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Mauricio Montiel

Mauricio Montiel: Encontré en el twitter una nueva máquina de escribir

NUEVA YORK: Escribir para él es una necesidad vital. No hace falta conocerle mucho para entender que Mauricio Montiel, escritor mexicano, respira palabras.

Era un niño de 9 años cuando escribió su primer texto “un plagio de las novelas policíacas que me apasionaban en ese momento” confiesa con una sonrisa. Desde ese momento, desde ese primer paladeo de la escritura, percibió que era su camino.

Una adolescencia transcurrida entre libros que leía con la avidez de lo insaciable, reforzó la intuición transformándola en certeza.

Hoy Mauricio Montiel es uno de los más apreciados y prolíficos escritores mexicanos. Con entusiasmo inoxidable y ávida curiosidad pasa del cuento a la novela, del ensayo a la poesía, del periodismo al cine. Y ahora a los tweets. Esas frases cortas que pueden contener un máximo de 140 caracteres, esos mensajes que han modificado la comunicación y organizado revoluciones capaces de cambiar la historia de los países, con Mauricio Montiel se han transformado en literatura.

@Elhombredetweed es el protagonista de una novela por entrega que ya superó las 350 páginas. Aún le falta una cuarta parte que, según Montiel, tendrá una extensión de otras 120-140 páginas. Día tras día crecen los lectores que esperan el desarrollo de la historia que surgió hace cuatro años y que, siguiendo la tradición de los grandes novelistas del pasado quienes publicaban sus libros en los periódicos y revistas de la época, va cobrando vida de 140 caracteres en 140 caracteres.

Encontré en la plataforma de los twitter, que paradójicamente no se presta para lo expansivo sino para lo conciso, una nueva máquina de escribir – dice Montiel – Y he podido comprobar una vez más que las personas siguen deseando ver y leer historias. El mundo cambia, avanza la tecnología pero el placer de escuchar, leer o ver un cuento queda intacto. La interacción del público ha sido muy importante para mi. Me escribían haciendo un sinfín de preguntas, esa interacción fue lo que me convenció a seguir adelante con el proyecto.

– ¿Quién es el hombre de tweed?

Lo vi un día mientras cruzaba una calle muy transitada de Ciudad de México. Vestía un saco de tweed, a pesar del calor de la primavera, una corbata y unas gafas bastante grandes. El tono de su piel era pálido, mortecino y aunque llevaba un atuendo otoñal, no sudaba. Me pareció un individuo que no pertenecía a esta realidad, un ser de otra dimensión. Comencé a imaginar su historia y a escribir una serie de tweets. El personaje empezó a avanzar por sus propios pies, yo fui únicamente una especie de vehículo que él utilizó para hablar, para contarse, para hacer cosas.

Cada tweet es un párrafo y, contrariamente a los que escriben microficciones y haiku, yo persigo la continuidad narrativa de la novela convencional. El lector puede ir de tweet en tweet y descubrir el avance que hay en la historia, como en los párrafos de una novela.

Este original proyecto que ha traído a Nueva York Mauricio Montiel, uno de los autores publicados en el último número de la revista literaria Review de Américas Society dirigida por Daniel Shapiro, reafirma su condición de explorador de la escritura. Con una mochila en la cual lleva a cuestas las armas necesarias para sobrevivir en la espesa y hermosa jungla de la literatura, Montiel durante años se ha lanzado hacia lo desconocido dispuesto a descubrir la infinita gama de colores que encierran los distintos géneros literarios, mezclándolos e integrándolos con otras disciplinas como el cine, la música, la televisión. Surgen así escritos que podríamos traducir en notas o en imágenes. El ensayo se transforma en cuento, el periodismo en novela, la poesía permea todas sus líneas.

– El cuento es el género literario con el cual me siento más cómodo, más en casa, aunque paradójicamente prefiero leer novelas. Me gusta cambiar, probar, si no lo hiciera me aburriría.

