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Noticias del cielo

Cuando Fernando del Paso llegó al cielo ya lo estaban esperando. Los primeros en recibirlo fueron Carlota y Maximiliano. No era casual, el escritor había convivido con ellos a lo largo de diez años, se podría decir que era el historiador que mejor los conocía, no obstante, los tres se sorprendieron de encontrarse allí. «¡Bienvenido, don Fernando!», le dijo la emperatriz con una sonrisa cómplice. «No se sorprenda de vernos a estas alturas, estamos aquí porque fuimos víctimas de las circunstancias», le dijo Maximiliano. «Si no hubiera sido porque fui fusilado por órdenes de Juárez, él no hubiera pasado a la Historia». Era evidente que a Del Paso no le gustó el comentario de Maximiliano: «A Juárez lo hirió profundamente el hecho de que su patria fuera mancillada por el Ejército de una Francia de la que él, hombre ilustrado, hijo del Siglo de las Luces, habría sido siempre un devoto admirador. Sin batallas, los héroes no existen. Sin Francia y sin Maximiliano, Juárez nunca hubiera sido tan grande». Al escuchar lo anterior, Carlota frunció el ceño y sin más exclamó: «Soy María Carlota Amelia, prima de la reina Victoria de Inglaterra, gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias del Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austríacas bajo las alas del águila bicéfala de la Casa de Habsburgo. Yo soy hija de Leopoldo, príncipe de Sajonia-Coburgo, y nieta de Luis Felipe, rey de Francia. Soy mujer de Fernando Maximiliano José, archiduque de Austria, príncipe de Hungría y Bohemia, conde de Habsburgo, príncipe de Lorena, Emperador de México y Rey del mundo. Y ahora tengo otro título nobiliario gracias a su nuevo Presidente, me he autonombrado Emperatriz Fifí de las Américas».

Por su parte, a Maximiliano le urgía tener noticias de México, quería conocer la situación política en la que se encontraba el país un siglo y medio después de haber sido fusilado en el Cerro de las Campanas: «Verá usted, don Max, nunca como ahora México sigue dividido entre conservadores y liberales. Como Juárez, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, plantea reconstruir la nación con reformas basadas en los principios juaristas. Se podría decir que toda su vida se ha inspirado en el Benemérito de las Américas. Pero sin duda el mayor objetivo de su gobierno es luchar contra la corrupción que nos ha provocado la mayor crisis social: con la violencia, la desigualdad y la pobreza. En el México de su imperio, en 1864, éramos 8 millones de mexicanos. Ahora somos casi 130 millones, de los cuales, más de 60 viven en la pobreza. Estamos peor que en el siglo XIX. Como dije en mi discurso al recibir el Premio Cervantes 2015: ‘Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, los abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo. Criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza. Pues bien, me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora… Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza'».

Maximiliano no daba crédito a lo que acababa de oír. «¡¡¡Les urge otro Emperador!!!», apuntó casi sin pensarlo. «¡¡¡Pobre México!!!», agregó con amargura el Emperador. En ese momento lo interrumpe Carlota y dice: «México es la nada que no quiere ser destronada. En ese país, se tropieza con ella a cada paso y es un granito… Fue menos difícil erigir las pirámides de Egipto que vencer la nada mexicana».

A Fernando del Paso le dolía escuchar hablar así de su patria. Pero lo que más le dolía era que ya no iba a ser testigo de los cambios prometidos por el futuro Presidente, a quien había defendido durante el desafuero impuesto por Fox; tal como AMLO recordó en su tuit al conocer la muerte de Fernando del Paso: «Era el mejor escritor vivo del país… Nunca olvidaré el apoyo que me dio durante el desafuero».

Ahora que están los tres juntos en el cielo, estoy segura que tendrán todo el tiempo del mundo para redimir el siglo más romántico de la historia mexicana. De mi parte les estaré mandando noticias de la Austeridad Republicana hasta el cielo.

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