La fortaleza del chavismo se basó sobre los siguientes pilares: 1) El carisma del caudillo, 2) la chequera más abundante y sostenida en toda la historia del país, 3) la carencia de una alternativa creíble y sobretodo 4) el apoyo popular mayoritario. El primero desapareció con el difunto, a pesar de los estériles esfuerzos para mantenerlo artificialmente vivo. La chequera está disminuida y absolutamente insuficiente. La alternativa democrática, con todas sus dificultades, normales en una coalición que incluye socialistas democráticos exchavistas hasta los neoliberales de Cedice, está indudablemente en una situación mucho más favorable que en el pasado. Pero lo fundamental es que, por primera vez desde el 2002, en todas las encuestas serias, el apoyo al gobierno está por debajo del 30% y el descenso continúa, a pesar de ganar algunos efímeros puntos utilizando un falso nacionalismo con la guerra retórica contra el imperialismo yankee y un ridículo neocolonialismo español. El nacionalismo deberían demostrarlo defendiendo, con seriedad, la fachada atlántica del delta del Orinoco y nuestros derechos en el Esequibo. Es importante señalar que en todas las elecciones el apoyo al gobierno se reproduce casi exactamente en el voto a su favor. Es la correlación que prácticamente nunca ha fallado. Con el desastre socioeconómico que estamos viviendo, ahora sí todos los venezolanos, azotados, por la inflación galopante, la inseguridad y la escasez, provocado por la ineptitud, la corrupción y las ideas muertas de un modelo fracasado, el gobierno enfrenta la posibilidad cierta de una pérdida contundente en las elecciones parlamentarias del 2015. Frente a este escenario el régimen ha optado por tratar de culpar del desastre a una supuesta guerra económica del sector privado, un verdadero insulto a la inteligencia del pueblo, cuando la absoluta mayoría de los productos más escasos son producidos, importados y distribuidos por el gobierno. El gobierno además ha decidido aumentar la represión y la intimidación de la oposición, a través del terrorismo judicial, la censura y las presiones sobre los medios independientes. Pero el esfuerzo fundamental, en vista de las inminentes elecciones, está dirigido a fomentar la división y la abstención de la alternativa democrática. Es evidente que el gobierno ya está financiando supuestas terceras vías y candidatos independientes para tratar de dividir el voto de los opositores y los desilusionados con el régimen. En la actual situación, la abstención del electorado opositor es el arma más contundente que favorecería electoralmente al gobierno y es evidente una campaña, probablemente asesorada por Cuba, para fomentarla. La desmoralización y el pesimismo en la oposición es uno de los objetivos claves para “castrar” de raíz el esfuerzo electoral y promover la abstención y el exilio. Las redes sociales están llenas de mensajes de sospechosos opositores radicales, mayoritariamente anónimos, que promueven la abstención. Sin embargo, hay sectores minoritarios en la oposición que todavía creen sinceramente que la abstención, a través de una supuesta deslegitimación del régimen, lo debilitaría. La masiva abstención del 2005 debería ser suficiente para demostrar la esterilidad de la táctica, pero este respetable, pero reducido número de ciudadanos, debería aceptar que en esta ocasión la abstención nunca llegaría a ser abrumadora y sólo tendría como consecuencia posible la pérdida de votos decisivos en el resultado de las elecciones. Para aquellos desmoralizados por un pesimismo “castrante”, que sólo conduce a la inmovilización y al exilio, les sugiero que, siguiendo un poco el esquema de la apuesta de Pascal sobre la existencia de Dios, le den la oportunidad a estas cruciales elecciones, aunque no crean en ellas, de todos modos no perderían nada. Si tienen razón, no cambia nada y si tienen razón aquellos que llamamos a votar se sorprenderían muy positivamente. En efecto, la historia demuestra que incluso con árbitros controlados por el régimen la oposición puede lograr un cambio de gobierno (e.g. Pinochet, Violeta Chamorro, Fujimori y Ferdinand Marcos) Si la oposición gana clara y contundentemente, reflejando todas las encuestas previas serias, no hay fraude que valga. Al perder las elecciones de una manera evidente se pierde la legitimidad, nacional e internacionalmente. Y aunque el gobierno haga fraude, militares, jueces, fiscales, policías, empleados públicos en general y hasta diputados gobiernistas, pensando en su futuro, buscarán caminos para negociar ”salidas” personales e institucionales. En Venezuela las elecciones parlamentarias quizá no serán inmediatamente suficientes para el cambio definitivo, pero son un paso necesario y decisivo. Se trata de una oportunidad histórica crucial. Por tanto, hay que llamar a votar masivamente. La unidad de la alternativa democrática es indispensable, quien agrede a la unidad, consciente o inconscientemente, está favoreciendo al gobierno.