y si me secuestran y me encierran en empresas fantasmas creadas por las «ratas» de políticos mexicanos? ¿Existirá el infierno para estas dos categorías de ratas?

Con muchos esfuerzos, me puse la bata y las pantuflas. Deprimida como estaba, y a pesar de mi absoluta falta de energía, empecé a leer mi periódico. Curiosamente con la primera noticia que me topé fue: «Cae ex Primera Dama hondureña por corrupción», a la esposa del ex presidente Porfirio Lobo se le acusaba de haber traspasado dinero de una cuenta bancaria de un programa social a una personal por cerca de 506 mil dólares. «¿Nada más? Pero si eso no es nada en mi país de ‘ratas'», exclamé sorprendida. Honduras un país tan pequeño y tan justo. La noticia no podía más que darme envidia. Su captura era un espléndido mensaje para los hondureños. «Es evidente que la próxima Primera Dama de Honduras no se atreverá a robarse ni un centavo», pensé. «En México, jamás se atreverían a juzgar a una primera dama ni de presidentes, ni tampoco de gobernadores», reflexioné todavía más deprimida. Terminé de leer el diario con el ánimo por los suelos. Y me pregunté: «¿Quiénes serán más peligrosas, destructivas y repugnantes, las ratas políticas o las ratas comunes?». He allí una buena pregunta para los expertos en conducta animal.

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