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Marta López-Luaces

Marta López-Luaces: “Pertenezco a varias realidades lingüísticas”

Desde el balcón y frente a las ventanas del apartamento que habita Marta López-Luaces (A Coruña, 1964) se divisa el East River y el puente de Williamsburg. Ningún paisaje mejor entonces para escribir, en quien ha vivido siempre navegando y cruzando lenguas, países y culturas. Una existencia marcada pues por la palabra, pero también por los encuentros con amigos, testigos de sus excelentes dotes como anfitriona. Y es que la generosidad con la cual esta autora abre su casa, permea igualmente la conversación, a fin de que el saber y el sabor de la lengua se combinen con los exquisitos platos, ofrecidos con gusto a quienes forman parte de su círculo afectivo.

Poeta, narradora y traductora. Marta López-Luaces es también profesora de literatura en Montclair University desde donde coedita la revista Galerna. Su obra poética incluye: Distancias y destierros (1998), Memorias de un vacío (2002), Las lenguas del viajero (2005) y Los arquitectos de lo imaginario (2010). En narrativa ha publicado el libro de relatos La virgen de la noche (2009) y la novela Los traductores del viento (2013).

1. Como española con muchos años de vida neoyorkina, el tema de la identidad y el extrañamiento está muy presente en tu imaginario. ¿De qué manera lo has articulado en tu obra literaria?

Mi obra está marcada por la experiencia de la extranjería a varios niveles: como tradición literaria, como una realidad social de finales del siglo XX y principios del XXI, y como una vivencia vital. En Galicia es un tema con una larga historia literaria que podríamos rastrear desde el siglo XIX hasta hoy. Sin embargo, poco se escribió desde Galicia, sacando claro una o dos excepciones en Argentina, sobre la experiencia de la emigración. Ahora, más y más escritores que experimentamos el exilio, la emigración, el destierro, escribimos desde ahí. Se podría decir que, de algún modo, respondemos a esa tradición literaria. Por otro lado, hoy en día una gran parte de la población mundial vive en el destierro, ya por razones económicas o políticas. Poder residir en el lugar de origen se está transformando paulatinamente, en un privilegio de la elite y de una clase media privilegiada. Mi literatura, creo, refleja esa nueva realidad histórica. Los traductores del viento, muestra la repercusión de tal realidad en el universo interior y en las dinámicas emocionales de los individuos. Mi obra poética, sobre todo Los arquitectos de lo imaginario, es sin embargo el resultado del entrecruzamiento, no solo de las diversas tradiciones literarias en las que me inserto por mis lecturas —la gallega, la española, la latinoamericana y la norteamericana—, sino también de mis propias vivencias.

2. Los arquitectos de lo imaginario se devuelven además al deseo, la diferencia, la sensualidad del cuerpo y del lenguaje. ¿Cómo confluye en tu poética lo vital y lo intelectual, a la vista de la visibilidad que las voces otras han ido cobrando en el panorama, no solo literario sino político y de reivindicación social en muchos de nuestros países?

La diversidad de voces que podemos encontrar hoy día implica la inclusión de los múltiples deseos y perspectivas históricamente marginados. El mayor relieve e impacto cultural e intelectual de los diferentes sujetos excluidos hasta hace poco, nos abre la posibilidad de reflexionar sobre los distintos modos de pensar nuestra realidad social. Si la posmodernidad implica la multiplicidad, la fragmentación del canon, la ruptura con una visión única y el distanciamiento con la tradición, también implica una apertura hacia otras perspectivas y situaciones sociales. La inclusión de los diferentes sujetos como representaciones textuales y su posterior inclusión en la literatura legal, ha podido ir escindiendo poco a poco el imaginario cultural único —unificado— que excluía a todos aquellos sujetos que resultaban medianamente incómodos para las elites, ya fuese por sus preferencias sexuales, por su género, por su raza o por su etnicidad.   

3. En Las lenguas del viajero hablas de “la palabra conquistada, la traducción exacta”. Dos de tus pasiones, desde los libros que escribes y los que traduces. ¿Hay en ti un forcejeo lingüístico, a la hora de abordar ambas escrituras?

Siempre. Pertenezco a varias realidades lingüísticas, por eso la traducción es para mí un modo de comprender las experiencias más vitales. No es únicamente una práctica literaria más. Haber crecido entre varias lenguas me dio la posibilidad de explorar una mayor amplitud de sonidos, ritmos y timbres posibles, que me han obligado a reflexionar acerca de cómo los diferentes géneros literarios, no solo la poesía, están dirigidos por sus articulaciones rítmicas. Más allá de las temáticas que pueda abordar una obra literaria, estamos frente a un medio artístico que deriva mucho de su impacto de su capacidad sonora. Este ejercicio quizás podríamos clasificarlo como forcejeo, aunque yo prefiero entenderlo como ese proceso de traducción del que hablábamos anteriormente. Obviamente, el estar en contacto con varias tradiciones lingüísticas me ha hecho mucho más consciente de las distintas posibilidades de los diferentes idiomas para expresar, no solo diversas realidades posibles de cada cultura, sino también cómo esas realidades van parejas a ciertas condiciones semánticas y sonoras de cada lengua. 

