Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Miguel-Ángel Zapata

Miguel-Ángel Zapata: la poesía es un placer que quisiéramos infinito

NUEVA YORK: Los versos del escritor peruano Miguel-Ángel Zapata evocan lugares, espacios, ciudades y paisajes. De Manhattan a Paris, de Buenos Aires a Central Park en un ir y venir ávido e insaciable.

El mundo es como la Plaza de San Marcos, murmuraba, hay que cruzarla miles de veces para que puedas ver las verdaderas aguas del tiempo. Al otro lado de la plaza está la vida escondida con el vino derramado por la muerte.

Estos versos que, en su poema Los canales de piedra, dedica a Venecia, resumen una manera de ser, de sentir el entorno, de paladear la vida sin derramar una gota, sin nunca perder el sabor de la sorpresa por ese detalle que no vimos, por esa emoción que no sentimos.

“Amo las plazas – confiesa Zapata –. En mi niñez viví rodeado de plazas y ventanas. San Marco me permitió reflexionar sobre las conexiones entre la poesía y el mundo del arte. Hay ciudades como Venecia, como Cuzco, que son mágicas. Son lugares en los cuales amo volver una y mil veces a sabiendas que siempre hay algo que se escondió a mi vista, a mis sentidos, en anteriores visitas. Es como leer un poema o escuchar una música una y otra vez. Nunca será lo mismo. Hay calles, plazas, que te hablan, espacios en los cuales tienes que volver para descubrir lo que aparentemente ya había sido visto.”

El agua del canal es de un verde raro, tal vez sea una combinación del tiempo, los vientos, o la tenue luz de sus callejones de piedra escribe en Los canales de Piedra y siguiendo con su reflexión recuerda: “Caminar por Venecia me permitió reencontrarme con mi propia poesía”.

Cuenta que en esa ciudad de doges y navegantes, vivió como viandante y no como turista y se perdió durante días y noches caminando entre “calli y calleselle” empedradas, puentes y canales. Allí escuchó los suspiros del agua y dejó que las piedras le contaran sus historias y secretos para luego volverlas a narrar en versos.

Nacido en Piura, Miguel-Ángel Zapata creció en Lima. Último de una familia de 19 hijos, mantiene el carácter alegre, despreocupado y sociable que imprimen inevitablemente los hogares donde se multiplican los cariños, las voces y los sueños. Al llegar a Estados Unidos, en los años 80, y vivir antes en California y Texas y ahora en Nueva York, trajo consigo sus raíces y recuerdos entre las notas musicales de valses peruanos y marineras del norte o limeñas. “Yo creo que el mundo no es un lugar específico, el mundo son muchos lugares y mi identidad ha ido cambiando aunque nunca la he perdido. Se mantiene viva gracias a la música que me ha permitido el privilegio de no alejarme de mi país mentalmente, aunque sí lo hice físicamente. Yo soy un peruano que camina por las calles de Nueva York y a través de la música estoy muy cerca de Perú todos los días de mi vida”.

¿Y la palabra, tiene esa misma fuerza en lo que se refiere a memorias y raíces?

Es distinto. La palabra, la poesía son importantes pero la música tiene una capacidad muy sui generis de acercarte a tus raíces. La música criolla de la costa y de los Andes del Perú es algo complejo y hermoso. Yo toco el cajón peruano desde que tenía 12 años, he acompañado a varios grupos criollos (dúos o tríos) y esa experiencia me hace sentir muy “criollo”, a veces más criollo que los que nunca salieron del país. La música es también el vehículo que me lleva a amar otros países. Aparte de Bach, Elgar, Devorak, Vivaldi,  Mozart, Bartok, siempre conmigo, por ejemplo me gusta la música mexicana y México es uno de los lugares a los que me encanta volver. Lo mismo pasa con Argentina, amo mucho los tangos, sobre todo los antiguos, los clásicos. De Venezuela, país con gran variedad y calidad musical, me atraen los polos margariteños, los valls, los joropos. “El cantar tiene sentido, entendimiento y razón…la noche me enamora más que el día, pero mi corazón nunca se sacia…”

