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Miguel Donoso Pareja
viceversa

Miguel Donoso Pareja, el suscitador

Por razones relacionadas con la precariedad de los mercados editoriales y culturales de América Latina, que obliga a quienes participan en estos a buscar también otros mecanismos de sobrevivencia que van desde la docencia hasta el servicio público, pasando por muchos otros oficios, los intelectuales latinoamericanos en general y ecuatorianos en particular han debido siempre dedicarse a actividades ajenas a la de la producción y publicación de textos que es, ostensiblemente, su razón de ser. Esto que, en primera instancia, puede parecer una desventaja con respecto a sociedades en las que los mercados soportan la existencia de una clase intelectual profesional y medianamente bien pagada, se convierte, realmente, en un gran estímulo para que el intelectual tenga que, por necesidad, salir de su proverbial torre de marfil y vincularse a sí mismo, y por ende a su obra, con la comunidad que lo rodea, lo que redunda casi inevitablemente en el beneficio de dicha comunidad y, con frecuencia, en el de la labor intelectual misma, que deviene más contextualizada y tiene, o al menos puede tener, por lo tanto, un impacto mayor y una relevancia más inmediata.

El escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja (1931-2015) es un ejemplo paradigmático de este tipo de intelectual comprometido con las sociedades en las que le tocó vivir. Su compromiso, además, iba más allá de la mera afiliación política, que también tenía, por cierto, sin que esta, sin embargo, pudiera alcanzar a capturar todas las facetas de este incansable autor que fue también periodista, editor, administrador, funcionario público y educador, entre otras errancias, y que influyó significativamente en las esferas culturales de por lo menos dos países de América Latina: Ecuador, su país natal, y México, el país en el que estuvo exiliado durante casi dos décadas.

Efectivamente, debido a su militancia en el Partido Comunista del Ecuador, al que se afilió en 1962 después de largos años de haber sido simpatizante, Donoso Pareja fue expulsado del país en 1963 por la dictadura de turno y tuvo que reiniciar su vida en México, donde se dedicó sobre todo a la cátedra y al periodismo o al trabajo en la industria editorial. En esta época, Donoso Pareja era todavía más poeta que otra cosa, ya que había publicado solamente un libro de cuentos breves (el excelente Krelko y otros cuentos [1962]) pero ya varios poemarios; en México, no obstante, se convierte en un narrador prolífico y publica dos novelas (amén de muchos otros textos literarios), género que ya nunca dejaría y en el que siguió trabajando luego de su regreso a Ecuador, en 1981. A partir de dicho regreso, además, y sin descuidar la creación de ficciones, Donoso Pareja encuentra también el género del ensayo y empieza a destacarse en este con textos que, como Sin ánimo de ofender (1990) o Ecuador: identidad o esquizofrenia (1998), se convierten en verdaderos clásicos ecuatorianos contemporáneos.

Si a todo esto añadimos que Donoso Pareja fue un gran antologista y promotor de la literatura ecuatoriana del siglo XX en México y en el propio Ecuador, además de que estuvo involucrado como directivo en políticas educativas de alcance regional y nacional como, por ejemplo, la campaña de alfabetización Monseñor Leonidas Proaño y las iniciativas diversas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, es comprensible no sólo que haya recibido, con aplauso unánime, el premio Eugenio Espejo en 2006 (el mayor galardón cultural que da la República del Ecuador a sus ciudadanos), en reconocimiento a toda su trayectoria intelectual, sino también que sea considerado uno de los grandes hombres de letras y, de hecho, uno de los grandes hombres a secas de la sociedad ecuatoriana contemporánea.

Pero, aparte de su abundante producción textual e intelectual, Donoso Pareja es recordado aún, a dos años de su muerte, como un verdadero suscitador de narrativa. Así, ya desde los años ochenta del siglo XX, y hasta la primera década del siglo XXI, Donoso Pareja dirige talleres literarios en Guayaquil y en Quito, pero especialmente en Guayaquil, que se convierten en legendarios porque en ellos se forja buena parte de lo que es la narrativa guayaquileña contemporánea. En efecto, varias generaciones de escritoras y de escritores en ciernes compartieron sus primeras experiencias profesionales en estos talleres y luego, en algunos casos, se convirtieron en exponentes y protagonistas de la literatura de la ciudad y del país, así como en suscitadoras y suscitadores también de actividades y reflexiones literarias en un ciclo de promoción creativa e intelectual que continúa pero que, sin la presencia de un mentor de la talla y del compromiso de Donoso Pareja, corre el riesgo de ser obturado y de perderse.

Si, para las letras ecuatorianas, entonces, la pérdida de una voz como la de Donoso Pareja supuso un duro pero, en definitiva, inevitable golpe, la pérdida de su función como suscitador y gran proliferador de narrativas es acaso aún más grave y más irreparable. Demos por hecho que el espacio del taller literario formal, liderado por un escritor de calibre, es uno fructífero y de aprendizajes positivos para quienes participan en él (esa tesis es, como todo, discutible, pero todo apunta a que al menos los talleres de Donoso Pareja fueron así o fueron vividos así, por sus participantes). ¿Cómo se puede lograr que, en una ciudad famosamente volcada al comercio y al pursuit of happiness (entendida, esa “happiness”, como “felicidad” monetaria), y tan basureadora de la literatura y de las artes como es Guayaquil, existan talleres literarios de relevancia sin que estos sean dirigidos por una figura icónica como Donoso Pareja, quien con su prestigio y aparente don de gentes como que garantizaba, por un lado, la seriedad de la cosa, pero también, por otro, su resonancia más allá de las cuatro paredes en las que transcurrían los encuentros y las discusiones sobre novelas, cuentos, poemas y demás? El papel del individuo en la historia; ese tema tan trillado y no obstante tan siempre, tan agudamente actual. ¿Hasta qué punto depende la potencialidad narrativa de toda una ciudad o de toda una región de las capacidades de motivación, de gestión y de promoción de unas pocas personas especialmente privilegiadas, ya sea por sus recursos materiales y de relaciones públicas o por su mero talento y, no sé… carisma? ¿Cómo reemplazar a Donoso Pareja en esta labor (en su producción literaria, por supuesto, es irreemplazable)? Para tomar prestado un verso incisivo de Café Tacuba: “¿Seremos capaces de pensar por nuestra cuenta? ¿Seremos capaces de pensar?”

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