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Nuevo órgano, nueva enfermedad

Al principio el cuerpo fue un misterio de polvo convertido en carne, de vejigas de humores y aparatos inexplicables. La noticia del mesenterio, que se difunde con títulos al estilo de “hallazgo impresionante“ da la idea de un retorno a un cuerpo así de enigmático, con vísceras como una fosa de las Marianas de jugos insondables, recovecos de membranas donde ni los buzos más diestros pueden consumirse y esa fauna intestinal de bestiario. En realidad, se trata más de la reunificación de territorios en disputa a un estado en todo su derecho, aunque las funciones constitucionales todavía estén por verse.

El caso es que un repliegue de tejidos ha sido ascendido de categoría. Caso contrario al de Plutón. Otra vez parece que todo el mundo, todas las verdades, se encuentran en las palabras que usamos y no en el objeto. La palabra “mesenterio“ ya existía, pero no era digna de ser recordada como decir “páncreas“ o “bazo“, además, cuando ya se es órgano se puede tener derecho sobre padecimientos. La nosografía (la clasificación de enfermedades) tiene que cambiar para incluir problemas de mesenterio. Malas noticias para los que somos hipocondríacos, por supuesto.

Foucault asegura que la medicina orgánica denomina enfermedad a aquello que se considera un grupo de signos que deben estar relacionados. Por ello, la recepción de qué es enfermedad y cómo tratarla depende de las clasificaciones o nociones que se tengan por oficial, por científicamente respaldado.

El Quijote ve normal una sangría, puede enfermarse de tener mucha sangre o un conteo bajo de bilis negra. En oriente se tenía permiso de tener mal calibrado el ying. La antigüedad permitía enfermedades como la posesión de espíritus, alguien podía morirse de mal de ojo. Ahora enfermarse depende únicamente de hemogramas, biopsias, toxicologías y cuanta variedad haya en los laboratorios clínicos y el mesenterio, por suerte, ya se puede agregar a nuestras preocupaciones de salud.

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