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Necesitamos un cambio de paradigma

La medicina moderna responde a criterios de funcionalidad y eficacia, pero las cifras de enfermos no disminuyen. Muchos síntomas indican que la medicina es la que está enferma, el “paciente” no mejora con solo tratar sus síntomas. Cuando mi padre enfermó estudiaba mi primera carrera. Seguí las indicaciones que me daban: aplicarle la codeína para el dolor días antes de amputarle la pierna. Años después entendí lo adictivo que son los opiáceos. Salió del Seguro Social con una bolsa de medicamentos, nada para mejorar su salud, solo para paliar el dolor. Al ver el fracaso en su salud, hasta su fallecimiento, enfoqué mis estudios en buscar las causas de los padecimientos.

Años de estudio y de investigación me llevaron a entender que la enfermedad es un desequilibrio en todos los sistemas, los síntomas en el cuerpo son receptores de la información en la conciencia, lo que se llama somatización. El enfermo necesita encontrar la causa emocional de sus padecimientos, y recibir recomendaciones de autocuidado y ejercicio. El equilibrio funciona sin que nos percatemos, cuando el pulso y el corazón siguen un ritmo, la temperatura mantiene su nivel, las glándulas segregan hormonas y el sistema inmunológico forma anticuerpos. Cuando las funciones corporales se conjugan de manera armoniosa, el estado es de salud. Si alguna de las funciones se altera, entonces hablamos de enfermedad. La pérdida de armonía se produce en la conciencia, en el cuerpo físico se manifiesta el lenguaje de la conciencia. Es conocido el síndrome del corazón roto posterior a un duelo o al estrés postraumático. Los sueños también son expresiones de los deseos reprimidos y los traumas a resolver. Un síntoma es una señal que atrae la atención, interés y energía.

El objetivo en la cultura moderna y sus fármacos es eliminar el dolor; obtener el cambio sin esfuerzo. La medicina académica evita la interpretación del síntoma, el especialista trata únicamente de apagar la molestia con un fármaco o con cirugía. Se han preguntado por qué ¿a pesar de convivir con enfermos de Covid muchos no se contagian? La medicina biomédica no le ha dado al sistema inmunológico el lugar que merece. Es una maravilla, cuenta con un ejército para defenderse de los invasores, si no fuera por sus bondades, el hombre y los animales ya hubiéramos desaparecido de la tierra. Judy Segal, profesora de la universidad de British Columbia, afirma que en la política sanitaria contamos con un idioma metafórico para comprenderla y señala tres metáforas principales: el cuerpo como una máquina, la medicina como guerra, y la peor de todas, la medicina como negocio.

Los términos del sistema de defensas tienen un lenguaje que es propio de las guerras: el enfermo entabla una lucha, una batalla de algo que viene de fuera, como en la alergia y el cáncer: las células cancerígenas invaden, colonizan y las defensas del organismo sucumben. En este vocabulario bélico entra la quimioterapia como una guerra química.

El lenguaje contribuye a estigmatizar ciertas enfermedades incluso al enfermo. El que se recupera de cáncer se siente orgulloso de decir “le gané la batalla”.

La pandemia del Covid-19 ha puesto de manifiesto las contradicciones a la hora de tratar una enfermedad que no podemos controlar y que nos paraliza social y económicamente. La escritora Marguerite Yourcenar advirtió hace años: «Evidentemente, la cultura será cada vez más mezquina por la fuerza de las cosas, y es sobre todo la sensibilidad la que tiende a embrutecerse, se degrada como un objeto que se ha golpeado demasiado. No hay que perder de vista que podría haber una destrucción de la vida misma, un empobrecimiento muy grande de la vida. Al ritmo que vamos, no estamos para nada seguros de que permitiremos a la vida, libre o no, desarrollarse en este planeta. No digo en el universo, el universo se nos escapa.».

La pandemia deja mucho aprendizaje, necesitamos otro paradigma, somos seres integrales: bio-psico-social-emocional. La dieta saludable ayuda a enfrentar los desafíos, hasta los emocionales como la ansiedad, la depresión. Existe una conexión entre el tracto gastrointestinal y el cerebro, se conectan a través del nervio vago. El estrés crónico altera la microbioma intestinal, que, cuando pierde el equilibrio ocasiona una inflamación que afecta al intestino y, en ocasiones, incluso al cerebro. Los alimentos y el manejo del estrés son indispensables para mantener el equilibrio en todo el organismo.

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