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OMMMMM!!!! Meditación para el diálogo

La ansiedad activa la sensación de amenaza y peligro unida al sentimiento de indefensión y vulnerabilidad. Muchos son los métodos para apaciguar este estado perturbador, cada vez más común en la población, y uno de ellos es la meditación. Meditamos con los ojos cerrados o con la mirada en un punto. Recitamos un mantra: ¡¡Ommmmm!!!! Y respiramos. Inhalamos, exhalamos. Recibimos, y damos.

Sí, los manuales y las prácticas de terapias emocionales alternativas ayudan a afrontar nuestras inquietudes en estos momentos de grandes y acelerados cambios en el ámbito mundial. Nos vuelven indiferentes a todo lo que nos rodea, pero no son la panacea. Lo que hay en juego, continúa estando en juego, aunque optemos por la meditación para evadirnos de las preocupaciones o por terapias anti-estrés de otra índole. La confusión política y económica sigue estando ahí: la concentración de la riqueza, la creciente desigualad social, el deterioro del medio ambiente, el acceso a la sanidad y a la educación, las guerras geopolíticas, etc. Los problemas, la mayoría de las veces, no se resuelven solos. Requieren de una intervención meditada.

Ya son muchas las señales de alerta del peligro que corren los sistemas democráticos en Occidente. El profesor y especialista en teoría política, el germano-estadounidense Yascha Mounk hace un llamamiento para salvar la democracia como modelo político y buscar remedios a los males que padece este sistema, menos enraizado de lo que se pudiera creer, viendo los brotes reaccionarios y autoritarios recientes en Europa y otras partes del mundo. Su libro «El pueblo contra la democracia» es una muestra de esta tendencia apocalíptica de la democracia, también defendida por otros autores como Roberto S. Foa o Tobias Stone. Estos analistas consideran que la quiebra de este tipo de gobiernos basados en la soberanía popular se debe a su propia condición y limitación.

Aristóteles ya veía la democracia griega de sus tiempos como una corrupción en sí. Denunció la impureza de la democracia ateniense con las siguientes palabras: «En una democracia los pobres tendrán más poder que los ricos, porque hay más de ellos, y la voluntad de la mayoría es suprema». En la Atenas del filósofo, el mando se repartía por sorteo entre los patriarcas de las familias y era un cogobierno de familias. Poco interés tenían en la gente pobre. Otro detractor de la democracia fue el activista y escritor irlandés George Bernard Shaw: «La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos». Bernard Shaw consideraba que una minoría corrupta tomaba las decisiones en nombre de una mayoría incompetente.

La democracia actual- hasta ahora no se ha planteado otro sistema de perfeccionamiento- es una forma de organización del Estado por las que el pueblo adopta decisiones colectivas a través de sus representantes o de forma directa. Por eso, las urnas todavía se supone que garantizan que la titularidad del poder es de la ciudadanía. Pero las urnas a veces decepcionan. Vamos a ver que ocurre en España esta primavera con cuádruple programa electoral, y con nuevos contendientes en la campaña como la extrema derecha de Vox.

En un mundo globalizado y cada vez más automatizado, en plena transición de la industria al sector servicios y a la digitalización económica, se producen muchas fisuras políticas y del estado de bienestar, fisuras que crean descontento y permiten que se filtren los movimientos populistas y autoritarios. La incompetencia ya no es una razón para no ser político, ni liderar un país.

Además, la mayoría incompetente, como calificaba a la ciudadanía Bernard Shaw, cada vez tiene menos herramientas para entender y juzgar las decisiones de los políticos, acotadas por una élite tecnócrata. En este ambiente de desconfianza hacia nuestros gobernantes, los razonamientos se vuelven intransigentes. Si nos ceñimos a la órbita del pensamiento irracional, estudiado por el psicólogo estadounidense Albert Ellis, en donde el «sí o sí», el «nunca», el «todo» y el «siempre» son adverbios muy comunes, en la política actual parece que no caben los grises. La inmediatez, la irreflexión y la contundencia mediática, hacen que ya no se debata, ya no se discuta, ya no se intente aproximar posiciones y ofrecer matices. Tus ideas absolutas contra las mías, son el germen de los pensamientos irracionales y el extremismo. Cada vez son más las personas que se distancian de las acciones discriminatorias de las élites y del establishment, cada vez más gente pide paso a otro sistema político, más participatorio. Pero ¿cuál?

Vivimos en la era de la confrontación ya sea artificial o real. No sólo la democracia parlamentaria está en entredicho, sino la propia existencia de los Estados. El hablar de los asuntos que atañen a los ciudadanos parece cosa de otra época. El internet se lo ha comido todo. Ahora un tweet vale más que mil palabras. Los mensajes son inmediatos y categóricos, pero muchas veces intransigentes e imprecisos y no dan pie a buscar un punto intermedio, una posición de conciliación y compromiso. En esta ágora virtual, en que todo el mundo opina, participa y da consejos los políticos se dedican a dar opiniones como si se trataran de meros internautas. Convertir las opiniones en políticas practicables no se hace con un tweet ni con dos ni con tres. Requiere previsión, experiencia, conocimientos, habilidades para el consenso y la diplomacia, para crear políticas (aunque imperfectas, pues la perfección no existe) que sean beneficiosos para todos ya sean inmigrantes, ecologistas, estudiantes, pacientes, profesores, agentes inmobiliarios, comerciantes, industriales, financieros, taxistas, funcionarios, médicos etc, etc.

Con un mayor debate, intercambio y compromiso se pueden evitar muertes en el Mediterráneo, pueblos malnutridos, interpretaciones estereotipadas de los nacionalismos, y otros conflictos geopolíticos y humanos. También se podrían abordar temas tan apremiantes para la ciudadanía como el desempleo, los precios de las viviendas, la educación, la crisis de valores, la pederastia en la iglesia, los problemas medioambientales, el racismo, la violencia machistas, y mucho más.

No nos queda, pues, ya más que pedir a los políticos (tras el descrédito tan profundo que están sufriendo) que hablen, que discutan, que dialoguen, que cedan, que se coordinen, que mediten con calma sus decisiones….»Ommmmmmm». Inhalamos, exhalamos. Recibimos y damos. A fin de cuentas, las políticas meditadas, bien pensadas y equilibradas, son las que tienen mayor recorrido.

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