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Borja Veiga

Noche de Oscars

Es noche de Oscars, es noche de cine, una de mis grandes pasiones. Recientemente regresé a mi Barcelona natal después de vivir una temporada en New York. La experiencia ha sido genial y enriquecedora. A pesar de que Barcelona es una ciudad también rica en su diversidad cultural, la dimensión de lo que viví en New York seguramente no tiene parangón.

Me preparo para ver una de las fiestas del cine que este año viene salpicada por una polémica que no acabo de entender, y es la de la discriminación positiva. No comprendo cómo puede reclamarse la nominación por cuotas, sea cual sea tu etnia o tu religión me parece una postura viciada per-se. La actuación de Will Smith en Concussion me pareció exquisita, pero las razones en las cuales se ha fundamentado la protesta, no me parecen el camino correcto para que evolucionemos, eduquemos a las generaciones futuras y empecemos a abrazar nuestra diversidad sin prejuicios, discriminación o miedo.

En todos los aspectos debemos evolucionar como seres humanos. Desconozco cuál debería ser el siguiente paso que habría que dar. Los acontecimientos de Paris, lo que sucede en Siria, la tragedia que es para mí la creciente desigualdad y la desaparición paulatina de las clases denominadas medias, están minando mi corazón.

Hoy, día de cine, aunque en mi vida prácticamente todos lo son, y pensando en este texto, me vienen a la memoria películas que he visto recientemente y que me desgarran el alma provocando sin rubor un verdadero llanto. No consigo contener las lágrimas con La Lista de Schindler u Hotel Ruanda y hay tantas otras que podría nombrar. Generan una tremenda ambigüedad y reflejan la dualidad del ser humano, como algunos pocos llegan al extremo compromiso y luchan contra la desigualdad, la barbarie y la locura. ¿Como podemos transmitir los valores de quienes ante el genocidio y la injusticia decidieron comprometer su fortuna e incluso su vida con el fin último de salvar a los oprimidos y ofrecer valerosa resistencia a la opresión y el asesinato?

Es descorazonador ver de lo que somos capaces. Nos refugiamos en absurdas proclamas religiosas, por dinero, pero en la mayor parte de los casos por codicia y miedo, miedo a lo distinto, y todo para cometer actos atroces que deberían desaparecer de nuestra realidad como sociedad. Aun me queda la esperanza que me dan personajes como los que reflejan las películas que menciono. Sin llegar a la pantalla, aun, y digo aun porque estoy seguro de que finalmente se hará una película de este hombre, José Mujica nos ha mostrado un camino nuevo, y en la última entrevista que he visto de él mencionaba algo que me ha marcado y me ha hecho pensar mucho, dijo algo como: ¿es aquí donde podemos llegar como seres humanos?  Esta pregunta suya es la que me atormenta cuando pienso en el boicot de los Oscar, en los sucesos de Paris, en la Guerra de Siria, en el sufrir de los venezolanos. Luego me pongo inspiradoras películas como Invictus y sueño con que aún tenemos esperanza, pues lo que más me marcó de esa película es el concepto que la figura de Mandela nos transmitió. Desde la revancha y el odio no se hubiera podido construir un país, no podemos avanzar como seres humanos y sociedad desde el odio y sin perdonar, de una vez por todas, las ofensas, por terribles que sean. Esta reflexión me lleva a otro gran momento fílmico, el de The Kindom. Después de unos atentados en suelo saudí, en una base americana, y tras la muerte de unos y otros, la película profundiza más y no solo se detiene en el hecho terrible y sin sentido de un atentado terrorista. Nos lanza un mensaje poderoso cuando tanto el terrorista como sus perseguidores dicen las mismas palabras a sus queridos y son algo así como “tranquilo, acabaremos con todos ellos”. Esa reflexión es la que nos hace no avanzar.

Todo ello me lleva de nuevo al principio de mis reflexiones acerca de la discriminación positiva. Es innegable y odioso que existió y existe el racismo pero no deberíamos instaurar cuotas porque eso para mí fomenta la discriminación misma.

Así que no nos quedemos aquí, no nos conformemos, las utopías no lo serian tanto si creyéramos y abrazáramos las ideas de los más valientes, de los que luchan por la igualdad, de los que no temen y van, ligeros de equipaje material, en su paso por esta aventura que es la vida. Busquemos en la imagen frente al espejo esa parte que todos tenemos, ese potencial Mandela, Schindler, Mujica, Reich. No son actos ostentosamente valerosos los necesarios si no más bien pequeñas aportaciones, diminutas gotas que sumadas pueden crear una marea evolutiva, transformar el egocentrismo mediante la educación. Demos ese paso que la humanidad necesita para que por fin y de una vez por todas comprendamos que somos iguales y maravillosamente distintos. Esa diversidad en la fe, raza, valores, costumbres y cultura es la que nos hace maravillosos y no nos debería separar.

Al final, el poder, la riqueza y el dominio de unos sobre los otros desaparecerán inexorablemente, pues todos debemos morir, es el orden natural de las cosas. Lo único que perdurará es nuestro legado, la memoria de cómo hemos decidido comportarnos con nuestros compañeros en este viaje. Tú decides si quieres ser el que tiende la mano o el que aprieta el gatillo, el que discrimina o el que integra, el que comparte o el que acapara. Al final creas en un mañana o no, lo que es sin duda seguro es que lo que aquí tienes y haces no será más tuyo sino de los que vienen detrás, ¿que deseas dejar tras de ti?

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