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Mi profesor, mi monstruo

Qué no hay peor violencia que la interior, la que sucede desde afuera pero al fin te penetra. Qué no hay violencia más horrenda que la que no es violenta, la que no exuda ni sangra. A mí ya me han violentado muchas veces. Muchas veces me ha violentado un Monstruo Manipulador (término que leí en un algún lado, alguna vez). Su violencia me ha rajado en secciones, me ha deconstruido cuando aún no había dominado otras deconstrucciones; me ha remachado al piso del salón de clases. Mi victimario me hace conocer lo que él, a causa de una transgresión desdichada, no ha sabido conocer. A mi victimario tampoco, nunca, lo han transgredido. Él no puede transgredirme sin antes haberle dado chispa a su venganza. Porque los espíritus sólo se inflaman cuando se les arrima chispa. Mi victimario es un Monstruo Manipulador que odia que Yo -en posición de persona, no de sujeto- tome su ciencia, y la de otros, como una identidad que me constituye; no entiende el sentido de la venganza, no entiende que bañarme de su ser es un castigo. Mi Monstruo espera las alabanzas de sus engendros; no los ataca. El señor Estanislao Zuleta, siempre libre, nunca Monstruo, dijo; mientras elogiaba a la dificultad, que “sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”, yo, una engendro, parafraseo y digo que, sólo un maestro escéptico de la fiesta de la vanidad, un maestro maduro para el abatimiento y la transgresión, es un maestro maduro para posibilitar libertad. Un maestro sin aflicciones y angustias jamás podrá atacar a otros, porque el ataque parte del dolor. Conocer es que todo me duela, es violentar mi identidad, es dudar de mí a cada segundo que conozco, que conozco la duda.

En zanjas escabrosas como el movimiento del espíritu por orden del pensamiento, la violencia no violenta de los Manipuladores reduce las libertades del sentir y el pensar, y forma conciencias, más o menos similares, que sin algún tipo de escándalo siguen prestando su cuerpo para futuras calmadas lapidaciones.

La violencia que más odio es la violencia de los no violentos, porque no entienden lo complejo de violentar.

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