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esteban ierardo

Orson Welles, su película en Brasil, y los pescadores de Fortaleza

Un documentalista cree que, en Brasil, en alguna penumbra perdida de algún archivo polvoriento, acaso reposa una copia de la versión original de El cuarto mandamiento (The Magnificient Ambersons), filmada por Orson Welles en 1942, justo después de su célebre Ciudadano KaneEl cuarto mandamiento fue mutilada y modificada por los estudios RKO. Disconformes con la primera versión más artística de Welles, la rehicieron para acomodarla a un gusto medio. Queda por ver si la búsqueda de la versión completa de la película de Welles será coronada con un gran descubrimiento como cuando se descubrió la versión larga de Metrópolis de Fritz Lang en un museo del cine argentino, en la ciudad de Buenos Aires, en 2008.

Es la fascinación por la cinta perdida (1). Pero en Brasil, Orson Welles acometió otra de sus películas, maldita por su carácter inconcluso.

 

Gracias a una invasión marciana  

Orson Welles se precipitó hacia el estrellato a través de una emisión radial de inesperadas consecuencias. En 1938, en víspera del día de los inocentes, y con guion de Howard Hoch, Welles adaptó para una emisión radial en la CBS, La guerra de los mundos, de H.G. Welles, uno de los padres de la ciencia ficción. Hasta ese momento, un Welles de 23 años había adquirido cierto renombre por sus radioteatros, y por sus originales puestas en escena teatrales en New York como el Voodoo Macbeth, la representación de la fundamental obra shakesperiana con actores negros en un ambiente selvático de Haití, preñado de magia y exotismo, o un Julio César con escenografía mínima.

Lo que ocurrió fue totalmente inesperado. En una atmósfera ya habituada a la creciente influencia de la prensa gráfica y el periodismo, Welles imaginó el recurso de fingir que la invasión de los marcianos acontecía en Grover’s Mill, en New Jersey, mientras era transmitida en tiempo real por el periodista imaginario Carl Philips. Muchos creyeron que efectivamente la irrupción marciana era real. La alarma cundió como un rápido viento huracanado. El evento radiofónico se avino a un formato de fake news, una noticia falsa irradiada como verdadera con un efecto de asombro, desorientación, preocupación, alerta, pánico. Luego la sociología relativizaría el efecto real de la humorada wellesiana. Pero su impacto trepó hasta las primeras planas de los grandes periódicos. Así, con la velocidad del rayo Welles mutó de artista desconocido a rutilante personaje público, paladín del espectáculo capaz de absorber la atención de la sociedad de masas.

Rápido, la luna rodó en sus manos. Hollywood lo convirtió en su fabricante de sueños preferido. Le dio todos los recursos e independencia creativa para darle vida a una serie de películas. La primera fue Citizen Kane, en 1941. La historia de Charles Foster Kane, interpretado por él mismo, y acaso inspirado en el magnate de los medios William Randolph Hearst, aunque Welles nunca reconoció esa asociación. En poco tiempo un hombre de radio ignorante del lenguaje cinematográfico, vio decenas de veces La diligencia de John Ford como única escuela para internalizar la gramática básica de los planos, rodajes, iluminación y montajes. El alfabeto del cine, que Welles supo vigorizar por sus audaces deslizamientos de cámara y efectos de iluminación en una historia que metaforizaba el ascenso y caída del hombre poderoso; es decir una parábola de la ambición y su distorsión cognitiva por la que el humano encandilado por la fama y el éxito olvida que, como todos, el brillo de su mirada orgullosa terminará por apagarse. Con gran éxito, el ciudadano Kane murió en la ficción con el misterio de la palabra Rosebud; y luego el joven Welles convino la filmación de El cuarto mandamiento. Pero entonces Estados Unidos, atacado furtivamente en Pearl Harbor, se despojó de su neutralismo, e ingresó en la segunda guerra mundial.

 

La diplomacia por el cine 

La política exterior de Estados Unidos involucró a la cultura como uno de sus engranajes. Cultivar una buena vecindad con los países latinoamericanos era estratégico para evitar que Latinoamérica virara hacia la causa de las potencias del eje, cuando la Alemania nazi forjaba a sangre y fuego victoria tras victoria. Antes, en el siglo XV, la Florencia de los Medici de Lorenzo el magnífico apeló también a la diplomacia del arte. Envió artistas florentinos a otras ciudades y reinos con los que se deseaba acuerdos y distensión.

