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Morales, otra vez

A la vuelta de la esquina. Ha comenzado el “rush” final. Y todo indica que, de no haber sorpresas impensables por el momento, el presidente de Bolivia, Evo Morales, no tendrà dificultad en imponerse en la “kermesse” electoral. Una vez más. Decimos, por segunda o por tercera vez, de acuerdo al prisma por el cual se mire.

El 12 de octubre en Bolivia, habrá elecciones presidenciales. De ser necesario, se irá a una segunda vuelta en diciembre. Mas, si las encuenstas no mienten – y en este caso no parecieran hacerlo – no será imprescindible. La diferencia entre Morales y su más cercano “competitor”, el candidato de la Unión Democrática, Samuel Doria Medina, es abismal. Alrededor de 40 puntos, de acuerdo a cálculos conservadores.

A pesar de que su popularidad, de acuerdo con expertos y con encuestadoras, pareciera haber comenzado la parábola descendiente luego de haber alcanzado el ápice, debería arrasar. Es probable que no logre el 74 por ciento de las preferencias. Este, como ha expresado públicamente, es su objetivo. Tal vez, tampoco consiga el 64 por ciento de los votos, como en los comicios de 2009. Como sea. Lo cierto es que pocos dudan de su triunfo.

Quedó atrás la polémica sobre la legitimidad de su presencia en este proceso electoral. La sentencia del Tribunal Supremo de Justicia no sólo pone punto final al debate sino que además saca a relucir las debilidades de la Corte, la cual no pudo o no supo oponerse a las exigencias del jefe de Estado, y la crisis de los partidos de Oposición los cuales, desacreditados y divididos, no lograron coalizarse para tratar de cambiar el curso de los acontecimientos.

De alcuna manera, se repite la historia. El primero fue el extinto presidente de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías. El jefe de Estado, a raíz de la aprobación de la nueva Carta Magna, insistió y obtuvo que fuesen legitimados, a través de un nuevo proceso electoral, todos los poderes. Hasta el proprio. Y esgrimió la tesis de que, por ser la aprobación de la nueva Constitución un hecho trascendental que marcaba el inicio de una nueva etapa en la historia del País, el período presidencial no podía sino que comenzar desde el mismo momento en el cual el jefe de Estado era legitimado. Y así fue.

Misma argumentación, motivos distintos. Evo Morales sigue el camino indicado por su amigo, el extinto presidente Hugo Chávez. Y lo hace para poder optar a otra reelección (la nueva Constitución de Bolivia no permite más de dos período presidenciales). La argumentación de Morales, al igual que la del presidente de Venezuela, es muy sencilla. Decimos, el primer período presidencial (2006-2009) no cuenta, habida cuenta de que Bolivia, con la aprobación de la nueva Constitución, ha sido refundada en 2009. En fin, borrón y cuenta nueva.

El presidente-candidato, a diferencia de las debilitades que a diario manifiestan los partidos de la Oposición, más preocupados por desprestigiarse que en presentar un frente común contra un adversario común, puede esgrimir resultados económicos positivos. De hecho, el Producto Interno Bruto de Bolivia, en estos años, ha crecido a ritmos satisfactorios: un promedio entre 5 y 6 por ciento.

Responsable de la buena salud de la economia boliviana han sido los aumentos en los precios internacionales de las materias primas. Bolivia, de hecho, exporta cobre, zinc, tungsteno, entre otros. Además, los gobiernos que precedieron al de Morales ya habían comenzado un proceso acelerado de aprovechamiento de los recursos petrolíferos y gasíferos. En fin, la llegada al poder de Morales coincide con una etapa de bonanza económica, producto de la coyuntura internacional.

De acuerdo a la Cepal, para 2014 se espera un crecimiento del Pib boliviano de 5,5 a 5,7 por ciento. Y como aseguró la Secretaria Ejecutiva del organismo, Alicia Bárcenas, seguirá siendo una de las economías más dinámicas del hemisferio. La tendencia a la desaceleración en el ritmo de crecimiento previsto para la región no debería preocupar al país andino.

Contradicciones, contrastes. Evo Morales, después de 9 años al poder, ha logrado concentrar todos los poderes en sus manos. Y hoy aprovecha a su antojo los múltiples mecanismos a disposición, muchos de ellos creados por los gobiernos anteriores para redistribuir la riqueza; riqueza que es producto del modelo de desarrollo capitalista que él critica por ser, en su opinión, fuente de todas las desgracias de los países latinoamericanos. Esta, de acuerdo al economista Roberto Laserna, es la “paradoja del populismo” en Bolivia. En otras palabras, Morales estaría buscando reemplazar un modelo económico que, hasta el sol de hoy, le ha permitido mantenerse en el poder.

A pesar de la polémica desatada por sus declaraciones a favor del trabajo infantil que mantiene a más de 850 mil jóvenes en edad inferior a los 14 años, en un estado de “casi-esclavitud” – Morales dijo que “al eliminar el trabajo infantil se elimina la conciencia social” -, la popularidad del jefe de Estado, como hemos dicho, se mantiene muy por encima de su adversario más cercano. Y debería asegurarle una reelección fácil. Además, su manejo del poder Judicial y Electoral, el control de los demás aparatos del Estado, aunados a su vocación autoritaria hacen muy cuesta arriba la ambición de la Oposición. Mas, lo estaría aunque ésta no estuviera tan dividida, debilitada y desacreditada.

Una última consideración: de resultar ganador como indican las encuenstas, Morales, en su próximo gobierno, no sólo deberá enfrentar los efectos productos de la pérdida de popularidad, sino que también deberá encarar las dificultades originadas por una economía aún dependiente de la exportación de las materias primas cuyos precios actualmente muestran una clara tendencia a la baja. Un fenómeno, este, que tendrá repercusiones en el gasto, en la redistribución de las riquezas y, en última instancia, en el bienestar de la población.

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