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Guadalupe Loaeza

No tengo edad…

Cuando era una joven soñadora, nada me gustaba más que escuchar «Radio 6.20, la música que llegó para quedarse». Me encantaban las canciones de Pat Boone, Doris Day, Connie Francis, Ricky Nelson, Perry Como, Dean Martin, Frank Sinatra, sin olvidar las «Grandes Bandas» de Glen Miller, Benny Goodman, Tommy Dorsey, Duke Ellington, etcétera. Gracias a esta estación de radio seguía minuciosamente, semana a semana, los éxitos del Hit Parade y los resultados del Festival de la Canción de San Remo. Recuerdo que en 1964, la ganadora fue la canción “No tengo edad” interpretada por Gigliola Cinquetti, la cual también cantaba en español. Además de la melodía, la letra describía exactamente mi «enamoramiento» de esa época con mi jefe, el doctor Aníbal Abadie-Aicardi, Encargado de Negocios a.i. del Uruguay. Entonces yo trabajaba en el consulado y me pasaba todo el día expidiendo pasaportes y facturas consulares. El mío era, naturalmente, un amor platónico a un hombre mayor, doctor en Historia, francófilo y autor de varios libros nacido en Montevideo, divorciado y sumamente atractivo semejante a Gregory Peck. Entonces él tenía 35 y yo, 18 años.

Fue así que me hice adicta, en esos años, a la canción, cuya letra decía todo lo que yo no le podía decir: «No tengo edad, no tengo edad, para amarte y no está bien que salgamos solos los dos. (…) tal vez querrás, tal vez querrás, esperarte que sea mayor y pueda darte mi amor…».

El doctor Aníbal Abadie-Aicardi tiene 92 y yo cumplí… Ya ni me acuerdo, porque… no tengo edad… No, no tengo edad para recordar cosas de las que me niego a acordarme, como por ejemplo mis cumpleaños. El caso es que ya pasaron 57 años de aquel amor platónico de juventud, y tengo la impresión de que ya pasó una eternidad, que le sucedió a otra persona que no soy yo, en otro país que ya no es el mío y en otro tiempo que ya no me pertenece. Como dice el poeta Jorge Guillén:

Pasan los años y el fatal balance
se impone ya a los más
desprevenidos.
¿Qué me propuse, qué logré, qué
alcance
tuvieron mi agudeza, mis
sentidos?
Es inútil que un modo siempre
astuto
de mentirme despliegue sus
sofismas.
Con la verdad al fin ya no discuto.
Mis ilusiones hoy ya no son las
mismas.

La verdad es que no tengo edad para cumplir años en plena pandemia, me parece una injusticia para los que mueren jóvenes, realidad que se ve más frecuentemente con las nuevas variantes del virus. No tengo edad para enfrentarme a la realidad de que el calentamiento del planeta está a punto de salirse de control. No tengo edad para entender la 4T, ni las mañaneras, ni mucho menos las predicciones de López-Gatell que siempre resultan producto de la política y no de la ciencia. No tengo edad para aceptar tanta brutalidad y violencia que a diario se da en mi país, México, no la tengo porque me parece absolutamente inaceptable que sexenio tras sexenio, las cosas no mejoran, sino más bien empeoran. No tengo edad para tantas estupideces con las que me topo en las redes sociales que atacan a las mujeres, a las personas mayores y a los periodistas independientes y críticos. No tengo edad para tolerar a un Presidente que afirma: «Imagínense, los que han estudiado en Harvard (ha de ser la única universidad extranjera de la que ha oído hablar) o en otras universidades del extranjero y aprenden a robar, a eso van, o ayudar a que roben otros y que ellos reciban migajas del botín. ¿Para qué entonces estudiar en esas circunstancias? Pero existe esa mentalidad, es una mentalidad elitista, clasista, racista». No, no tengo edad para soportar las expresiones de López Obrador, basadas en la ignorancia y en complejos sociales y raciales. No tengo edad para entender la tecnología actual, ni siquiera la computadora en la que estoy escribiendo. No tengo edad para entender el léxico de los jóvenes con esa mezcla entre inglés de baja ralea y un español champurrado, y también cuando utilizan palabras altisonantes que ahora ya se dicen hasta en la televisión y en la radio: «vale madres», «con una chingada», «vete a la verga», «¡ya la cagaste!», pura coprofilia.

Y por último, no tengo edad para cumplir… 75 años. Merde!

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