Al hablar de sus ensayos que se alejan bastante del formato convencional al cual nos tienen acostumbradas las Universidades, Montiel reflexiona:

– Para vivir he trabajado sobre todo como editor de revistas y suplementos culturales con los cuales he colaborado también como escritor. He descubierto así que se podía hacer un trabajo literario dentro del columnismo cultural. Al percibir cuanto tiempo y cuanta energía vertía en los textos que preparaba para las revistas y suplementos, empecé a dar un giro más literal a esas colaboraciones de forma tal que, juntas, pudieran transformarse en un libro. Pero no seguí la metodología de quienes reúnen escritos por espacio de tiempo sino más bien por hilos conductores y narrativos que podían engarzarlos a pesar de haber sido publicados en épocas diferentes y en diferentes medios. Ya llevo tres libros escritos de esa forma y todavía tengo material para otros dos.

Mauricio Montiel hace una pausa en su hablar, casi como si quisiera buscar un orden en el caudal de palabras que llenan todo su ser cuando habla de escritura.

– Creo que el escritor tiene que ensayar con distintos géneros literarios para ver en cual se siente más a gusto.

– Sin embargo tus ensayos parecen más bien cuentos. Son, diría yo, ensayos narrativa.

– Es justamente como los llamo – sonríe Montiel – porque no son ensayos estrictamente académicos. Como le digo siempre a los alumnos que siguen mis talleres de escritura, el ensayo no sirve solamente para exponer ideas. Esas ideas pueden tener una forma narrativa, más creativa. También les recomiendo dejar de lado el aparato crítico, es decir cero notas a pie de página, a menos que haya una intención lúdica o la necesidad de aportar algo extra al texto principal. El aparato crítico es importante para los académicos que deben demostrar que leyeron centenares de tratados y libros. El ensayista debe ser libre. Un ejemplo que me gusta mucho es el de W. G. Sebald, autor alemán quien lamentablemente falleció en 2001 en un accidente automovilístico. En uno de sus libros traducidos al español con el terrible título “Pútrida patria” podemos ver como Sebald empieza a escribir como un cualquier ensayista académico y poco a poco se va desprendiendo de las restricciones que impone ese modelo para volverse mucho más narrativo y libre. Él se dio cuenta que podía encontrar en el ensayo un terreno mucho más fértil y lo siguió. Yo lo considero un caso emblemático.

– Algo similar pasa entre el periodismo y la narrativa.

– Cierto. Una de mis mayores satisfacciones personales y profesionales ha sido trabajar codo a codo con Gabriel García Márquez en la filial mexicana de la revista Cambio. Yo era el editor de la sección cultural y Gabo era nuestro director espiritual. En esos años vivía la mayor parte de su tiempo en Ciudad de México y asistía a todas nuestras reuniones de redacción. Cada vez que alguien le preguntaba si se calificaba como periodista o como escritor su respuesta era siempre la misma: como periodista. Explicaba que el periodismo te da las herramientas para probar tus armas como narrador y que en el periodismo él había encontrado la forma de narrar las cosas. Un ejemplo de cómo utilizaba las herramientas periodísticas para hacer un trabajo narrativo lo vemos reflejado en sus libros «Noticia de un secuestro» y «Crónica de una muerte anunciada», entre otros.

La escritura de Montiel se desborda y anula los límites. El caudal de las palabras se insinúa anárquico en los resquicios de lo convencional transformándolo y enriqueciéndolo.

– Me gusta mucho cruzar las fronteras de los géneros literarios, amo los autores que borran esos límites a tal punto que nos es imposible determinar si lo que escriben es ensayo, novela, autobiografía o todo eso junto. Creo que el escritor debe tener siempre un pie plantado en la realidad por más fantasioso y fantástico que sea. Pienso en Tolkien o en Borges quienes siempre tenían un pie en la tierra y otro deambulando en otras dimensiones.

En su búsqueda Montiel absorbe, se nutre y metaboliza la cultura en su totalidad. Sus escritos reflejan esa avidez sobre todo en lo que concierne el cine y la música.