Miguel-Ángel Zapata quien ejerce la docencia en la Universidad de Hofstra, también es un atento analista político y recientemente ha mantenido un diálogo con Mario Vargas Llosa en la Universidad de Rice, en Houston, Texas, durante el Tercer Festival Internacional de Literatura organizado por la Casa Cultural de las Americas. Al hablar de ese encuentro comenta: “Yo pienso que lo más maravilloso que le pueda pasar a un ser humano es poder decir libremente lo que piensa. Vargas Llosa dice lo que piensa sin pelos en la lengua aunque eso no le guste a un sector de la intelectualidad peruana e internacional. Muchos quisieran que Vargas Llosa se encerrara en su casa solo a escribir novelas pero él es un hombre político y es inevitable que no opine sobre política a nivel internacional. No pretende obligar a nadie a pensar como él y yo creo que hay que aprender a respetar las opiniones de los demás, así como se deben respetar las opiniones que sobre política daban Gabriel Garcia Márquez o Borges, y que eran también polémicas. En Houston hablamos de sus novelas, de pintura, de literatura, de César Vallejo, de inmigración, de Donald Trump, de varios otros argumentos de interés público, y de las próximas elecciones en el Perú”.

Profundizando sobre el tema de las migraciones agrega: “Estados Unidos es un gran país de inmigrantes y es errado creer que al comienzo llegaron solamente europeos que no hablaban español. Antes de la llegada de los anglosajones y holandeses ya había una presencia hispana importante en la Florida. La ciudad más antigua de Estados Unidos no es anglosajona sino hispana. San Agustín, fundada en 1565 por el explorador español Pedro Menéndez de Avilés, es la ciudad de origen europeo más antigua de Estados Unidos. Yo creo que cerrar las puertas a la migración latina, hispano hablante, o el acoso a cualquier otra cultura respondería a una actitud peligrosamente fascista”.

Poesía y docencia, ¿cómo vives estas dos actividades? ¿Sientes que hay una armonía entre ambas?

Ambas se complementan. Ambas te permiten dialogar, y sobre todo, compartir. Hay que sentir pasión por la enseñanza y la verdadera academia está basada en el diálogo. Este semestre estoy dando una clase sobre civilización y cultura de América Latina en la cual, conjuntamente con mis alumnos, estamos analizando la situación actual de Venezuela y Argentina. En base a la discusión con mis estudiantes, quienes en un 95 por ciento son norteamericanos, el balance es de esperanza. Concuerdan en considerar necesario que exista un equilibrio en los gobiernos, ya que la palabra democracia adquiere un sentido real siempre y cuando los presidentes no se quieran eternizar en su cargo. Ese deseo de permanencia (y de ser eternos) me recuerda tristes páginas de la historia de la humanidad, me hace pensar en Hitler, Franco, Pinochet, Mussolini y otros presidentes latinoamericanos.

Y sin embargo el populismo sigue siendo, para muchos, un irresistible canto de sirenas.

Mientras haya hambre, y hay mucha, el populismo va a tener fuerza. Los grupos dominantes en América Latina están encerrados en sus intereses. Entonces, ciertos grupos políticos aprovechan la coyuntura de la pobreza para llegar al poder con promesas. No es culpa de la gente que, incauta, inocente, vote por ellos. Yo también, si tuviera hambre, claro está, votaría por quien me promete comida y bienestar. Son nuevas esperanzas que permiten olvidar las promesas incumplidas del pasado.

En los ’80, años difíciles para Perú, muchos intelectuales participaron en la contienda política, a veces justificando otras veces deplorando la actitud de Sendero Luminoso y de los militares. ¿Crees que, en ciertas contingencias históricas, la narrativa, el arte, la poesía deberían asumir una responsabilidad social y política?

El arte, la poesía, es ya política de por sí, porque es una expresión de la libertad individual. Sí claro, hubo una fuerte influencia política en el trabajo de los intelectuales peruanos en la época de Sendero Luminoso, un movimiento abominable que algunos escritores y poetas en la época defendieron solapadamente aunque después trataron de negarlo. Muchos le hicieron el jueguito a Sendero.

Quizás porque en sus comienzos hubo razones sociales que justificaron la creación de esos grupos terroristas como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.