En este caso, con el apoyo de Nelson Rockefeller, la diplomacia por el arte regresó con nuevos alfiles. El que llegaría a ser vicepresidente de Estados Unidos, era miembro de la junta directiva y accionista mayoritario de la Oficina del Coordinador de Asuntos Interamericanos. Ofreció 300 000 dólares para compensar eventuales pérdidas en la producción de films en Latinoamérica, lo que contribuía al cambio de dirección de los asuntos exteriores norteamericanos en la región desde la época de Theodore Roosevelt y el big stick, su política exterior del gran garrote. El fin ahora de la Casa Blanca no era intimidar, sino seducir.

La Secretaría de Estado entendió que la embajada artística a través del cine podría cosechar simpatías, “la solidaridad hemisférica”, el apoyo a los intereses norteamericanos en la coyuntura bélica.

Por eso el exitoso Welles fue elegido para viajar al Brasil y filmar una película que difundiera las peculiaridades nacionales del gran país carioca, como expresión de «buenos vecinos».  Welles se entregó con toda pasión al proyecto, que también buscaba extenderse a otros países latinoamericanos (2). Llegó a Brasil en febrero de 1942. Su objetivo era filmar, en tecnicolor y en blanco y negro, el Carnaval de Río de Janeiro, secuencias que luego se llamarían “La historia de la samba”, junto al episodio “Bonito” no filmado por él, en México (3). El film se llamaría It’s all true. Y su fascinación brasileña lo acercó también a la magia vudú, sin poder cristalizarlo en filmación. Pero sí filmará la recreación de una epopeya marina.

 

 En Fortaleza 

Welles leyó un artículo en la revista Time de diciembre de 1941. Allí, bajo el título de “Cuatro hombres en una balsa”, se anunciaba una historia extraordinaria. La aventura de cuatro pobres pescadores brasileños que se embarcaron en una modesta balsa de vela llamada jangada. Un barco indígena cuya popa es cuadrada, proa angular, de varios troncos precedidos por un palo en el que se ata una vela; barcaza de doce metros de largo, destinada a los ríos, pero también empleada para la pesca en el mar.

En septiembre de 1941, los jangadeiros, los pescadores acostumbrados a este tipo de embarcaciones, encabezados por Manoel Olimpio Meira, el Jacaré, decidieron protestar ante sus miserables condiciones de vida. Como tantos en tantos tiempos, eran víctimas de los abusos, la explotación. Los dueños de las jangadas exigían la mitad de la pesca. Lo que les quedaba era insuficiente para alimentar con dignidad a sus familias, y a ellos mismos. Tampoco tenían seguridad social. Parias desprotegidos. Tenían que protestar, aunque murieran en su reclamo, enfrentarse al inmenso mar y la soledad de las olas. En 61 días, y con algunas paradas intermedias, recorrieron 1650 millas, sin ningún instrumento de navegación. Solo a la usanza antigua, con la guía de las estrellas vivas en la noche. No le temieron al sol, el viento, la lluvia; llegaron finalmente al puerto de Río de Janeiro. La resonancia de su hazaña hizo comprender al dictador del momento, Getulio Varga, la conveniencia de conceder lo pedido como parte de un teatro político. Por una ley se les reconoció a los jangadeiros beneficios idénticos a los que gozaban los trabajadores sindicalizados. Jubilación, medicina, educación, pensión para viudas y niños.

Welles llegó poco después a las playas del exuberante país sudamericano. Lo hechizó la historia. Su nobleza, épica, espíritu bravío. Decidió recrear el viaje de los jangadeiros a través de la lente cinematográfica. Entonces, los cambios en la cúpula quisieron sacarlo de su sueño brasileño.

 

La decepción 

En 1942 la cúpula de RKO pictures cambió. Su presidente George Schaefer renunció. Rockefeller se retiró. La nueva dirección no quería seguir soñando con Welles en Brasil; le cancelaron el financiamiento; se le pidió al principio hacer una película no comercial y luego se le reprochó haber hecho una película no comercial. A pesar de todo, el hecho de contar todavía con película en blanco y negro y de una cámara silenciosa, le permitirá seguir hasta el final la recreación de la epopeya de los jangadeiros.

