Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

No hay salidas cómodas

Los constituyentes deliran en su cenáculo espurio. Unos, por ignorantes. Otros, por desvergonzados. Son estos últimos los que, a sabiendas de la corrupción que empaña más la concepción de ese engendro que su propio nacimiento, se prestan para orquestar felonías que concentren de nuevo todo el poder en las manos de sus jefes. Algunos, los memos, creen construir la utopía posible. Otros, más cínicos, bien saben que cimientan la dictadura de Maduro. Son ellos aleves imperdonables merecedores de un estrado en la mazmorra de los intrigantes.

Sus decisiones son solo actos majaderos de una élite terca. Son ellos un circo trágico que debe hundirse en el olvido como las piedras en el mar. Son un pecado que degenerará en una pandemia. Sobre todo en estas tierras donde la democracia es frágil. Pero se reúnen, y en sus convites indecorosos decretan e incluso, legislan. Ordenan y acusan. Sin pudor hablan de paz y del repudio al odio, y sin embargo exudan su bilioso resentimiento. Y entre tanto, dentro y fuera de nuestras fronteras se habla de diálogo, de un encuentro. ¡Vaya desatino! ¡Vaya desgracia!

Llegan los palabreros con las ofertas de sus mandantes. Prometen a sabiendas de su inefable intención de violar la palabra empeñada. Son sus señores arteros a los que la verdad les queda grande. Llegan para comprarles tiempo a los jefes. Y digo yo, es hora de plantarse frente a ellos y sin piedad exigirles la inmediata devolución de lo que nos robaron: el país, el futuro.

No hay cohabitación posible con quien no dialoga ni quiere paz. No la hay con aquel cuyo fin último es una sociedad abusada y ese delito, más que imperdonable, debe ser impedido. Muy pronto ya podría ser tarde. Y solo nos restaría llorar, cuando la libertad no sea más que una ilusión.

No hay salidas cómodas.

Erramos en el pasado, y si bien errar es de humanos, también lo es trastear con el peso de las culpas; que sobre el lomo, hincan su peso dolorosamente. Pronto puede ser tarde, he dicho, porque, como el cáncer, esta enfermedad que es el chavismo-madurismo, corrompe a la sociedad cada día más. O peor, la invade con su veneno.

La salida – o la transición – está planteada en los únicos términos que la élite conoce: los que imponen su tozudez y su soberbia. No hay modo de rehuir una confrontación con quienes temen perder el poder, porque sirve este como salvoconducto, como refugio; porque sus pecados, que son muchos, ya son imperdonables.

El discurso políticamente correcto no deja de ser una estupidez. Una salida electoral resulta hoy, impensable; como increíble es la buena voluntad de esta élite, cuyo único propósito es adueñarse del país y de nosotros. Bien lo leí al inicio de este horror, en un artículo de Rodolfo Schmidt o Alberto Quirós Corradi, ya no lo recuerdo: nosotros no declaramos la guerra. ¡A nosotros nos las declararon!

Hey you,
¿nos brindas un café?