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No estás sola

Querida Elena:

No estás sola. Tienes como aliadas a miles de mujeres, en México y en el mundo, que han pasado por lo que tú pasaste hace 64 años. En esa época tú eras una jovencita recién salida de colegio de monjas que «entraban, más niñas que nunca, páginas en blanco, sin ninguna preparación para la vida», como escribiste en tu réplica que enviaste a nuestro periódico a raíz de las declaraciones totalmente injustas de la familia Arreola, como defensa del «padre y abuelo que ya no están para defenderse». Hace 64 años, embarazada de tu hijo Mane, sí estabas sola, infinitamente sola, tal como lo relatas en tu más reciente novela El amante polaco, basada en la historia de los Poniatowski. En esas páginas Juan José Arreola, lo describes, sin dar su nombre, como «el maestro» y a ella, es decir tú, como a una alumna abusada por el tutor: «Estoy sola. No sé que es el amor. Lo que me ha sucedido. El catre, la amenaza, el ataque nada tienen que ver con lo que leí en los libros». No quiero imaginar tu soledad de esos días en el convento de monjas en Monte Mario, Roma. No quiero imaginar la tristeza de tu madre que tanto te quería, de saberte tan desamparada e incomprendida por un mundo lleno de convencionalismos e hipocresías. Y menos quiero imaginar tu culpa por haber caído en las redes de un maestro manipulador, soberbio y egocéntrico «que sabía lo que hacía con una joven inexperta e ingenua en todos los sentidos». Hace poco leí que, según el poeta argentino Saúl Yurkievich, Arreola tenía su prestigio de escritor como la menor de sus virtudes. Sin embargo lo que más le gustaba era «soñarse hipersexuado, infalible seductor, instalado en un paraíso sensual». Qué ufano se ha de haber sentido de haber conquistado y violado a la princesa y a otras muchas más, entre ellas, a la pianista Tita Valencia quien lo acusara de agresiones sexuales o psicológicas. Tu réplica, querida Elena, no tiene desperdicio. Si antes te admiraba por todas tus enseñanzas de las que he sido privilegiada desde hace muchos años como maestra y como amiga, ahora me pareces una madre ejemplar por amorosa, pero sobre todo por digna y honesta. «Arreola jamás vio a mi hijo, jamás lo conoció, jamás lo mantuvo. Pudo enviarle un libro, jamás lo hizo. En cambio, si mi hijo hubiera manifestado el deseo de conocerlo, por respeto, habría cumplido su voluntad. Ya adulto, Mane jamás buscó verlo». Qué bueno que Mane nunca conoció a Arreola, se hubiera decepcionado, seguramente, tu hijo que es de tan bajo perfil y discreto no le hubiera gustado su grandilocuencia, ni mucho menos, su intenso protagonismo, especialmente su irresponsabilidad. Como tú misma lo escribiste en tu réplica: «Arreola nunca fue capaz de poner en orden su vida y eso lo sabe la familia. Solo pudo ‘echar a perder quién sabe qué de muy bello que tenía'».

Qué orgullosa debes sentirte de Mane, tu hijo, a quien tengo la fortuna de conocer, me cae muy bien por su enorme sentido de humor, lo cual prueba que es un hombre inteligente. Y vaya que lo es. Gracias a la investigación de Priscila Chavarría de Vanguardia MX, misma que buscó en la página oficial de la Universidad Autónoma Metropolitana, sé que Mane cursó la Licenciatura en Física, egresando en 1978. Después de graduarse, sé que viajó a Francia donde realizó una estancia de investigación en la compañía Thompson CSF en Orsay y posteriormente se integró a la Universidad Pierre et Marie Curie en París, donde realizó un Doctorado de Estado y, como parte de este, pasó un año en el Campus lrvine de la Universidad de California. Sé que ha publicado 143 artículos de investigación que hasta enero del 2017 habían producido poco más de 3000 citas. Sé que ha presentado trabajos de investigación en 142 eventos tanto nacionales como internacionales. Que ha sido miembro del SNI desde 1987. Y profesor visitante en la Universidad de París, campus V, VI y VII, y en el Instituto de Óptica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. He allí un currículum brillante. Algo has de haber tenido que ver, ¿no crees?

No, Elena, no estás sola. Como prueba permíteme recordarte el himno feminista, que ahora cantan millones de mujeres y que dice en uno de sus fragmentos: «Y la culpa no era mía, ni a dónde estaba ni cómo vestía… El violador eras tú… Duerme tranquila, niña inocente, sin preocuparte del bandolero…».

El violador eras tú, Juan José Arreola…

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