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Mi padrino

Querido padrino:

Hace diez años te fuiste para siempre y yo, que te creía inmortal. Como Juárez, tú tampoco debiste de haber muerto nunca. No, jamás nos imaginamos la falta que nos harías. Evocarte, es como si rememoráramos, nuestra identidad en diferentes etapas de nuestra vida; es como si hojeáramos todos los periódicos nacionales desde que te descubrimos allá por la década de los sesentas y es como si releyéramos todas las páginas de tus libros desde “Días de guardar” (1970), hasta el último: “Apocalipstick” (¿). Inútil decirte, mi querido padrino, que al partir para nunca más volver, nos dejaste huérfanos, solos, pero sobre todo, muy desamparados, especialmente en estos momentos de tantas incertidumbres y con una terrible pandemia llamada Covid19, un virus agresivo que ha matado a centenares de miles de personas en México y en todo el mundo. De allí, que nos encontremos confinados desde tantos meses. Te imaginas, no poder salir ni a la esquina y si lo hacemos, debemos ponernos cubre bocas, anteojos, guantes y respetar la “sana distancia”. Nada de besos, como los que describe Agustín Lara, en su canción “Aventurera”; nada de bailar de “cachetito” como bailaba, “Tintan” con Flor Silvestre y menos arrumacos y abrazos, como los que daba, Susanito Peñafiel (Joaquín Paradavé) en la película, “Club de Señoritas”. Si a todo lo anterior, le agregas, una terrible crisis política, económica y social, con la que debe enfrentarse nuestro presidente, tu eterno candidato, Andrés López Obrador, créeme padrino, que “Nuestra Suave Patria”, la de López Velarde, vive en estos días de milagro.

Te he de decir, que nada me enorgullece más que seas mi padrino. Lo fuiste, en mis primeros programas de radio y de televisión en los años ochentas; fuiste el presentador de mi primer libro, mi testigo en mi segundo matrimonio; igualmente fuiste, mi confidente cuando vivía el desamor, mi maestro y mi eterno héroe que jamás me defraudó. Gracias a ti, conocí, al que es ahora mi gran amigo Pável Granados, Director de la Fonoteca. “Te va a ayudar mucho”, me dijiste, cuando te enteraste que estaba escribiendo la biografía de Agustín Lara. Juntos la escribimos y se llamó “Mi novia, la tristeza”. También juntos, imaginamos , los últimos días, de Amado Nervo, “La última luna”. Cuando nos juntamos, invariablemente, hablamos de ti: “…me dio certezas como incertidumbres porque él buscaba aprehender la cultura de la urbe en, por lo menos dos siglos. Era un hombre muy dado al aforismo inmediato y eso era muy deslumbrante.” No hay encuentro con Elena Poniatowska, mi madrina y maestra, donde no te mencionemos: “A él, es al que más quería. Era el más querido. Sé que también él me quería, que le importaba. Yo siempre lo veía dispuestísimo a hundir a la humanidad entera y mira a la gente socarronamente a ver a qué hora meten la pata; en cambio, conmigo, siempre estaba como dispuesto a ayudarme, a ayudarme, se preocupaba por mi como si hubiera sido su hermana”. Con quién también siempre, siempre te recuerdo, es con Enrique. Cuando teníamos cita contigo, a él, le encantaba ir por ti a tu casa en la calle de San Simón. Entonces en el coche, hablaban del 68, de los priistas que tanto detestabas y de películas antiguas estadounidenses.

¿Te acuerdas, que un día me regalaste el libro, todo forrado de terciopelo rojo, el “El Registro de Los Trescientos y Algunos más…” del Duque de Otranto? Te lo dedicó el 15 de mayo de l974. “Al estimado y fino amigo, con afecto, su asiduo lector. Carlos López Negrete”. No sabes cómo lo atesoro, allí aparecen todas las representantes de la alta burguesía mexicana entre los años 40´s y 60´s, con su respectiva fotografía (la primera es de doña Beatriz Velasco de Alemán) y sus datos biográficos. Créeme que esta joya, es una referencia fundamental para mis textos que hablan de ese mundo que ya se evaporó… Esta obra, para mí es muy significativa, no nada más, porque me lo regaló mi padrino, sino porque me lo heredó, mi escritor, periodista y cronista favorito, Premio Xavier Villarrutia, Príncipe Claus, Nacional de Ciencias y Artes, y Premio FIL, de Literatura en Lenguas Romances, ¡¡¡Carlos Monsívais!!!

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