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María Fernanda Rodríguez
Maria Fernanda Rodriguez OIM

María Fernanda Rodríguez: El problema de la trata es grave y es global

Venezuela es un país que se desangra día tras día. Impulsados por el hambre, la violencia, la carencia de medicinas y sobre todo la pérdida de esperanza en el futuro, miles de ciudadanos recogen pocas o muchas pertenencias para emprender el camino de la emigración. Lo hacen por tierra, con autobuses y, en menor porcentaje, en avión. 

Según datos de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), el 5 de noviembre de 2020 había 4,6 millones de venezolanos refugiados y migrantes viviendo en América Latina y el Caribe. Tras recopilar información en 16 países de acogida, en los pasos fronterizos y en las rutas migratorias, la OIM ha realizado un estudio de la movilidad humana desde Venezuela. A pesar de no ser considerados representativos, esos datos son muy útiles para hacer análisis de género e individuar las necesidades de los diversos grupos afectados. 

En situación de particular vulnerabilidad se encuentran las mujeres quienes ya en 2019 habían denunciado diferentes tipos de violencia y discriminación basados en su género. En el informe de la DTM (Matriz de Seguimiento de Desplazados de la OIM) se notifica que un 35 por ciento de las mujeres ha sido víctima de violencia física, 25 por ciento de violencia verbal, 11 por ciento de violencia psicológica y 10 por ciento de violencia sexual.

La mayoría de las víctimas tiene una edad que oscila entre los 18 y 34 años. Corre asimismo el grave riesgo de caer en las redes de la trata de personas. Un peligro que acecha también a los hombres jóvenes y a los menores.

Cuando las poblaciones enfrentan éxodos como el de Venezuela los peligros se multiplican. Sobre todo, entre quienes viajan durante días y días en condiciones de gran precariedad-

Es el comento de la doctora María Fernanda Rodríguez, abogada, especialista en Derechos Humanos y de género quien fue ex Secretaria de Justicia de la Nación en su país, Argentina. Actualmente está asesorando, en calidad de consultora especializada en trata de personas, a la OIM en el proceso de Quito. Es éste un espacio de trabajo técnico regional, inaugurado en septiembre de 2018, en el cual participan Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guyana, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay. Su objetivo es coordinar la respuesta humanitaria al proceso de movilización humana de los venezolanos. 

 

Si bien los venezolanos y en particular las venezolanas en este momento sean más susceptibles de caer en la red del tráfico humano, este flagelo atraviesa transversalmente toda la región. ¿Qué se está haciendo para reducirlo?  

El problema de la trata es grave y es global. En algunos países se visibiliza más que en otros. Generalmente eso depende de la mayor o menor implementación de mecanismos para investigarlo. Muchas veces las naciones que tienen un índice más alto de casos son justamente aquellas que trabajan con mayor seriedad y por lo tanto detectan y muestran la dimensión del problema. En Europa la explotación de las mujeres del Este es terrorífica. Es un tipo de trata mucho más compleja y severa en cuanto a su modalidad. Sin embargo, la trata, siempre y bajo cualquier condición, tiene un impacto tremendo sobre el ser humano. Es muy destructiva. Las víctimas, tras el rescate, sufren de estrés post traumático grave. Las mujeres generalmente vienen de condiciones de base de grande pobreza. En muchos casos han empezado a ejercer la prostitución desde una edad muy temprana y no conocen otro oficio.  Un estudio de UNICEF de 1995 revela como casi todas, siendo o no víctimas de trata, han entrado en el mercado del sexo cuando eran niñas. Su baja autoestima se refleja en la relación con la maternidad. A veces, aun siendo ellas quienes mantienen a toda la familia, se consideran incapaces de ser buenas madres. Todo eso vuelve muy complicada su inclusión social. La mayoría no tiene estudios y empezarlos podría volverse una fuente adicional de frustraciones. Ayudarlas a emprender un pequeño negocio parecería una buena solución. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que nunca han tenido la posibilidad de manejar su dinero y por lo tanto les resulta difícil organizarse en la lógica de la autogestión. Cuando las personas han sido víctimas de explotación laboral y no sexual, a veces resulta más fácil encontrar el camino de la inclusión porque tienen un oficio que les da una base para empezar y así insertarse en la sociedad.

 

Si es tan complejo lograr que estas personas superen, al menos en parte, el trauma de la trata, pareciera más difícil todavía localizar a las víctimas y rescatarlas. La conexión de las redes que trafican con seres humanos, su capacidad de corrupción, vuelve particularmente compleja la realización de investigaciones que obtengan resultados.

