En el trópico, de estable benevolencia climática, el cielo azul es rutina. La gracia de la temperatura se da por hecho. A lo bueno es fácil acostumbrarse y dejar de agradecer también es fácil. Por eso dice el dicho que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Pero, ¿cómo imaginar a Caracas nevada… o Venezuela sin petróleo…?¿Tiene acaso algún sentido semejante ejercicio tan fuera de nuestro registro? Y en ese mismo tono, ¿para qué ponerse a imaginar lo peor, cuando estás de lo mejor? Anticipar lo malo inimaginable, por si acaso, estar preparado, es sinónimo de masoquismo, en el Caribe del que somos parte.Ni que la crisis por la deuda social acumulada, que no era misterio para nadie, se viera venir. Nadie fue capaz de imaginar cualquiera de las 24 horas que han venido sucediendo, una tras otra, en las últimas dos décadas, para descrédito hasta de los más avispados.
Pero resulta que aun siendo tan enorme lo que nos pasa, aún no logramos anticiparnos al mayor horror posible. ¿Será por eso que no se logran producir estrategias de oposición coherentes? ¿Será por eso?
Después que llevamos bastante rato sumergidos en una crisis económica que tiene crecientes visos de inconmensurable; padeciendo de un desmadre político de opacidad espeluznante; y sufriendo un desmembramiento, desangre, descomposición, muerte social de miedo;desgarrados por un dolor que no pareciera tener compón, todavía nos pasan las noticias, como el agua entre los dedos.Se nos escapa la realidad a todas luces, cada vez más incomprensible, antesala de alguna otra realidad probablemente peor…los presos en el Helicoide claman por justicia arriesgando la vida, -los políticos a grito herido frente a cámara, los comunes con el rostro cubierto y en segundo plano, retrato de país en desespero-; se va el Corn Flakes y la Zucarita, y el gobierno se queda con la fábrica de cereales y busca los culpables, mas presos políticos para alimentar su farsa justiciera en favor de los pobres; el departamento del tesoro norteamericano sanciona a uno de los capos del gobierno venezolano, familiares y secuaces, que se twiteaninocentes, orgullosos de la estatura revolucionaria que les otorga el ser atacados por el imperio… No hay comida, ni medicinas, ni seguridad, ni… Mientras tanto… Venezuela compra petróleo extranjero para subsidiar a Cuba… estamos hablando de 440 millones de dólares, y de petróleo ruso enviado directo a Cuba, una variedad aparentemente muy adecuada para las refinerías de ese país, construidas con equipos de la era soviética.
Y no es asunto de que haya mermado la producción ni las reservas. Tampoco se trata de la tan mentada “guerra económica”. Lo que hay que tomar en cuenta es que el país tiene mucho gasto. Comprar el silencio de países hermanos, no cuesta cuatro lochas: son barriles y barriles los que garantizan la inmoral conchupancia.Y como empiezan a mermar las simpatías, por las presiones de los más desarrollados, -justamente los países donde los beneficiarios del gobierno entretienen sus dineros mal habidos-, pues el gobierno se preocupa. Es una ecuación simple, a mayor presión internacional, hay que apelar al petróleo. Porque en Venezuela, el petróleo es todo.
El petróleo le pone los números a la política, en la gramática doméstica e internacional: sirve para subsidiar bienes y servicios en el país, y para pedir favores y apoyos en toda la región. Venezuela despacha petróleo en términos generosos, incluso cuando no tiene, y así, con “una pequeña ayuda de sus amigos”, el gobierno sigue haciendo lo que le da la gana, “digan lo que digan, los demás”, como dice la canción, porque ellos lo bailan sin ton ni son.
Sirva de ejemplo, cuando la OEA presentó la moción para presionar a Venezuela a fin de que celebrara elecciones libres, liberara a los presos políticos y declarara una crisis humanitaria, 12 países, -lo que equivale a un tercio de los países miembros-, se opusieron o se negaron a votar. La mayoría de esos países son miembros del pacto comercial venezolano Petrocaribe, que desde el 2005 ha otorgado petróleo en condiciones favorables hasta a 16 estados caribeños y centroamericanos. Es decir, esos países recibían envíos regulares de petróleo desde Venezuela y a la OEA no le quedó sino aprobar una moción diluida, instando a elecciones libres y justas. Que no es el caso de las del 20 de mayo, por cierto.
Y cuando no hay petróleo, pues se compra. Es antiguo, en Venezuela no se conoce otra manera, otro intercambio, otra lengua. Desde que el petróleo es nuestra riqueza, es nuestra pobreza. Todo intento de comprensión distinta, ha sido estéril, que si aquello de sembrar el petróleo… en Venezuela, la gasolina es más barata que el agua, y así tiene que ser. Y si cada vez nos cuesta más tener amigos en el mundo y el petróleo no alcanza, pues se compra petróleo y se gasta en eso mucho más de lo que se gasta para suplir lo que los venezolanos carecen y demandan, que cada vez se produce menos en el país. No es cinismo ni metáfora: el gasto de Venezuela en importaciones no petroleras se redujo de casi 46.000 millones de dólares en el 2011, a 6.000 millones en el 2017, según datos del mismísimo Banco Central. El año pasado, las importaciones de la industria petrolera, consumieron el 45% del gasto de importación total de Venezuela, frente al 13% en 2011, según datos de Ecoanalítica. Las compras hechas por el sector energético sumaron 5.400 millones de dólares de un total de 11.900 millones de dólares.
La resultante escasez de alimentos, medicinas y empleo ha causado el éxodo desesperado de miles. Y para seguir con los números que desde el petróleo nos describen la situación país, el salario de los trabajadores de PDVSA ya no alcanza ni para un cartón de huevos… que bajo ha caído el oro negro patrio. Tan ricos y tan pobres que nos ha hecho el petróleo. Fécula oscura que amalgama la mala conciencia. Petróleo negro, espeso, crudo… no renovable.