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Negocios son negocios

Negocios son negocios. En cosas de dinero, la palabra empeñada vale más que cualquier documento. Ley de vida. Ley de la calle. Pan Pan. Un Smith & Wesson, calibre 38. Pero se supone que en las sociedades civilizadas, la gente de bien debería entenderse de buena gana, contrato de por medio –cómo no-, pero echando mano de la calidad humana, de los valores, de la ética. No hace falta ser un genio, ni haberse recibido con honores en Harvard. Sentido común.

Tengo 10 años ejerciendo como reportero de negocios, en Caracas (Venezuela). Me ha tocado entrevistar a altos ejecutivos, empresarios, hombres de negocios, expertos en Management, etcétera. Mi visión del periodismo hoy, y también de la vida, es una muy distinta. Porque cuando arranqué tenía 30 años, y venía de la fuente política. El dinero lo cambia todo. Por dinero baila el mono.

Mis colegas suelen viajar con frecuencia, invitados por alguna gran corporación. A mí nunca me ha gustado mucho ese tipo de viajes, porque –de cierta manera- compromete con la fuente. Sólo he hecho dos viajes fuera de Venezuela: a Sao Paolo, en 2008, a ver la Fórmula 1; y un press trip a Cartagena, en 2009. Me han regalado muchas cositas; la única costosa, una Palm Zire One.

Naturaleza humana

La verdadera ganancia ha sido la comprensión de la naturaleza humana. El dinero está en el centro de nuestras vidas. Soy católico practicante, y un mensaje central de los Evangelios es la pobreza, como modo de vida. No puede decirse que llevo vida de magnate, pero gozo de ciertos privilegios. Una cosa no está reñida con la otra. Me tocó ejercer el periodismo de negocios, en tiempos de Hugo Chávez.

Dentro del periodismo de negocios, me especialicé en Responsabilidad Social Empresarial (RSE), y de tal manera me involucré con la fuente, que entre 2007 y 2008, dirigí la AC Sinergia, una organización de desarrollo social, dedicada a promover el derecho de asociación, y el derecho de participación. Una palabra ha sido clave en estos años: ética.

Mis salarios nunca fueron astronómicos. Más bien me tuve que privar de muchas cosas, para hacer el trabajo como debía. Más de una vez, la fuente ha querido entablar charlas amistosas conmigo, y, aunque la persona me haya caído muy bien, he debido cortar por lo sano, sin ser grosero. A la par, profundicé en estos años en el periodismo de tecnología, que está muy asociado a la fuente de Economía & Negocios.

Entiendo de economía, lo suficiente. Pero no me atrevería a cubrir asuntos de macrofinanzas. Mi foco ha estado puesto en los negocios, y, dentro de los mismos, en la RSE. Sí. Puertas adentro, cuando cruzo el dintel de mi casa, los disparadores internos son ético-religiosos. Me mueve la fe católica. Sin aspavientos, ni visiones angelicales. En Venezuela se ha puesto de moda decir que ser rico es malo. ¡Mentira!

Pero es verdad que los negocios deben estar asociados a la ética. La RSE no es un modelo de gestión, pero lo impacta de manera directa. La RSE debe transversalizar a las organizaciones, a lo largo y ancho de toda la cadena productiva, atendiendo a todos los grupos de interés, o stakeholders. Es una manera ética de ocupar un lugar en el mercado, ante las acuciantes demandas económicas, sociales y ambientales, del siglo XXI.

Mal gusto

El dinero, de suyo, no tiene nada de malo. Pero no olvidemos que existen fenómenos perversos, como la legitimación de capitales. El mundo de los negocios, no es precisamente un convento de carmelitas descalzas. No existen los niños de pecho. Nadie se chupa el dedo. Y todo el mundo va tras la tajada más gorda. La avaricia rompe el saco. Hay un punto en el cual la ambición conduce al mal gusto.

Yo, por ejemplo, creo que uno de los más grandes logros de la Humanidad es el automóvil. Los coches son grandes bendiciones, pero también son aparatos muy contaminantes. Se ha puesto en boga hablar de las bicicletas, y de las energías limpias. Dicen que un país rico no es aquel en donde todos andan en coche, sino aquel donde los ricos se mueven en transporte público. En una época cubrí la fuente de coches.

Por esos años, me prestaron una camioneta Ford Ecosport, color rojo, para una prueba de manejo de dos semanas. Es, acaso, el gusto más chic y salvaje que me ha deparado el periodismo de negocios. Recuerdo haber bajado en ella a las costas del Litoral Central, aparcar en un malecón, y bendecir -desde el corazón- ese milagro llamado horizonte, alta mar, con una cerveza Polar en la mano.

Ese día entendí que ser rico es bueno. Siempre y cuando tus riquezas no sean mal habidas, siempre y cuando tengas luz y amor en el corazón. La calidad de vida no está determinada sólo por el dinero, pero ¡cómo ayuda! Lo dijo Cristo en la Parábola de los Talentos. Es de gente mediocre enterrar las monedas. La actitud ganadora es poner el dinero a producir. Pero todo tiene un límite. Polvo eres, y en polvo te convertirás. Lo único importante que nos llevamos a la tumba, son nuestras guerras ganadas. Se ha puesto de moda ser bueno. Vale. Sin visiones angelicales.

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