Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Nueva York, de tabernas, bares y artistas (Parte IV)

Nueva York, de tabernas, bares y artistas (Parte I)

Nueva York, de tabernas, bares y artistas (Parte II)

Nueva York, de tabernas, bares y artistas (Parte III)

Resumen anterior: Arguedas vivió su propia pasión por NY, una pasión de pocas noches, de unas cuantas horas, también en Harlem, en brazos de una prostituta negra, que le hizo comparar NYC con un río torrente y vigoroso como el amazonas.

Así como hay muchas maneras de ser neoyorquino, hay un Nueva York para cada uno.

En el Village y el Soho, se encuentran algunos de los bares más antiguos y con más personalidad de la ciudad.

El McSorley’s es mi favorito. Al entrar lo primero que sentimos es el aserrín que se mete en nuestros zapatos, el aire cargado y meloso por el olor de la propia cerveza que fabrican en el sótano y la cantidad de gente, la muchedumbre que hace que todo el lugar parezca una sola conversación, una sola carcajada.

Pero hay vida más allá del McSorley’s.

Cuenta la leyenda que el Ear Inn fue una casa originalmente propiedad de un ex esclavo negro llamado James Brown que luchó en la Guerra Civil. La casa se construyó en 1817 y es una verdadera reliquia histórica que ha mantenido sus puertas abiertas por más de 180 años, siendo completamente renovada entre 1999 y el 2001, gracias a la Fundación de Propiedades Históricas de Nueva York. Originalmente su clientela fueron marineros, desempleados y las ratas del puerto. Pero a partir de las tres últimas décadas, gracias al renacimiento de todo el vecindario, la barra se convirtió en una de las más “cool” de la ciudad.

Chumley’s fue, probablemente, el bar con mayor experiencia literaria de la zona. Aunque la casa fue construida en 1830, como bar recién abrió sus puertas en 1922, durante los años de la prohibición. De esos años le quedó la tradición de no tener letrero en la puerta, para confundir a las autoridades. Sin embargo, por riesgos en la construcción, Chumley’s fue cerrado en 2007, con la promesa de reabrir sus puertas tan pronto se termine de construir un nuevo edificio que la albergue, que ya está construido, pero ahora su reapertura enfrenta la oposición de numerosos vecinos. Esperemos que puedan reabrir pronto, en favor de la salud literaria de la ciudad.   

El primer dueño del Chumley’s fue Leland Stanford Chumley, sindicalista, soldado, mesero, artista, caricaturista de periódicos, activista y editorialista. Su intención era abrir un bar “Speakeasy”, y como tenía tantos amigos literatos, rápidamente se convirtió en un bar de poetas. Tanto así que Simon de Beauvoir escribió sobre Chumley’s: «La habitación es cuadrada, absolutamente simple, con pequeñas mesas fijadas contra la pared que están decoradas con cubiertas de libros viejos. Tiene esa cosa rara de los Estados Unidos: un ambiente».

En ese lugar, por muchos años era común ver sentados, tomando whisky, a Hemingway y Fitzgerald, o al mismo T. S. Eliot. Pero también a John Steinbeck, John Dos Passos, William Styron, Lillian Helman, Upton Sinclair, James Agee, y E.E. Cummings. Y en sus últimos años, contaron con clientes como Ric Burns, Woody Allen y David Mamet. De hecho, ahí se han filmado al menos dos películas: Reds de Warren Beatty y Sweet and Lowdown de Woody Allen.

Muy cerca se encontraba el Cornelia Café, en la calle del mismo nombre. Allí solían reunirse escritores Beat, beatnik y de otras tendencias. Ahora, prácticamente en el mismo local ha nacido un nuevo bar café llamado The Cornelia Street Café (1977) No tiene el espíritu contracultural ni la modestia de su antecesor pero definitivamente se come mucho mejor, a razón de los múltiples premios culinarios que han ganado, gracias al buen gusto de sus fundadores, los artistas Robin Hirsch y Angelo Verga, y al chef Dan Latham. Un poco más allá, también en el Greenwich Village, se encuentran el Cafe Wha? y The Bitter End. Mucho más modernos que la mayoría de los bares que estoy mencionando, pero cuya aparición en escena coincidió con momentos críticos de los Estados Unidos y con el tono, la facha e ímpetu adecuado, en 1959 y 1961 respectivamente (gracias al legado de sus fundadores: Manny Roth y Paul Colby, fallecidos recientemente a los 94 y 96 años)

Hey you,
¿nos brindas un café?