– Metabolizar la cultura – reflexiona Montiel con una sonrisa – me gusta ese concepto. En lo que se refiere al cine, disciplina que amo mucho, se ha traducido en aplicar en la literatura ciertas estrategias que he detectado en el cine. Hay algunos escritores que para empezar a escribir necesitan una primera frase o un personaje. Yo siempre arranco a partir de una imagen, el cuadro de una película. Esa imagen que llega repentinamente a mi mente es la que genera mil preguntas. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué esos personajes están allí? ¿Por qué esa luz está cayendo en ese momento y en esa hora creando una atmósfera tan particular? Empiezo, así, a desenredar el ovillo de la narración y no es gratuito que uno de mis artistas favoritos sea Edward Hopper, gran pintor norteamericano de la soledad, el aislamiento y la alienación. Sus pinturas son como cuadros de películas y cada vez que las miro pienso que están a la espera de ver la películas que el espectador va a armar con ellas. Hopper nos da un momento en la vida de los personajes y nosotros no podemos evitar preguntarnos qué pasó después, por qué esos personajes están allí. Esas preguntas frente a una imagen es lo que funciona como detonador de mi narración. Lo mismo vale con la música, a veces unos temas musicales funcionan como un soundtrack de mis relatos y los transforman.

– Cine y literatura. ¿Qué opinas de las películas que surgen a raíz de un libro?

– Creo que es una transposición muy difícil. Se trata de trasladar el contenido de un envase a otro totalmente diferente. Hay autores que no quieren que sus libros sean llevados al cine, otros cuyas obras son prácticamente imposibles de transformarse en películas. Pienso en García Márquez. A pesar de su gran amor por el cine no hay un solo libro suyo que haya podido transformarse en una buena película.

Creo que las mejores adaptaciones son esas en las cuales director y guionista han trabajado con libertad. Una de mis preferidas es Apocalypse Now basada en la novela que amo mucho, El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Coppola trasladó la historia que ocurre en el Congo a finales del siglo XIX, a la guerra del Vietnam.

– ¿Será por qué el espectador con esos cambios olvida el libro y se identifica más fácilmente con la película?

– Cine y literatura utilizan lenguajes muy distintos. La literatura es la que nos hace realmente volar la imaginación, la que nos permite construir mundos, imaginar el color de un vestido, el color de los ojos de un personaje.

– ¿Has escrito algún guión?

– Estuve trabajando en el guión de un amigo quien es un gran cineasta mexicano. Quería que revisara una historia de ficción en la cual ha estado trabajando durante 20 años. Ha sido una gran experiencia, aprendí mucho en cuanto a economía del lenguaje y he podido constatar cuán difícil es realizar una película. También entendí que no es posible considerar el guión un género literario. El guión es solamente una herramienta para llegar a un producto que se llama película. Es importante e indispensable sin duda pero no queda como un libro, está destinado a sufrir un sinfín de modificaciones en el proceso. Pueden desaparecer personajes, enteras escenas, pueden cambiar diálogos y escenarios. Por el contrario a la hora de escribir una novela, un cuento, el que decide, el único dios y emperador, es el que escribe.

Mauricio Montiel pronto publicará un nuevo libro en el cual sigue experimentando, mezclando géneros y rompiendo esquemas. “Mezclo el relato con el teatro, el guión cinematográfico y la fotografía. Son tres textos que se van expandiendo y en los cuales están conversando todo el tiempo un hombre y una mujer. No tienen nombre, y el lector va descubriendo poco a poco la situación en la que están. Las fotografías tomadas por mi para este proyecto crean un hilo narrativo visual que camina paralelo al literario. Funcionan como descanso para la lectura”.

Pero también seguimos escuchando las teclas de la máquina de escribir de los tweets. Paralelamente a la historia del hombre de tweed va cobrando vida la de una mujer cuyo nombre es M.

¿Quién es M? ¿Su vida se cruzará con la del hombre de tweed?

No queda más remedio que esperar los próximos tweets-párrafos.

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