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Nuestra herencia animal

La capacidad de escribir hace la diferencia del ser humano con el resto de los animales. La comunicación verbal y la no verbal se expresa en diferentes formas en las especies. Los humanos tenemos la capacidad de plasmar y expresar de maneras diversas las emociones, los sueños y nuestras historias personales.

La mayor parte de las actividades de los humanos se relacionan con antecedentes de otros animales. Para aquellos que niegan la teoría de la evolución, lo que somos hoy tiene sus raíces en los primates.

Los animales que tenemos como mascotas en la casa se han domesticado al grado de parecerse a sus dueños. Muchos dicen: “que solo les falta hablar”. No es necesario, lo que falta es interpretar lo que nos quieren decir.

Por ejemplo, los gatos se han domesticado tanto que saben comunicarse con los humanos. El maullido no es la única forma en que los felinos nos “hablan” también ronronean, bufan, gruñen, incluso lanzan llamadas sexuales, todo forma parte de un vocabulario que emplean con las personas cercanas. Los gatos han conseguido conectar con nuestro medio de comunicación, el verbal.

Para quienes dudan, la secuencia de ADN humana coincide; en un 60% con la de una mosca, en un 95% con la de un simio. Con el chimpancé el grado de identidad es cercano al 99%. La Paleontología, afirma que de todas las especies de Homo que han existido solo queda la nuestra. Las otras: los neandertales, los erectos, los hábiles, se han extinguido.

Ninguna otra especie tiene nuestro potencial de pensamiento, comunicación, planificación, la habilidad para construir herramientas y de estructuración en sociedades complejas. Pero, ninguna otra especie tiene la capacidad de mentir, robar, engañar, asesinar, agredir y destruir como la nuestra; capacidades que hemos ejercitado ampliamente a lo largo de la historia.

Los chimpancés tienen guerras, cometen infanticidios y agresiones brutales, pero es triste darnos cuenta que nosotros nos hemos vuelto mucho más violentos. Somos una especie capaz de lo mejor y lo peor. De hecho, los comportamientos que nos repugnan los denominamos “inhumanos”, como si fueran incomprensibles, extraños, ajenos a nuestra verdadera naturaleza.

No tenemos el cerebro más grande del mundo natural, nos superan las ballenas y los elefantes, pero sí es el mayor comparado con nuestro tamaño y también el que ha demostrado las mayores posibilidades y los mejores resultados. El tamaño del cerebro se debe al crecimiento de la corteza, la región superior que vemos plegada, la más conocida del cerebro humano. Gran parte de la corteza está ocupada por zonas de asociación que se ocupan de integrar la información externa, discriminar, comparar con experiencias previas, planificar, tomar decisiones y prever a futuro. También posee la capacidad para integrar la información y la ejecución. La conciencia moral, es otro aspecto que nos diferencia de los animales. Compartimos en el inconsciente colectivo los códigos de los comportamientos socialmente adecuados y los prohibidos, lo que debemos y no debemos hacer de acuerdo a la cultura y los usos y costumbres. El sentimiento de culpa nos regula de acuerdo a lo que hacemos mal y cuando actuamos injustamente.

Las peculiaridades más determinantes, las características más humanas, son más cuantitativas que cualitativas. En las patologías mentales como las psicosis, se pierde el sentimiento de culpa, por esta razón son capaces de matar con crueldad y sin remordimiento.

Las migraciones prehistóricas, las rutas de comercio, las exploraciones de los continentes, las redes de ferrocarril, teléfono, internet son parte de la característica innata que tenemos de formar redes sociales que hoy en día abarcan todo el planeta. La capacidad para lo simbólico nos ha abierto la puerta a la espiritualidad y a la moralidad, al imaginar buenos y malos desarrollos de nuestras acciones. La evolución actual es el resultado de una mezcla de evolución biológica y cultural, que están íntimamente interrelacionadas.

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