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Nos está fallando la memoria

El olvido cotidiano no puede considerarse un mal funcionamiento de la memoria, sino una parte saludable y adaptativa del funcionamiento normal del cerebro. La memoria y el olvido funcionan en conjunto. Dependemos de la memoria para aprender, recordar, rememorar, y dependemos del olvido para contrarrestar, esculpir y silenciar los recuerdos. Estas funciones son vitales para el funcionamiento cognitivo, la creatividad y la salud mental.

El estrés postraumático es un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando las personas no olvidan un accidente, el duelo, la violencia, un secuestro, en fin. Es importante conservar los hechos de una experiencia traumática, pero para el proceso de curación hay que dejar que esa experiencia traumática se desvanezca. Cuando sigue viva en la memoria la persona se queda atrapada en el evento reviviendo la angustia a perpetuidad con todas las consecuencias que esto causa: miedo, ansiedad, depresión crónica. Cuando el trastorno por estrés postraumático sigue en la memoria, el trauma psicológico es muy desgastante. El olvido en estos casos los protege de la ansiedad debilitante, el miedo y la inseguridad.

Recordar los eventos traumáticos como si fuera el presente es un desgate de energía y falta de atención al aquí y el ahora. La resiliencia es importante para resolver. Dejar ir, olvidar, es necesario para mantener la salud mental, además de ser reconfortante.

Seguramente han notado que últimamente por consecuencia de estos dos años de la pandemia se nos olvidan cosas sencillas, nombres de personas, objetos, esas palabras que surgen con facilidad. Me sucedió cuando, al estar dando una capacitación, una palabra tan simple como el hule espuma, no venía a mi memoria. Le dí vueltas, hasta que cambié el tema.

Las neuronas contienen nanomáquinas que se dedican a la construcción de recuerdos nuevos, y también tienen la función de olvidar recuerdos almacenados. Antes se afirmaba que olvidar cualquier cosa insignificante se debía a un fallo de los mecanismos de memoria del cerebro, otros afirman que son síntomas de demencia senil o Alzheimer. Los avances en neurociencia consideran esas conclusiones una idea simplista. El olvido cotidiano no es considerado un mal funcionamiento de la maquinaria de la memoria, sino otra función de la maquinaria tan saludable y adaptativa del funcionamiento.

Dependemos de la memoria para recordar, aprender y rememorar y dependemos del olvido para contrarrestar y silenciar los recuerdos. Estas funciones de la memoria son vitales para el funcionamiento cognitivo, la creatividad y la salud mental. La capacidad de memoria alcanza su punto máximo a los veinticinco años y disminuye gradualmente a los 60, pero es muy variable, depende de la actividad de cada persona; los adultos mayores tienen mejor memoria de largo plazo.

Para mejorar la memoria van varias recomendaciones. No forzarla: obligarse a recordar algo es contra producente, se sentirán frustrados y la frustración permite que la parte emocional afecte las partes del cerebro que recuperan recuerdos. No haga varias cosas a la vez: preste atención a las pequeñas tareas que normalmente realiza en piloto automático como lavarse los dientes. Deje el teléfono cuando está comiendo: elimine las toxinas de su cerebro. Tranquilícese: esto fortalece el lóbulo frontal que está involucrado en la codificación, la recuperación de la memoria y en la regulación del estrés. Aprenda a meditar, practique yoga, respire lenta y profundo, camine, la intimidad reduce el estrés, duerma sin ruidos y sin luces. Socialice: preste atención a las personas cuando habla con ellas, el cerebro no estará distraído y recordará la conversación. Es una pena que las parejas hoy en día no dialoguen, no se miren a los ojos, ambos están más interesados en leer los mensajes del celular.

Si no tenemos una conexión profunda, si no se presta atención a la clase del maestro, a la lectura de un libro, no podemos esperar recordar lo aprendido.

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