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«El ojo y la pluma», palabras (i)racionales en torno al capitalismo

Europa Occidental y los Estados Unidos de América ejercen una poderosa y común atracción tanto para amplios sectores sociales latinoamericanos como para sectores provenientes de lo que antes muchos sociólogos y políticos llamaban el Tercer Mundo. Ahora, dizque, solo existe el «Mundo Globalizado». La pompa capitalista es, qué duda cabe, en extremo seductora. ¿Quién no quisiera tener una porcioncita de su aparente sabrosa torta? La juventud ilustrada y aun la marginal, desocupada o mal pagada a causa del desarrollo desigual de nuestros países, pugna por alcanzar Europa Occidental o los Estados Unidos de América. El poder que la propaganda de los medios masivos y de las redes de comunicación difunden hacia el Tercer Mundo reflejadas, en esencia, sociedades humanistas, democráticas, respetuosas de los derechos humanos y por completo pacifistas. ¡Un maravilloso espejismo!

La crisis económica, sin embargo, continúa siendo el telón de fondo en el que se desenvuelven las estrategias y las tácticas auténticas y macizas del capitalismo. Cuando sus ideólogos y sus políticos se refieren a los valores que se derivan de su proclamado humanismo, de su democracia, de sus principios de derechos humanos y de su pretendida vocación de paz, camuflan con ropaje diplomático la defensa de sus intereses económicos y financieros en sus zonas de influencia cercanas o lejanas.

En principio, el capitalismo de uno y otro lado del continente europeo y estadounidense, y el del Japón, es el dueño monopolista o globalizado de las más grandes finanzas, del gran comercio, de los modernos logros técnológicos y de las patentes industriales y culturales más significativas, base material e intelectual que les sirve para dictar las reglas financieras, comerciales, culturales y de consumo nacionales e internacionales. El Fondo Monetario Intrnacional y el Banco Mundial, desde el lado económico, y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO u OTAN), desde el lado militar, constituyen los canales de que se sirven la Unión Europea y los Estados Unidos de América para imponer (dictar) al mundo su concepción y práctica de la libertad. Lo libre se confunde aquí con la libertad suya de poder ejecutar con grandes ventajas su plusvalía. Al margen de esta, sus intereses no existen.

Una de las consecuencias de la crisis económica y política internacional última ha sido, en el caso alemán, la «defensa de Alemania en el Hindukush» afgano. Afganistán, un país invadido por Estados Unidos, lider de la OTAN, fue, para la diplomacia germana, un país definido como necesitado de puentes. Para ayudar a construirlos, sus políticos enviaron a su ejército. En aquel momento opiné ante algunos amigos: «Ahora sí, Alemania reempieza su suspendida carrera militarista. En el futuro, su actitud de potencia invasora atrerá a su territorio no solo a los practicantes del terrorismo afgano».

Entre tanto, el cuento de la construcción de puentes por el ejército alemán en Afganistán fue reemplazado por la declaración real del ya exministro de defensa, Karl-Heinz von Gutenberg: «Alemania se encuentra en guerra contra los talibanes».  Horst  Köhler, el noveno expresidente de la República Federal de Alemania, víctima de un lapsus, confesó que en verdad sus tropas estaban allí para defender las rutas comerciales de su país y las de los aliados de la OTAN, relacionadas con África y Asia. Su declaración, al parecer un tanto ingenua, le costó la renuncia a la primera magistratura. Profesional identificado más con las finanzas, él fue, entre otras cosas, director del Fondo Montetario Internacional. Un poco al margen de la política partidaria del partido demócrata cristiano del sector protestante, se aferró a su moral y desde ella, de cuando en cuando criticaba el orden económico nacional e internacional que, en su opinión, le parecían injustos. En un mensaje navideño, opinó: «Vivir de manera respetuosa también significa abogar por un orden justo, tanto en nuestro país como en todo el mundo. Aún queda mucho por hacer en ese sentido. Acabamos de experimentar cómo la desmesura por parte de los agentes financieros y las carencias del control estatal han arrastrado al mundo a una profunda crisis. Necesitamos honradez y mejores reglas en la economía financiera. Necesitamos ser capaces de comprender que el dinero debe servir a los hombres y no debe dominarlos».

Los intereses alemanes, primos hermanos de los intereses de sus aliados occidentales y japoneses, continúan atando a las tropas alemanas, y de la OTAN, a Afganistán (y a otros países). Inconclusa aún aquella guerra, el gobierno de la República Federal de Alemania encabezado por la señora Angela Merkel, exbecaria de Rusia en la época soviética y ahora motor y agresiva militante antirusa dentro de la Unión Europea, ha declarado a Afganistán como país políticamente seguro. Por tanto, afgano que busque refugio político en Alemania es, y será, como ya viene siendo el caso, devuelto a la «seguridad y a la libertad» patrocinadas por un extraño pacifismo de sello capitalista occidental.

El racismo, y la sospecha generalizada de terrorismo contra cada refugiado va ganando terreno en las sociedades europeas y estadounidense. La crisis impone la derechización extrema de grandes sectores sociales de las mismas. ¿Podrán corregir semejante tendencia sus políticos? ¿Es el occidental un mundo pacífico y respetuoso de los derechos humanos? Solo cuando le sirve a sus intereses.

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