Trabajar trata es muy complejo. Están todos los esquemas asociados a la corrupción que se entrelazan con la ausencia de controles sobre las personas en los puestos fronterizos. Nos fijamos en el paso de la mercadería o de la droga, pero no hay un control eficiente de las personas. Llegamos al absurdo de tener depósitos para la mercadería, pero no lugares en los cuales poder alojar cómodamente a personas rescatadas. Estamos empezando a trabajar fuertemente para derrotar esas ineficiencias. La trata es un negocio que mueve muchísimo dinero y ahora nos estamos organizando para seguir la ruta del dinero y decomisarlo. Una organización de tráfico humano no la destruyes poniendo presa a una persona, aunque esto nos haga sentir satisfechos con nuestro deseo de justicia. La puedes aniquilar siguiendo el flujo del dinero, haciendo decomisos. Hay que trabajar con esquemas de lavado de dinero. Hay que romper la estructura económica del negocio. Es lo único que puede desalentar la explotación.

 

Generalmente esas organizaciones actúan en diferentes países. ¿Es posible lograr una coordinación internacional que permita luchar eficientemente?  

Estás poniendo el dedo en otro problema muy grave que deriva de la complejidad del trabajo internacional. En algunos países se hace la captación, otros son utilizados como rutas, y otros más como lugares en los cuales se produce la explotación. En términos de investigación, somos más eficientes en la fase de explotación que en los procesos iniciales. Ahora estamos entregados a llevar adelante proyectos muy interesantes a nivel internacional. Se están creando equipos conjuntos de investigación, se están generando fondos fiduciarios para secuestrar los bienes de los tratantes y lograr que sean destinados a la reparación de las víctimas quienes, a fin de cuentas, los han producido y por lo tanto merecen ser las primeras destinatarias.  

 

¿Esos proyectos están en la etapa de programación o están operando?

Algunos equipos conjuntos de investigación ya son operativos y ha habido procesos con resultados positivos. Sin duda hay que institucionalizar más y mejor los modos de cooperación internacional. Son temas muy técnicos, pero se ha mejorado mucho. Por ejemplo, los fiscales tienen una red a través de la cual se comunican y dilucidan dudas antes de mandar los oficios formales para seguir avanzando en las investigaciones. Y se está trabajando para agilizar las comunicaciones electrónicas y así poder enfrentar mejor a los grupos de delincuencia organizada quienes están acostumbrados a mover el dinero con gran rapidez y facilidad. Hay que tomar en cuenta que coordinar la justicia comporta muchos problemas. Por ejemplo, la validación de las pruebas difiere entre un sistema de justicia y otro. 

 

¿Las organizaciones que mueven el tráfico de personas se dedican también al narcotráfico?

No, generalmente son organizaciones diferentes. El narcotráfico requiere de una inversión mucho más grande. Las estructuras y la logística son bastante distintas. Sin embargo, en algunos casos se pueden mezclar, puede haber vínculos para el consumo de las mujeres o de las drogas.

 

Volviendo al drama de los venezolanos, asistimos al empeoramiento de la situación de los migrantes, que siguen saliendo del país a pesar de todo. En la mayoría de los casos se trata de personas muy humildes y, por eso, más vulnerables. El peligro, para los hombres, de ser reclutados para entrar en las organizaciones criminales y para las mujeres de caer en las redes de trata y ser explotadas sexualmente, crece exponencialmente a medida que crecen desespero y necesidad. ¿Cuál es el trabajo que está realizando el Proceso de Quito que cuenta con el apoyo de la OIM y de la Agencia de la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)?

Venezuela enfrenta una gran diáspora, al igual que Siria. En esos casos los riesgos de caer en las redes de la delincuencia organizada son mucho más altos. Estamos hablando de personas quienes casi nunca tienen documentos. En el caso de los venezolanos que emigran caminando, hay situaciones en las cuales, tras la muerte de un padre o una madre quedan los hijos solos, expuestos a cualquier peligro y sin la contención de su barrio, de la escuela o la parroquia. Es posible que deban ofrecen favores sexuales para ser transportados o tengan que trabajar sin recibir retribución. El proceso de Quito busca procurar una mayor coordinación para así dar respuestas adecuadas a las muchas necesidades de los migrantes. En lo que se refiere a mi trabajo que está focalizado en la trata, también estamos buscando caminos para la prevención a través de una campaña comunicacional regional. La detección temprana en los puestos fronterizos es uno de los puntos clave, pero para lograrlo hay que generar un kit de herramientas y una coordinación sin precedentes. Este proceso de movilidad masiva desde Venezuela está afectando la región entera y, por primera vez, ese problema común podría obligarnos no ya a la bilateralidad sino a la multilateralidad-.

Según los últimos datos de las agencias de las Naciones Unidas el número de venezolanos que emigran podría superar el umbral de los seis millones. Se trata de una verdadera catástrofe humanitaria. Hablamos de millones de seres humanos quienes tratarán de insertarse en países de por sí agobiados por las crisis económicas que dejará la Covid 19. Salen en busca de paz, de una vida más serena, un futuro mejor. Están dispuestos a aceptar cualquier trabajo, por humillante que sea. Sin embargo, podrían encontrar un fuerte rechazo. Las deplorables manifestaciones de xenofobia que ya se han dado en algunos países, podrían agudizarse y extenderse, así como se extiende en el mundo el número de quien achaca a los migrantes todas las culpas de los problemas internos de sus países.

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