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Juan Carlos Buenrostro Garcia

Masculinidades, periferia y el arte de Fabián Cháirez (I)

Erotismo es, desde mi punto de vista,
un desequilibrio en el cual el ser se cuestiona así mismo, conscientemente.
En cierto sentido, el ser se pierde objetivamente,
pero entonces el sujeto se identifica con el objeto que se pierde.
Si hace falta, puedo decir que, en el erotismo, yo me pierdo.

George Bataille, El erotismo, 1957.

Escribir de un artista siempre nace de la conmoción y justo se busca compartir esa serie de sensaciones a través de la palabra. Construir significados juntos: artista, público y crítico. Fabián Cháirez, ahora se encuentra en el ojo del huracán, inmerso en trombas de pseudocríticas que lejos de aportar algo a sus pinturas, destacan por su amarillismo y por su morbo. No obstante, si alguien se merece ser pensado en su justa medida es el propio artista. Cháirez existía antes del escándalo producido por la pieza La Revolución. Su obra no se resume a esa pintura que ha despertado feroces opiniones en el público mexicano, muchas de ellas, cargadas de homofobia y misoginia.

Cháirez es importante para la comunidad LGBTTTIAQ porque su obra ha engalanado nuestros espacios, nos ha hecho reflexionar sobre nosotros mismos y ha celebrado otro tipo de ser masculino. En el fondo, sus piezas son símbolos críticos que configuran y acompañan la identidad de la comunidad gay mexicana. En este texto quiero compartirles sus palabras, así como esa conmoción que en mí ha despertado constantemente su obra. Sé que es un buen pintor, sobre todo un gran artista. En este escrito, reflexiono sobre su formación, sus influencias, realizo algunos comentarios de dos de sus obras: La Invocación y Mon Petit; así como hablo de su relación con términos como el arte queer, la periferia y la resistencia.

Comencé, como suele hacerse, por preguntarle sobre sus orígenes. Saber de dónde viene un artista nos da cierto sentido sobre por qué y cómo crea. Él, Cháirez, es chiapaneco, actualmente tiene 31 años.  Su educación fue en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, egresó en el 2012 de la carrera de Artes Visuales. Hay que destacar que Cháirez es un pintor de academia. Una vez terminada su licenciatura, decidió ir a vivir a la Ciudad de México.

«Yo sabía que en Chiapas, no iba a encontrar mercado para el tipo de imágenes que produzco, que hago. Me di cuenta de eso a lo largo de la carrera, sabía que en una ciudad más grande como Ciudad de México iba a encontrar un público que siguiera mi trabajo y lo consumiera».

Quién diría que, casi ocho años después, su nombre encabezaría todos los periódicos del país. Un artista que emigra y triunfa, dirían los dichos populares que nadie es profeta en su tierra. Posteriormente hablamos sobre quiénes y cómo se inspira. Sus influencias se reparten entre el cine de Almodóvar, la fotografía de Guy Bourdin, la pintura de Saturnino Herrán, Joaquín Sorolla y Diego Velásquez, así como la literatura de Monsiváis, Yukio Mishima y Reinaldo Árelos.  Sobre cómo llegan las musas a él, dice:

«Mi inspiración viene desde varios lados, mi experiencia personal, de personas conocidas, acontecimientos que encuentro en la calle, en la televisión. Viene de todas partes. Mucho de lo que hago tiene relación con mi persona, con la forma en la que he experimentado mi sexualidad, con el género y con la sociedad».

A propósito de la sexualidad, no podemos evitar relacionar su obra con lo homosexual. Él se considera dentro de esta orientación. El problema – en general pasa con la mayoría de los artistas gays – es que se reduce su obra a la categoría de lo homosexual. Como si en esa pequeña palabra pudiéramos decir todas las búsquedas artísticas que ha tenido una persona. Aquí hay un detalle de incomprensión por parte de la crítica contemporánea, no podemos encasillar a Cháirez en lo gay y ya. Hay más allá de ello. Al contrario, como críticos hay que correlatar cómo el ser un artista homosexual forma parte de sus búsquedas como creador, así como establecer el diálogo entre las distintas intenciones temáticas y simbólicas que existen en sus obras. Considero importante visibilizar su cercanía con una minoría que constantemente ha sido atacada y violentada por la sociedad mexicana, sin limitarme a decir que su obra es arte gay u que tiene expresiones homoeróticas y nada más. Lo que me lleva a cuestionarme, ¿cuál es el gran tema de Cháirez?

Él me respondió: “lo que pinto es erotismo masculino. Es interesante cómo cuando erotizas al cuerpo, lo primero que piensas es que es para consumo masculino, como si todo el mundo fuera para hombres. Por eso, la gente dice que es homoerótico”. Después de darme esa aclaración, me invitó a que buscara en su portafolio una imagen de dos hombres besándose. No encontré ninguna. La más cercana a un contacto entre varones es La Venida del Señor. Hay situaciones contextuales que nos llevan a relacionar a Cháirez con lo homoerótico directamente por dos cuestiones: primero, por los lugares donde podemos encontrar su obra, cuestión que causa familiaridad en la comunidad; segundo, es innegable que, antes de la exposición de la Revolución, su público principal eran homosexuales.

Aunque son famosos sus vitrales y sus murales en clubes nocturnos del ambiente gay del centro de la Ciudad de México, también existen sus pinturas en galerías y ahora en museos que no precisamente guardan relación directa con la comunidad. Empero, también entiendo por qué consideran homoerótica, más allá de las situaciones contextuales, la obra de Fabián.  Como mencionó, él no muestra directamente el contacto entre dos varones, cualquier punto de cercanía entre figuras masculinas es tácita, un ejercicio artístico de la sensualidad y el deseo.

No obstante, hay que recalcar que lo homoerótico no es el tema exclusivo y final en la obra de Cháirez.  Sus pinturas tienen otras reflexiones o lecturas estéticas. El tópico principal del artista tiene que ver con cómo él reflexiona sobre el género y cómo erotizando al hombre cuestionamos su condición como hombre. Esta posición es más amplia así que no es posible restringir su obra al mero consumo por y para varones. Al respecto, comenta:

«Estamos acostumbrados a erotizar el cuerpo de las mujeres, pero ¿qué pasa cuando lo hacemos con el de los hombres?. Mucha gente comienza a tener prejuicios, nos toca lidiar con esa prohibición. Lo erótico para mí tiene que ver con el deseo, con las pulsiones en la psique de las mujeres y los hombres».

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