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Ni el muro de Berlín cayó en un día, ni Evo cayó en un día

La caída del muro fue el símbolo del fin de la guerra fría y el desmembramiento del imperio soviético en 15 repúblicas. El muro cayó en un día, pero sus bases se habían ido erosionando a través de los años; restricción de libertades, cansancio hicieron el aire irrespirable.

Lo que en un momento fueron sueños de igualdad, de justicia, de un mejor futuro, se fue transformando en rutina, decepciones, somnolencia; el pensamiento se uniformó, los libros se uniformaron, las fronteras se cerraron, el poder no tuvo la fuerza de renovarse, el mundo brillante se volvió gris.

Bastó, dice la historia, un anuncio mal interpretado de apertura, para que la gente se dirigiera masivamente al muro y este no resistiera el avance de las masas. Así, un día marcó el fin de una cicatriz que hirió las conciencias del mundo por 28 años. Ese día la gente pensó y habló.

¿Evo?

Evo cayó en un día, un día de tres largas semanas, un día inesperado, como inesperadas han sido las enormes manifestaciones sociales en Chile, y ese es el único punto de comparación.

Evo, el primer presidente indígena de Bolivia, tierra de indígenas hasta él gobernada por una elite, tierra de humildes campesinos hasta ahí olvidados de la historia.

Fue una larga etapa de catorce años, fue el presidente que dio estabilidad al país, el presidente que más duró en el poder, “duré más que Víctor Paz Estenssoro”, le gustaba decir.

Catorce años en los cuales nacionalizó los recursos naturales, “Gas para Bolivia”, le gustaba decir, y el crecimiento económico del país pasó del 4.8% al 5.5% al recuperar sus recursos naturales. Su gobierno presentaba cifras que harían palidecer de envidia a los gobernantes de otros países: dobló el ingreso per cápita, la tasa de desempleo llegó a un 3%, y sobre todo, la pobreza disminuyó del 38% a 15.2%.

Sin embargo, Evo cayó en un día.

Habría que preguntarse cuándo comenzó aquel día, en qué momento los cimientos de su gobierno se fueron fracturando.

El 21 de agosto de 1971, el general Juan José Torres fue derrocado por un golpe militar; en aquella época la Central Obrera Boliviana (COB), los mineros, los estudiantes, salieron a las calles a defender el gobierno de Jota Jotita, como cariñosamente se le llamaba, sin embargo, el golpe militar respaldado por Brasil, por los Estados Unidos y la oligarquía boliviana triunfó. El general Hugo Banzer asumió el poder. Era la época de las dictaduras militares en Latinoamérica.

En noviembre 9 de 2019 ni la COB, ni los estudiantes, ni los mineros de Potosí llamaron a apoyar a Evo, por el contrario, unieron sus voces al movimiento social que lo cercó, y le pidieron que renunciara. Incluso un líder de una fracción de los temidos ponchos rojos, milicia aimara aliada del gobierno, Nelson Condori, se abrazó con Luis Alberto Camacho, el principal vocero de las marchas sociales y pidió la renuncia de Evo; un líder indígena, pidiendo la renuncia de otro líder indígena.

Cierto, sectores del movimiento político del presidente llamaron a defenderlo y a reconocer el resultado de unas elecciones a todas vistas truchas, pero ya eran minoría.

¿Los militares? Los militares observaban y tras un informe de la OEA corroborando el fraude en las elecciones, le sugirieron a Evo que renunciara propinándole un golpe mortal. Los tiempos han cambiado, hoy los militares sugieren, aunque, lingüistas avisados, los militares saben cómo manejar las palabras, en el Chile de Pinochet no torturaban, apremiaban, no dieron un golpe, se pronunciaron.

Sí, los mismos militares que gritaban “Patria o muerte” al final de sus actos, los mismos que se declararon soldados del proceso de cambio, los mismos que seguían los cursos de política antiimperialista, los mismos a los que Evo les concedió ventajas económicas muy superiores a las del pueblo. Siempre es bueno tener a los militares de su lado, debe haber pensado al leer los libros de historia. Kaliman, nombre del general en jefe del ejército también los había leído, pero la misma historia puede leerse de formas muy distintas.

¿En qué momento Evo se distanció tanto como para perder el apoyo de su gente?

El poder, maldito poder que corroe, maldito poder al que se aferran perdiendo la perspectiva, ese poder personal que hace que se piense que es peligroso formar a alguien que los reemplace, ese poder insolente que hace negar el valor de los otros, ese poder que se vuelve sordo al descontento y solamente escucha las alabanzas, ese poder que obnubila y lleva al cansancio.

Los errores que condujeron a la caída:

intentar permanecer en el poder por cuarta vez cuando la constitución otorga dos periodos disfrazando la voluntad popular para entronizarse. Evo llamó a un plebiscito para que le permitieran ser candidato por una cuarta vez y lo perdió, el pueblo dijo “No” por el 51.3%.

Reconoció la derrota, Evo-pueblo, pero a los pocos días el Tribunal Constitucional desconoció el resultado puesto que violaba (sic) el derecho humano de Evo a ser reelegido de por vida, Evo todopoderoso.

Ganó, y candidato per saecula saeculorum, con orgullo vaticinó la derrota de los “vende patria”: “sacaremos 75% como mínimo, los revolcaremos, nunca más volverán a gobernar, estaremos para siempre en la Casa del pueblo”, nombre que dio al palacio de gobierno que hizo construir cerca de la sede de gobierno. “Que se despidan”.

Error jugar la división y vaticinar una democracia sin oposición, olvidando que el muro no cayó en un día.

Llegaron las elecciones y al ganar, puesto que muy probablemente ganó, pero al no tener el 75%, o el 50%, y solamente el 40% y con menos de los 10 puntos de ventaja necesarios para ser electo sin tener que enfrentar una insegura segunda vuelta, el tribunal electoral por su partido nombrado suspendió la transmisión del conteo de votos y al retomar las transmisiones 24 horas más tarde el resultado cambió sorpresivamente dándole la victoria.

Fraude fue la palabra que recorrió Bolivia, fraude se sintió en las calles, fraude en las esperanzas.

Evo cayó en un día, aquel en que no quiso ver la realidad, en que perdida la humildad se creyó capaz de desafiar el destino. Y cuando tras un informe de la OEA que puso en duda el resultado y pidió repetir las elecciones, auditoría que él mismo había solicitado, quiso ponerse a tono con la historia y llamar a nuevas elecciones ya era demasiado tarde, se había distanciado mucho de aquella época en que joven dirigente junto a las masas se enfrentaba al poder.

¿Qué le espera a Bolivia?

Ojalá no sea el regreso al pasado, ojalá el futuro no sea una calle manipulada Biblia en mano por Luis Alberto Camacho, un iluminado Bolsonaro boliviano, o una calle controlada por policías y militares, o una calle donde se enfrentan hermanos contra hermanos. Esperemos que el orden institucional y constitucional regrese a Bolivia y se dé paso a elecciones democráticas cuya transparencia sea garantizada por organismos internacionales.

Ojalá no se regrese a aquella lejana época en que un niño campesino, un niño indígena soñaba con un mejor destino para su pueblo.

Ojalá el sueño continúe y avance mañana por sobre la ambición de poder, mientras un hombre, otrora niño campesino, cruza el cielo boliviano rumbo al exilio.

¡Ojalá!

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