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Ortega

Cuando despuntaba la revolución sandinista, Jorge Olavarría escribió de Daniel Ortega que si hubiese vivido en los tiempos de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, no habría pasado de bedel. Creo que el historiador fue condescendiente con la visión hipotética que habrían tenido los bolcheviques con este personaje de poca monta, que ha sido acusado de visitar la cama de su hijastra menor de edad y cuyo mayor logro ha sido convertir Nicaragua en un pozo de sangre. Al lado de sus fechorías, Anastasio Somoza Debayle es un personaje de la picaresca.

La hipnosis a que somete la izquierda a los pueblos extraviados para la destrucción de las economías y el enriquecimiento grotesco de sus líderes tiene un atractivo indiscutible. A la política los marxistas entran guiados por el deseo de revancha social, el resentimiento y el odio. Marx amaba el odio porque era un mecanismo para galvanizar la lucha de clases. Lo que quizá nunca advirtió el “Moro” (lo llamaban así por el tono de su piel cetrina) es que estos odiadores reemplazarían a los explotadores que acusaban. Que serían los nuevos zares o los flamantes millonarios. La cúpula del poder nicaragüense es una empresa familiar de corrupción. El antiguo asaltante de bancos aprendió a hacer negocios. Tiene el estimable apoyo de la Rosario que además de comandar sus dedos con baratijas de hechicera, es especialista en la rentabilidad de sus inversiones. La pareja carcajea cuando le mencionan los derechos humanos. Las víctimas de las recientes protestas contra el ilegitimado régimen solo pueden ser honradas con la salida de Ortega del poder y su enjuiciamiento por crímenes de lesa humanidad. El orden jurídico internacional ya no se hace de la vista gorda ante la violencia de los genocidas. Pagarán la cuenta aunque tarde la cobranza.

Los pueblos apuestan con frecuencia a la peor opción. Por ello la democracia no es apta para incultos. Se equivocaron los nicas, los argentinos con el peronismo, los brasileños con Lula o nosotros. Los antiguos vengadores pasaron a ser magnates o plutócratas. La América Latina vive el mito de Sísifo. Arrastra una y otra vez la pesada piedra del populismo y el socialismo. Lo diré mil veces: solo el capitalismo salva. Por otra parte, el tirano Ortega es un individuo de escasas luces con lo que todo conocimiento es un estorbo. Cuando al Che Guevara lo nombraron presidente del Banco Central de Cuba, los barbudos celebraron su incapacidad porque así destruiría más rápidamente las bases de lo establecido. Pobre patria grande. Cómo cometen estupro contigo los prometedores de paraísos, adivinos y predicadores, en nombre del hombre nuevo, un autómata manufacturado desde el hambre y el pensamiento único.

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