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Moisés Kaufman: la importancia del teatro en el diálogo nacional

El pasado 22 de septiembre en una ceremonia en la Casa Blanca el presidente Barack Obama entregó la Medalla Nacional de las Artes a doce personas ligadas al mundo de las artes, tan diferentes entre ellos como Sandra Cisneros y Mel Brooks, en consideración del profundo aporte y duradero legado que han dado a la cultura de los Estados Unidos. Entre los hombres a quien fue concedido este honor estaba Moisés Kaufman, el primer venezolano en obtener tan importante reconocimiento.

Originario de Caracas pero radicado desde hace varias décadas en Nueva York, Kaufman es cosmopolita por excelencia y su ser se compone de la suma de sus identidades: latino, gay, judío, neoyorquino. En estos tiempos, en los cuales el Presidente electo, durante su campaña se dedicó a despotricar contra el principal grupo minoritario del país; mientras las heridas de Pulse muestran una intolerancia que no se aplaca a pesar de la aprobación del matrimonio igualitario y vivimos en un mundo en el cual nunca ha sido fácil ser judío, Kaufman se mantiene íntegro, fiel a su ser, y expresa las distintas facetas de su identidad en el trabajo teatral.

Su labor con el Tectonic Theater Project ocupa gran parte de su tiempo y es por ello que en ViceVersa Magazine agradecemos que nos haya otorgado un momento para hablar de su trayectoria larga y fascinante .

 

Moisés Kaufman

 

¿Cómo fue tu formación teatral?

Empecé estudiando teatro en el taller “Thespis” de la Universidad Metropolitana bajo la dirección de Fernando Yvosky, quien es uno de los grandes nombres del teatro venezolano. Fue mi maestro por cinco años durante los cuales me dediqué a la actuación. Luego vine a Estados Unidos, específicamente a Nueva York. Ingresé en la New York University, en el Tisch School of the Arts, y aquí concluí mis estudios de teatro.

 

Si no me equivoco fue más o menos en esa época cuando nace la compañía teatral Tectonic. ¿Cómo fueron esos primeros años?

Los primeros cinco años fueron bastante duros porque nadie nos conocía. Éramos el secreto mejor guardado del teatro americano. Nosotros hacíamos teatro en sótanos, en iglesias, en cualquier sitio donde hubiera un espacio disponible. Fueron años muy duros porque muchas veces había más actores en el escenario que público.

Pero poco a poco nos fuimos creando un nombre en lo que se llama el Off-Off-Broadway, en el centro. En 1997 escribí Actos indecentes: Los tres juicios de Oscar Wilde, pieza que tuvo mucho éxito y se convirtió en una de las obras más producidas en el teatro de Estados Unidos durante ese año. A partir de ese momento nuestro destino cambió.

 

¿Cuál fue tu gran motivación para escribir sobre una figura como Oscar Wilde?

En primer lugar yo siempre he amado los textos de Oscar Wilde. Sabía que lo habían enjuiciado por ser gay pero cuando me puse a leer las transcripciones del juicio me di cuenta que la mayoría de las preguntas giraban sobre el arte de Oscar Wilde. Me impresionó constatar que juzgaran tanto al artista Wilde como al homosexual Wilde. Estaban poniendo en juicio tanto su arte como su preferencia sexual.

 

Pero siempre hay un cruce entre el arte y el artista. Con Wilde esto ocurre, por ejemplo, con El retrato de Dorian Gray.

Yo creo que él tenía un proyecto artístico y un proyecto social y que fue enjuiciado por los dos. Yo quise escribir sobre este doble proceso: no sólo el juicio a Wilde, el homosexual, sino también a Wilde, el artista.

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Tocando el tema de la homosexualidad, en el 2000 se estrena The Laramie Project, sobre el asesinato de Matthew Shepard en Wyoming. Me imagino que recolectar material para la obra fue un proceso muy fuerte.

Sí, muy fuerte. En primer lugar, cuando llegamos allá el pueblo de Laramie estaba muy dolido tanto por el suceso como por la reacción de mucha prensa que había atacado al pueblo entero tildándolo de retrógrado.

