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Octavio Paz: En él prevaleció la poesía

Por el ciento uno aniversario del nacimiento de Octavio Paz, el presidente del Colegio de México, Javier Garciadiego, lo ha recordado, con  una lectio magistralis en la embajada de México en Italia. Así el mayor experto de historia moderna y contemporánea mexicana recorrió su biografía política. Ni un perfil privado, para descubrir cuál ascendiente tuvieron las mujeres en su vida,  ni un análisis de sus obras, aunque gracias a éstas, en 1990 ganó el Premio Nobel para la Literatura.

Periodista, poeta, diplomático, activista, nos demostró que se puede hacer política sin hacer poesía política. Cuando eres Octavio Paz.

Fue hijo de un intelectual zapatista. Su padre tuvo una vida lacerada por diferentes derrotas políticas y por una inveterada afición al alcohol. Su abuelo, Ireneo Paz, general de espada y pluma y periodista, combatió en los alzamientos encabezados por Porfirio Díaz en el 1871 y en el 1876, contra los gobiernos de Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada.  Por una larga temporada el abuelo reemplazó a su padre, cuando este último quedó defenestrado en política, enviado, con la clara intención de alejarlo, a la Habana antes y a Los Angeles después, como representante del movimiento. Así que el porfirismo reemplazó al zapatismo durante la niñez del premio Nobel.

«Octavio Paz nos dejó una visión poetizada, mítica, de su familia. Pero cierto es también que creció convencido de que su destino familiar era el de seguir participando en la historia del País»,  especificó el histórico.

Era niño cuando conoció a la Revolución Mexicana, un adolescente en el medio de la Guerra Cristera, el levantamiento por parte de la población católica contra el gobierno, y la persistente violencia electoral. Sólo en 1928 mataron a tres candidatos a la presidencia. Y en fin la crisis de 1929, que agravó su situación económica ya precaria. «Crecí entre los escombros», decía Octavio Paz.

No hay duda de que quería ser poeta: «A mediados de 1931 publicó su primer poema, “Caballera”, y al poco tiempo, fundó  con tres condiscípulos preparatorianos, la revista poética “Barandal”, en la que pronto apareció su primer ensayo “Ética del artista”, cuyo contenido reflejaba las preocupaciones del joven aspirante poeta y las vicisitudes políticas del momento, tanto en México, como en el exterior».

En esos años simpatizó con la ideología comunista: uno de sus primeros trabajos como periodista por “El Popular”, órgano oficial de la Confederación de Trabajadores de México, respaldaba al gobierno de Lázaro Cárdenas, prosoviético. No obstante su primer libro de poesías,” Luna silvestre”, trataba de temas amorosos. Volvió a la política después, con “No pasarán!”, obra en recuerdo de la Guerra Civil española. Siguieron otras antologías y una vida entera de amistades fundamentales, como las que lo unieron a los poetas españoles exiliados en su País, que «tuvieron una influencia decisiva, profunda y formativa en México», declaraba.

Contrario a cada forma de intolerancia y autoritarismo, durante su vida de diplomático puso de lado su radicalismo ideológico y de joven rebelde se convirtió en funcionario confiable. Su desencanto empezó con el asesinato de Leon Trotsky, en agosto de 1940, y más tarde en 1968, rompió su alianza con el aparato estatal,  a causa de la cruel represión estudiantil de Plaza Tlatelolco, en Ciudad de México. Acabó así con su carrera diplomática.

Más se alejaba del Comunismo, más escribía sobre política internacional:  de hecho su primer texto fue una crónica del nacimiento de las Naciones Unidas. Escritor independiente, observó con ojos imperturbables el nacimiento de la Revolución Castrista en Cuba y de la Sandinista en Nicaragua. «Un escéptico permanente – lo describió Garciadiego – no consideraba estas insurrecciones, resoluciones apropiadas para resolver  los problemas del siglo XX. Actitud que lo llevó a ser blanco de duras y constantes acusaciones por la que fue considerada la “derechización” de Octavio Paz». Pero durante los ultimos años de su vida, en 1994, vivió su último chispazo de rebelión, mirando con simpatía a la insurrección neozapatista en el Sur-Este de México.

Octavio Paz vivió suficiente tiempo para asistir a las primeras derrotas del Pri, momento que definió para este partido «su hora cumplida». Sin embargo en su última aparición pública no dejó mensajes políticos. Respondiendo a su ánimo poético, nos recomendó «ser siempre amigos del cordial sol del Valle de México y de sus hermosas nubes. La buena poesia es intemporal – acabó Garciadiego – mientras que la política siempre depende de la coyuntura. En él prevaleció la poesia».

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