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Negro sobre blanco

En medio de la incerteza en Venezuela, en donde no parece adivinarse cómo acabará o qué rumbo tomarán los acontecimientos, hay algo que va más allá de la andadura política y económica del país: la creatividad que emana de las memorias que tienen los venezolanos del país que los vio crecer.

Así es como Maria Eugenia Manrique, autora venezolana afincada en Barcelona y maestra zen de lo cotidiano, artista del sumi-e y de la caligrafía china, nos sumerge en el mundo de su infancia y de las interacciones humano-animales.

La escritora nos ilumina con su nuevo libro «La caimana», acompañado de las espléndidas ilustraciones del reconocido artista visual, también venezolano, Ramón París, y nos hipnotiza con su relato que emerge de aquellos veranos en los llanos a orillas del río Apure, en la localidad de San Fernando, de donde es originaria su madre.

Qué mejor momento que recordar la Venezuela del pasado con un tributo a una caimana, una especie que pareció en extinción, aunque los esfuerzos de conservación lo han evitado.

Ésta es la apuesta de la editorial venezolana Ekaré, una de las joyas de la corona de la literatura infantil hispanoamericana, que no cesa de enriquecer a la humanidad, y concretamente a los niños, con sus intercambios culturales e historias y tradiciones a ambos lados del Atlántico.

Se trata de un cuento inspirador, de cómo parece que los animales están en el mundo por algo o por alguien, para compartir la paz, la calma y la serenidad que supone el bienestar. Así nos lo explica esta historia de amor, de las de verdad, entre el joyero italiano José Faoro y un bebé huérfano de caimán encontrado en la maleza.

Era la época en que los caimanes eran abatidos para comercializar con sus pieles, y José rescató al pequeño reptil y le dio espacio en su vida, poniéndole de nombre «Negro», pensando que era de sexo masculino, hasta que más tarde se dio cuenta que era una hembra.

Como telón de fondo, la historia real de José con la que fue su esposa Ángela, y el revuelo de niños que adoraban a la caimana, entre ellas la autora, y que pasaban a diario a visitarla y a jugar con ella.

Por mucho que se haya abordado el comportamiento y el beneficio mutuo en las relaciones de las personas y sus mascotas, siguen alimentando el imaginario colectivo de nuestras culturas. «La caimana» es un libro sano y saludable que ningún niño debería dejar de leer. Un cuento que nos habla del ciclo de la vida y de la conexión entre especies.

El público infantil puede agradecer esta historia nacida del corazón, un relato sobre los límites de la condición humana y de los reptiles cuando se trata de afecto y la necesidad de compartir trayectos vitales.

El libro, que ha tenido una gran acogida en España se dará a conocer en la Feria de Bolonia el próximo junio.

Aprovecho la ocasión para hacer un alegato a favor de los cuentos infantiles. Son narraciones que ayudan a entender hechos y situaciones. Que ayudan a reflexionar y quedan retenidos en la memoria de los pequeños para siempre. Son relatos que ayudan a educar, promueven la inspiración y hacen volar la imaginación, y que muchas veces hacen descubrir nuestra propia historia.

Así pues, por encima de todo, los cuentos tienen un componente transformador y hacen crecer a nuestros hijos. Son saludables para la mente. Y mucho más cuando están impresos en papel, el negro sobre blanco de las letras, y con los colores y las líneas de las ilustraciones, todo en su conjunto despierta las sensaciones y facilita la concentración en esta era de la dispersión ¡Que la imprenta no se detenga!

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