Cuando intentamos acercarnos a la gente, nos encontramos con personas muy ariscas, no querían hablar con nosotros. Pasó un tiempo antes que perdieran esa desconfianza y entendieran que nosotros no queríamos perpetuar una imagen tan estereotípica sino compenetrarnos más con el pueblo para entenderlo mejor y conocer en profundidad el lugar donde esa muerte había ocurrido.

La otra razón por la que fue difícil fue por el tema en sí. Era un muchacho muy joven y nosotros transcurrimos año y medio escribiendo la obra.

 

El pueblo en sí es el personaje principal.

Exacto.

 

Debió ser algo sorprendente el recibimiento que tuvo The Laramie Project.

Cuando fundamos Tectonic nuestro propósito era crear una compañía porque estamos convencidos de que el teatro puede jugar un papel importante a nivel de diálogo nacional. Hoy en día la gente busca entretenimiento en el cine, en la televisión, en el internet. Tectonic propone emplear el trabajo teatral para crear una plataforma hermosa y poderosa en la cual se pueda promover una conversación, a nivel nacional, sobre temas de interés común.

El hecho de que la obra haya tenido el éxito que ha tenido, el hecho de que en los últimos 15 años haya sido una de las obras más producidas en los Estados Unidos, indica que el teatro puede y, en cierta forma, debe, permanecer como un espacio en el cual podamos enfrentar un diálogo sobre temáticas importantes de nuestra vida y de nuestra época.

 

Como hombre gay, ¿cómo has sentido el proceso de llevar estos temas al teatro?

Mucha gente me ha preguntado “¿Usted es un escritor gay?” y sí, soy un escritor gay pero también soy un escritor latino, un escritor judío. Un escritor de todas las identidades a las que pertenezco. Siento que mientras uno esté escribiendo sobre algo que entienda y con lo cual pueda conectarse emocionalmente, encuentra un buen espacio para crear, por más duro que resulte enfrentar ciertos temas. Las narrativas que te involucran puede que sean difíciles pero son un terreno muy positivo para la creación.

 

Más adelante trabajaste dirigiendo 33 Variations con Jane Fonda, que estuvo nominada para 5 Tonys. ¿Cómo fue esa experiencia?

Fue muy hermoso porque ella era una maravilla. Fue una actriz que yo había admirado desde siempre, así que tenerla conmigo fue una experiencia muy especial.

 

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También has tenido experiencia en la televisión, dirigiendo dos episodios de The L Word. ¿Cómo se diferencia la dirección teatral de la televisiva?

En el teatro uno trata de usar el medio para construir una narrativa mientras que en la televisión hay que confiar en las imágenes. Es un proceso bastante diferente. Además que solo tienes un mes para realizar una pieza de 45 minutos, y por eso el proceso es bastante intenso.

 

Hace no mucho el presidente Barack Obama te otorgó la Medalla Nacional de las Artes. ¿Cómo te hace sentir no sólo recibir este reconocimiento sino además ser la primera persona venezolana en hacerlo?

Fue emocionante. Como te dije, el proyecto de la compañía de teatro es tratar de hacer que el teatro siga siendo una plataforma de diálogo a nivel nacional. Por lo tanto, recibir un premio nacional por el Presidente del país es muy conmovedor.

También como inmigrante, es muy conmovedor recibir la medalla nacional a las artes, especialmente porque estamos viviendo un momento en el cual ha llegado a la presidencia una persona como Trump que ha dicho muchas estupideces contra los inmigrantes. Así que es muy conmovedor.

 

¿Qué sientes que le hace falta al teatro estadounidense?

Imaginación.

 

Es una respuesta muy contundente.

Porque pienso que mucho del teatro que vemos hoy en día en Estados Unidos es demasiado realista y naturalista. Es como si la gente que hace teatro estuviera practicando para hacer cine. Yo creo que el teatro tiene un poder que va mucho más allá, que puede ser mucho más contundente del naturalismo.

 

Se están limitando.

Sí y considero que debemos explorar lo que constituye la imaginación teatral.

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