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Monpox

Hay franceses que viven en Francia, llenando su necesidad de exotismo, enamorados de Tahití, Brasil, Bolivia o Colombia… este amigo de un amigo, es uno de los enamorados de Colombia, de Cartagena a Barranquilla, Santa Marta y Medellín… y la ciudad más bella de todas, Santa Cruz de Mompox, patrimonio mundial en las riberas del río Magdalena, y dice el francés que de allí fue que surgió Bolívar, “si a Caracas le debo la vida, a Mompox, la gloria”… Santa Cruz de Mompox fue la primera ciudad del Nuevo Reino de Granada en declarar la independencia absoluta, el 6 de agosto de 1810, tanto de España como de cualquier gobierno.

Todo eso sabe el francés. Porque no es la primera vez que va a Colombia, enamorado como está de sus paisajes, su historia, su gente, su comida… pero sí es la primera vez que, por todos esos caminos de pueblo en pueblo, se encontró con grupos de personas caminando.

– Eran tan flacos que no fue difícil adivinar que eran venezolanos.

Así mismo nos distinguen ahora con el hambre a cuestas andando por caminos lejanos.

– Algunos mejor vestidos que otros, vienen de distintas clases sociales, huyendo de la misma miseria país… concluye el francés.

Trago grueso, las ganas de llorar. Y el francés, en un gesto de gentileza, decide aliviar la crónica entonces hacia las beldades de Santa Cruz de Mompox, que más allá de la ciudad es una región, bella toda, un vasto complejo cenagoso, como si fuera una isla atravesada por caños, ciénagas, brazos y ríos… Un lugar mágico lleno de agua. La más jugosa de las piñas, viene de Mompox. El granizado de corozo, la guayaba agria, los dulces de limón y tamarindo… hay que imaginarse cómo suena la guayaba y el tamarindo, con acento francés.

– Las calles son empedradas, y tiene seis iglesias coloniales, con torres magníficas… ¿Tú sabes lo que dice la gente de Mompox? Que por Mompox no se pasa, a Mompox se llega… porque cuando se llega, no se quiere volver a salir. Aunque no es así para todo el mundo.

– En varias esquinas, al pasear desprevenido, me abordaron muchachas lindas, muy jóvenes, 20 años o menos… enmène-moi, cuenta el francés que le decían ofreciéndose, llévame contigo.

¿Es que en Mompox no hay lugar para ellas, tanto que buscan un hombre que se haga cargo? O será que “Mompox no existe. A veces soñamos con ella, pero no existe”, como le dijera Simón Bolívar a José Palacios, en su recorrido a Santa Marta, según cuenta García Márquez en “El General en su laberinto”.

Mompox no existe, es deseo, aspiración, anhelo desesperado de una mejor vida mientras se arregla la nuestra. Mompox no es una ciudad, tampoco una región, queda en todas partes donde los venezolanos alcanzan a llegar en su huida. Es así que Mompox se riega por el mundo. Porque las jóvenes venezolanas ofreciéndose a la vuelta de la esquina, se las encontró el francés en todas las ciudades colombianas que visitó.

– Tan bonitas como las misses.

Mal podía Bolívar anticiparse a imaginar que Mompox ahora existe, en el corazón roto, en la devaluación del amor, en el cuerpo hambreado de las aun hermosas muchachitas venezolanas, que ofrecen la entrepierna como único valor de cambio, para comer.

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