4. En tu proyecto narrativo, La virgen de la noche incorporas en muchos de los relatos la ironía con una dosis de nostalgia, en torno a ese Nueva York de los barrios étnicos que van desapareciendo por causa de la gentrificación y la homogeneización. ¿Cómo te toca personalmente esta destrucción del tejido cultural y racial tan característico del ser neoyorkino?

Nueva York, y específicamente Manhattan, se ha proyectado como la ciudad de la diversidad, sin embargo el fenómeno llamado gentrification, está borrando esa realidad. En los últimos treinta años, los barrios con diferentes mayorías étnicas han ido desapareciendo de este distrito de la ciudad. Manhattan se está volviendo más y más homogénea cultural y racialmente. Un fenómeno como el Harlem Renaissance no creo que fuese posible hoy día. La riqueza cultural de los barrios con una identidad étnica y cultural muy específica ha desaparecido. La virgen de la noche es un guiño literario al barrio de Washington Heights, mayoritariamente caribeño en las décadas de los 60, 70 y 80. Ahora esa especificidad se está perdiendo. La expulsión de Manhattan por razones económicas de las poblaciones marginales, creo que conduce también a una pobreza cultural. Extraño esa riqueza que luego de los 80 se ha reducido a algunos pocos espacios. Con esa pérdida el nivel cultural de la ciudad también se ha visto perjudicado. Esta uniformidad de Manhattan, que considero única en la historia de la ciudad, se ve reflejada en las artes y en una la literatura cada vez más homogéneas.

5. Tu primera novela, Los traductores del viento, aborda el tema del conflicto entre lo laico y lo sagrado, entre el creer y el entender, en la raíz de tantas intolerancias y fundamentalismos contemporáneos. ¿Es ello un asunto cerrado o piensas seguirlo desarrollando en alguna novela futura?

El mundo moderno occidental, creyó haber resuelto el problema del fanatismo religioso, luego de siglos de luchas, organizándose de un modo más laico. La religión se relegaría  entonces a un espacio privado, al de la familia o a aquella comunidad religiosa a la que cada cual pertenece. Sin embargo, ahora el fanatismo religioso surge con nuevo vigor, y no solo en aquellos países que consideramos en vías de desarrollo, sino en el seno mismo de occidente. En  Los traductores de viento trato de entender los motivos de este resurgimiento. La religión como una seña de identidad sigue siendo un dispositivo muy poderoso para organizar sub-comunidades.  Comunidades que se pueden manipular fácilmente y que se sobreimprimen o funcionan paralelamente a otras dinámicas sociales con las que terminan entrando en conflicto

En la novela, que estoy escribiendo ahora y espero terminar en unos meses, no trato este tema en particular. Sin embargo, creo que se debe explorar más. La crisis que experimenta ahora Europa es una crisis mundial. La necesidad de una creencia, de un lugar de pertenencia, de muchas poblaciones que tienen que sobrevivir en el destierro es una realidad que no se puede descartar tan fácilmente. La religión puede transformarse en muchos casos en la única seña de identidad de todas esas vidas arrancadas de cuajo de su lugar de origen, de su comunidad, su idioma, su actividad cotidiana.

6. Como profesora universitaria y editora de una revista de poesía, ¿dónde te posicionas en la creencia, especialmente en los programas de estudios hispánicos, de que la escritura creativa y la escritura académica deben ser dos actividades excluyentes?

La llamada crisis de las humanidades de la que tanto se habla ahora en los Estados Unidos y en particular en la universidad estadounidense, creo, tiene su raíz en esa  misma dicotomía. Hay un desinterés por parte de muchos catedráticos de literatura hoy día, ya no solo en los departamentos de estudios hispánicos, que rechazan todo lo que sea creatividad, todo lo que tenga que ver con las artes. Enseñan literatura, pero la escritura en sí la entienden como algo que no les incumbe, ni con lo que simpatizan. Esto, unido al desconocimiento de muchos catedráticos de todo lo que no sea aquello sobre lo que escribieron su tesis es, en mi opinión, lo que está creando esa división. No saben o no pueden incluir el aspecto más creativo en su área de estudios.

7. ¿Cuáles son los proyectos literarios que tienes hoy entre manos? ¿Piensas sorprendernos pronto con un nuevo poemario o traducción o novela o libro de relatos?

 La editorial Vaso Roto publicará en el 2016 mi próximo libro de poesía titulado Después de la oscuridad. Es una exploración poética de la larga relación entre las ciencias y las artes, y en particular la poesía. Desde Pitágoras hasta Einstein —quien tocaba muy bien el violín, y más de una vez declaró la importancia que tuvo su aprendizaje musical en su trayectoria como científico— siempre ha habido una relación muy íntima entre las artes y la ciencia, una relación que ahora se intenta borrar.

También está por salir en la editorial Vaso Roto, mi traducción de Índice, un libro de poesía de la pintora surrealista estadounidense Dorothea Tanning. Siempre me ha interesado la relación entre las diferentes artes; poetas que pintan y pintores que escriben poesía, y el impacto e influencia que uno tiene en otro.

Por último, y como ya he mencionado, estoy terminando mi segunda novela, titulada El placer de matar a una madre. Es una reflexión sobre el mundo, sobre el universo interior de los individuos, y en particular de una mujer que, durante los años cruciales de 1973-75, desde la muerte de Luis Carrero Blanco hasta la muerte de Francisco Franco, justo antes de comenzar la transición española, es encerrada en un hospital siquiátrico acusada de matar a su madre.

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