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Números sin adjetivos

A mediados del 2015, cuando Rodríguez Zapatero llegó a Venezuela, había 94 presos políticos. En la visita que nos hace en estos días, hay 444. Esos números también son de Zapatero.

Hasta el 30 de junio, 105 venezolanos han muerto en el contexto de tres meses de protestas: el 69, 5% de las muertes han sido causadas por armas de fuego. Se cuentan más de la cuenta que cuenta, proyectiles de escopetas cargadas con municiones prohibidas en el control del orden público.

43 víctimas han sufrido impactos en el tórax o en la cabeza, donde los balazos por lo general, resultan mortales. Para más precisión: 45 víctimas recibieron impactos en la cabeza y el tórax; 26 de ellas presentaron lesiones intercostales o en el pecho, donde se encuentran el corazón, el hígado, el bazo y los pulmones, órganos vitales, es decir, impactos mortales. Otros 19 recibieron los tiros en la región cefálica. Según la experticia del comisario Luis Godoy, ex jefe de la División contra Homicidios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), esas son las partes del cuerpo a las que se dispara cuando se busca no solo asustar o neutralizar, sino causar daño.

“El tronco, proporcionalmente, es la parte que más ocupa espacio en todo el cuerpo, la más grande. Por eso, si se apunta a este, se tiene mayor probabilidad de acertar un tiro. Lo que penetre ahí es casi mortal”.

El resto de los proyectiles que han resultado mortales han sido dirigidos hacia el abdomen (8), cuello (6), espalda (2) y pierna (1). 10 víctimas han muerto por heridas de bala. Bala, bala. 

Los jóvenes menores de 30 años han sido los más vulnerables a los ataques en las manifestaciones: representan el 66,6% de los caídos.

Entre ellos, Juan Pablo Pernalete y Neomar Lander, también sufrieron impactos en el tronco. No por arma de fuego, bala, perdigón o esfera metálica. Sino por el golpe de una bomba lacrimógena, lanzada a la zona vital y a poca distancia, por las fuerzas del Estado.

El día más sangriento fue el 20 de abril, durante los saqueos de El Valle, hubo 18 muertos. 35 muertos en abril, 45 en mayo, 25 en junio…

En cuanto a la filiación de los victimarios, 59 es desconocida, 13 pertenecen a las bandas armadas paramilitares, motorizadas y enmascaradas, conocidas como “colectivos”, 12 son guardias nacionales bolivarianas, 7 son policías regionales, 1 es de la fuerza aérea, 3 son de la policía nacional bolivariana, y 10 civiles que actuaron en solitario. De esos victimarios, se cuenta 1 muerto, 7 acusados, 14 imputados, 4 solicitados y ¡79 en situación desconocida!

Las causas de muertes, aparte de los 66 por disparo de bala, se cuentan a razón de 16 electrocutados, 2 por impacto de bomba lacrimógena, 2 por asfixia, 2 por choque contra barricada, 2 por golpe con objeto contundente, 7 por arrollamiento, 1 por ataque con arma blanca, 7 por disparo de perdigón o munición.

Entre los asesinados en las protestas hay 11 menores de edad, 28 estudiantes, 11 funcionarios y 7 mujeres.

De los muertos… ¿cuántos formaban parte de las protestas? 36… 40 no, simplemente pasaban por ahí, pues… y 29 no se sabe… ya están muertos y no hay nadie que se atreva a hablar por ellos. (fuente: Runrun.es)

La cuenta no termina allí: en estos números no están contados los muertos en atracos, secuestros y demás pan nuestro de cada día. También sin contar quedaron los fallecidos por falta de medicinas o implementos médicos en los hospitales, o por inanición… cifras difíciles las de la matemática del daño.

Tampoco caben en estas líneas los heridos. Pero se sabe que Oscar Navarrete, 18, salió del estado vegetativo luego de 40 días, tras recibir el impacto de una bomba lacrimógena en el costado izquierdo.

Por ahí van los números. Cada quien es libre de sacar sus cuentas, decidir de qué lado de la asimetría ponerse, si quiere sumar, o dónde restar. El número que viene es el 16, de Julio, plebiscito en la Venezuela toda, incluso la que anda regada por el mundo. Y después de esa cuenta… amanecerá y veremos.

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