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Ya lo han hecho antes, y de nuevo, lo hacen en Oslo, Babados, y luego, donde sea que se encuentren las partes: van a reuniones, se sientan con la oposición a dialogar, pero no propician soluciones. Y se comportan así, como niños malcriados, porque, al fin de cuentas, no les interesa dialogar, y de las conversaciones, impuestas por todos los actores, ellos, los conmilitones chavistas, logran el mayor provecho: tiempo.

No nos engañemos, para el chavismo, revolucionarios todos ganados por la falacia de estar librando una lucha por los pobres, la pérdida del poder hegemónico no es una opción. Por lo menos, no mientras no cambie el statu quo y su conservación resulte en extremo costosa.

Maduro, ayudado por sus patrañeros y no pocos necios que le atribuyen cualidades mágicas a las elecciones (o hacen el papel de tontos útiles por otras causas inconfesables), se aferra a una victoria el 20 de mayo del año pasado que la mayoría del país y buena parte de las naciones democráticas desconocen. Lógicamente, rechaza cualquier diálogo que incluya su separación de la presidencia. Desde su punto de vista (legítimo o no), él no tiene por qué negociar.

No es solo su figuración de la realidad (que, como ya dije, poco importa si está ajustada o no a la legalidad), sino además, y seguramente con el peso que supone en todo este este asunto, el hecho de que la Fuerza Armada Nacional parece cerrar filas alrededor suyo, así como parte del sector empresarial, que, cuando menos, intenta llevar la fiesta en paz.

No crea usted lo que no es, porque siempre he pensado que sí se puede concretar el anhelado «cese de la usurpación». Sin embargo, no creo que regalándole meses al gobierno de facto sea el modo más eficiente de hacerlo, porque, nos guste o no, desgraciadamente, en Venezuela, el tiempo se cuenta con muertos, con personas olvidadas, abandonadas a una perra suerte que no merecen. Nos guste o no, el tiempo favorece al gobierno, y en la gente, como usted y como yo, va inculcando resignación y desánimo.

Podrá creer usted que yo rechazo de plano toda negociación pero eso no es cierto. Por lo contrario, yo sí entiendo lo que significa tener «todas las opciones sobre la mesa» (aunque unas sean más probables que otras). No obstante, sé bien que la política no debe dejar de lado la ética y mucho menos, obviar el tema pragmático. Así las cosas, quienes apuran un diálogo a como dé lugar (porque se ajusta a la corrección política) solo hacen el mismo papel (de tontos útiles) que en su momento hicieron los apaciguadores británicos. Sobre todo porque tenemos razones para dudar del cumplimiento de eventuales acuerdos por parte del chavismo, como no respetó Hitler el pacto de no agresión con Rusia.

Las condiciones para un diálogo realmente eficaz entre unos y otros no están dadas. Por lo menos, a la vista de nosotros los ciudadanos, el statu quo favorece al gobierno, favorece a Maduro. Si hay factores que ignoramos, arriesga mucho la oposición con esos secretos, porque, sea justo o no, generan desconfianza. Si las cosas son como parecen ser, al gobierno lo favorece el tiempo, y, por ello, lo malgasta en conversaciones estériles, porque mientras discute, avanza. En cambio, la oposición pierde, se estanca.

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