No hay justificación posible para la creación de grupos que quieren llegar al poder por la fuerza y la violencia extrema. Los años ’80 y ’90 en Perú fueron atroces. Recuerdo por ejemplo el atentado de la calle Tarata en Miraflores. Yo estaba cerca, al frente del edificio de familias que destruyó Sendero. Estaba cenando en un hotel con unos amigos, cuando se escucharon las detonaciones que sembraron el pánico inclusive en quienes no estábamos acostumbrados a vivir con el miedo. Destruyeron un edificio de familias dejando muertos, heridos y destrozos. En ese edificio, hasta hacía dos años, había vivido mi mamá y mi hermana. Nadie puede justificar a quienes quieren llegar al poder con el terror y la destrucción.

¿Y la poesía puede tener un rol político en esos momentos?

Creo que la poesía no debe ser forzada como un medio para hablar de política o de una guerra. Hay excepciones fundamentales como “España aparta de mi este cáliz” de César Vallejo. Pero no todos son Vallejo. El fracaso de cierta poesía nicaragüense durante la revolución sandinista fue el resultado de tantos poemas malos que salieron en esa época. Pensaron que todos podían escribir un poema con tal de que hablaran de la revolución. Es algo deleznable y triste para la poesía. Para eso existen los ensayos inteligentes. En Perú se escribieron muy buenos ensayos sobre la realidad de los años del terrorismo, que aclaran la violencia tanto por parte de grupos militares y terroristas.

Además de poeta Miguel-Ángel Zapata es ensayista. Actualmente está trabajando en un libro-antología que se titulará: “La pluma como pincel: poesía y artes visuales”

“Soy un pintor fracasado – dice con una sonrisa – Estudié pintura en Lima de los 13 a los 16 años pero me di cuenta que no iba a ser un buen pintor así que me he quedado como un gran admirador de la pintura. La pintura, la música, la poesía están profundamente entrelazadas. “La pluma como pincel” es un libro que estudia la relación entre la pintura, la fotografía y la poesía hispana desde principios del siglo XX. Hay estudios similares en Europa y en Estados Unidos pero nunca se ha estudiado a fondo la relación entre los poetas latinoamericanos y españoles que escribieron versos inspirados en obras de arte. Que yo sepa, no hay aún un libro que trate de estos acercamientos”

La creatividad toma formas muy distintas. Pueden ser voces, puede ser silencio. Y en esa noche en la cual la realidad se va mezclando con la poesía le preguntamos a Miguel-Ángel:

– ¿Qué es para ti la poesía, como te llegan los versos?

La sonrisa que lo ilumina anticipa su respuesta. “La poesía para mi es placer, uno de esos placeres que quisiéramos infinitos. Uno no planea lo que va a pasar, lo que va a sentir. El poema sale natural, a veces mientras estoy en un tren, en bicicleta, o en mi casa. La mayoría de las veces estoy caminando porque, si bien es muy importante el mundo interior, también lo es el mundo exterior palpable, el que descubres caminando, cuando vas al encuentro de lugares y personas”.

Zapata acaba de publicar una antología de su poesía titulada “Hoy día es otro mundo” (Granada, España: Valparaíso Ediciones, 2015). Comienza así… Yo escribo poesía caminando, siempre de viaje, sintiendo el mundo dentro de un árbol, olas que retumban en el desierto, y el mar que reconoce su corazón en los rascacielos. Mis poemas se fueron escribiendo dentro de una casa, mirando un crisantemo conmovido, un cuervo anacoreta que pedía que le entregara mi alma, y bajo varios cielos y mares por descubrir. Hoy día es otro mundo, y cada día es un silencio y una estrella. El mundo nos espera y el cielo arde. El cielo me escribe, es inevitable. Cada día se levanta la casa de la poesía en los ojos de los otros. Cada día siempre es otro mundo. Por eso construí una ventana en medio de la calle, y la vi crecer en cada ciudad, y en cada muro la ventana fue finalmente el otro lado del jardín, el rostro secreto de la felicidad.  Al cruzar un puente caminando sentí que levitaba sobre un rio, y que ese rio era irreconocible, había que redescubrirlo, reescribirlo, decirle que sus aguas eran de hierro como el puente, y que el cielo le escribía su canto más sublime y temeroso. Así he cruzado no tantos ríos pero si muchos puentes, y el poema sale al encuentro del mundo suspendido en el aire, o entre el corazón de una rama en el verano.

Hey you,
¿nos brindas un café?