El retiro de apoyo a su empresa artística en Brasil empezó a modelar lo que sería, luego de algunas reincidencias, la ruptura de Welles respecto a Hollywood y su entretenimiento adormecedor. Lo contrario de la aspiración de Welles, que se convertirá en arquetipo de un esforzado cine independiente, embelesado por Shakespeare, España y lo heterodoxo. El cineasta que desparramó su pensamiento e historias en sus conversaciones con Peter Bogdanovich (4), apelará a una gran inventiva para obtener financiamiento como condición para su libertad creativa. En sus adaptaciones shakespearianas honrará al cine como lenguaje artístico, y en su versión de El proceso de Kafka, o en Citizen Kane, expondrá los laberintos de la alienación contemporánea. El cine como casa de una palabra poética, pero también como un desvelar las sombras del poder.

La película maldita, inconclusa de Welles en latitudes brasileñas quedó archivada en RKO Pictures. En 1967 algunas secuencias pasaron a la biblioteca de películas de la Paramount. Pocos años después, por temor a una acción judicial, se arrojaron al Océano Pacífico muchos negativos de nitrato en tecnicolor. En 1981, durante unas remodelaciones en la mencionada Paramount se encontraron 250 latas que indicaban “Bonito” y “Brasil”. En 1993, a través de los esfuerzos de Richard Wilson, colaborador de Welles en la película, y luego de muchos esfuerzos, se logró reunir y reeditar las secuencias dispersas del malogrado film que finalmente fue estrenado como It’s all True (Todo es ciertobasado en una película inacabada de Orson Welles. Así el espectador, en la última parte del film, puede participar de un mítico viaje entre la selva y el mar.

 

El segundo viaje  

Los pescadores elevaron la modesta vela de su jangada. Alguien pudo aconsejarles que fueran prudentes, que volvieran, lo que pretendían era un suicidio. Pero ellos nacieron para ser hermanos del viento, la playa, la selva y el mar profundo.

Y la justicia les acariciaba la cara.

Partieron con cada pariente en los hombros. Siempre se supieron humildes. Con el sol ardiente en el mediodía, el viento fornido en la frente, las olas golpeando por todas partes, sabían que ellos, como todos los humanos, somos pequeños huéspedes en la gran Tierra, no los dueños de los bosques, los océanos y el aire.

Y lo supo aún más Manoel Olimpio Meira, el Jacaré, que, en su segundo viaje desde Fortaleza a la ciudad con un Cristo Redentor, el mar le pidió que se fundiera con sus aguas (5).

Pero a pesar de la pérdida, los pescadores nunca dejaron de confiar en una voluntad mayor. Esa voluntad quiso que llegaran en el primer viaje al puerto de Río de Janeiro, para recordarle al poder sus derechos; y también quiso que todos, salvo uno, llegaran en un segundo viaje, para que su travesía por el mar fuera filmada por un artista que, como ellos, prefería el desafío de las tormentas.


Citas

(1) El caso del film La mirada de Ulises, dirigida por Theo Angelopoulos, del año 1995, en la que se busca tres bobinas sin revelar de los pioneros del cine griego.

(2) Welles como embajador de buena voluntad, luego de instalar su oficina en Brasil, inició una gira por los países latinoamericanos, visitó Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Perú y Uruguay. En Argentina estuvo en Estudios de cine de San Miguel, y se conserva una foto suya junto a Libertad Lamarque.

(3) La historia de Bonito, el toro de Flaherty, por Robert Flaherty el documentalista del famoso documental Nanok of the North (1922). La historia de Flaherty recogía el hecho real que ocurrió en México en 1908. Un niño mexicano era amigo de un joven toro destinado a morir en la Plaza de Toros, pero fue perdonado por el público por su especial vínculo con el niño.

(4) El voluminoso volumen de conversaciones: Orson Welles, Peter Bogdanovich, Ciudadano Welles, ed. Grijalbo.

(5) Manoel Olimpio Meira, el Jacaré, jangadeiro nacido en Fortaleza en 1903. Durante la travesía cayó lamentablemente al mar, y nunca fue recuperado.

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