NUEVA YORK: Manuel Vilas sabe que Elvis está vivo. Tiene una foto con él durante sus últimas vacaciones en Mallorca. Llegó a esta entrevista en un convertible negro con asientos revestidos de leopardo, escuchando Aloha from Hawaii. Se sentó en la mesa comentando una larga conversación que tuvo anoche con Johnny Cash, quien como él, sufre de insomnio. Vilas y él son amigos desde que el músico le pidió al escritor que le enseñara español. Vilas a su vez, fue tutor de inglés del ahora Rey de España y me confiesa que fue un pésimo alumno. Como Macedonio Fernández, sueña con personajes que entren y salgan de la novela o bien, de la pantalla del televisor. Es autor de las novelas Los Inmortales, El luminoso regalo, Aire Nuestro así como de Calor, Amor y Gran Vilas en poesía. Son varios los títulos y premios, pero lo más importante es que es un gran tipo, que a la hora de nuestra conversación ya no toma café y que escribe directo en su computadora.
En tus novelas y en la poesía, hay un elemento que te recorre: el ideario pop. Nos encontramos con temas y personajes que también podríamos ver en un comercial o en una caja de cereales. La reflexión y el humor yuxtapuestos a una visión aguda de la realidad. En Aire Nuestro todo esto se hace patente.
En general en todos mis libros, especialmente las novelas, me planteo reflejar la realidad histórica de mi tiempo. Ahora mi tiempo histórico está dominado por la cultura popular ¿no?, esa es la forma de cultura más potente que hay. Procede del cine, la música y también del mundo del consumo. Estos son los ingredientes culturales en las que está metida toda la civilización occidental. Quería dar traslado literario a todo eso y entonces se me ocurrió la idea de una televisión dirigida por mí, en donde ocurrieran más o menos las cosas que ocurren en el mundo pero representadas de una forma paródica, cómica, y literaria.
¡Hasta una carta a puño y letra de Antonio Gamoneda aparece en las primeras páginas!
Bueno yo lo llamé y le pedí permiso, esa carta es real, obviamente. Iba dirigida a mí. Se trata de juegos entre la ficción y la realidad, porque ese tema me interesa. Es un tema clásico de la literatura: la fricción entre la realidad y la ficción. La vida de una persona cuando muere acaba siendo una ficción.
Pensé frente al esquema que abre la novela que se trata de un plan para hacer zapping ¿no?, ir de una historia o situación a otra. Así también se navega en internet.
Sí, esa novela en concreto está pensada para leerla como se ve una televisión, haciendo zapping.
Si, se puede ver, por en medio, es decir, de primera página a última o como quieras ¿no? Es un canal de televisión.
Has acertado en exponer tu voz creativa en dos ámbitos en los que muchos intentan, pero casi ninguno consigue pasar la raya: poesía y prosa. Si bien siempre nos sabemos leyendo a “Vilas” varías de tono, corte y te vales de distintas herramientas en cada campo. ¿Cómo conseguiste pulir esa alternancia?
Bueno la distinción es de los literarios, por una cuestión pedagógica para explicar la literatura. En mi práctica de escritor no hago distinciones de género. Yo hablaría de un concepto de literatura global, donde caben todos los géneros. A veces escribo novela y otras, poesía. Nunca he conseguido racionalizar eso. Realmente después de haber practicado los dos géneros, no sabría decir dónde están. Yo lo hago con absoluta naturalidad, no tengo ningún problema, si quiero contar una historia, pues utilizo la novela. Si quiero cantar, si quiero escribir algo que sea contundente y especial, imagino que entonces es la poesía. No sé, no sabría decir. Yo no creo que los escritores estemos muy capacitados para dibujar nuestras interioridades creativas.
¿Llegó la literatura en un disco de Rock o en una impresión lectora?
Yo creo que me influyó mucho la lectura de Baudelaire. Un amigo me prestó Las Flores del Mal y me impactó mucho. Empecé a escribir a los 16 años. También la música me influyó mucho. Lou Reed. Fue un combinado. Cayó en mis manos Rock&Roll Animal junto a aquellas lecturas.
¿Cómo llegas de esos 16 años a Gran Vilas?
Bueno más que nada porque es un proceso de vida. Son muchos años de vivir. La literatura tampoco tiene más misterio que el de representar en una forma inteligente la vida. Al final un escritor es lo que ha vivido, lo que le ha pasado, lo que ha sabido entender de la vida. Eso es lo que hacemos, a eso servimos los escritores, a la representación expresiva e inteligente de la vida que nos ha tocado vivir, o la que hemos imaginado.
¿Cómo llegas a la definición de los títulos de tus obras? Me resultan muy curiosos, divertidos. Baste con mencionar al gran tú del Gran Vilas.
Quizás el título más llamativo de todos los míos ha sido Gran Vilas. Yo entiendo la literatura como libertad y un poco como fiesta ¿no? Me pareció que el propio nombre de uno puede ser constitutivo de literatura. Qué hay detrás de ese nombre y apellido. Estamos nosotros, pero hay una construcción social de los demás. La invitación de ese título era una invitación a reflexionar sobre la identidad, provocando. Yo intenté que esa provocación respondiera con un contenido, que es la indagación de los problemas de identidad, esa cuestión fundamental del individuo que es saber quién es. Ya que en fin todos vivimos en libertad, pues hay que ejercerla escribiendo libros que sean distintos.
El cine juega un papel importante sobre los reflejos del imaginario, pero también la publicidad, los esquemas visuales de representación. ¿Han sido todos referenciales para ti?
Últimamente, además de toda esa cultura popular, también me ha interesado la reflexión, en torno a los productos artísticos del capitalismo. Me ha importado pensar que el arte en sí mismo no existe como tal y que estamos en una producción a la que llamamos cultura, pero son productos como unas zapatillas o como una hamburguesa, es decir, los libros y lo que llamamos bienes culturales son también productos, productos de otro tipo pero que se dan también dentro del capitalismo. La historia del cine es la historia de un arte desde una ordenación capitalista. Cada día veo más claro que no existe la producción cultural en sí misma.
Muy influida por la noción de calidad que ofrece “el éxito”
Porque si un señor que escribe un libro tiene éxito lo domina todo. El éxito radica en que un producto sea verosímil y sea aceptado por la colectividad. Los productos culturales son también así, un libro es un producto, una película es un producto, un disco es un producto. Eso a veces lo olvidamos y conviene recordarlo porque si no, permanecemos todavía en una especie de limbo decimonónico, donde seguimos creyendo en el arte por el arte.
El mentado mundo de la súper producción cultural…
Aun así, algo de William Faulkner o un disco de Lou Reed, siguen teniendo que luchar en el mercado, aunque sea un mercado de alta cultura o un mercado de otra tipología, pero siguen teniendo que interesar a un editor y sigue teniendo que venderse para que sea real. Lo único que digo es que todo está muy determinado por las condiciones sociales y económicas en las que vivimos. Cada vez lo veo de una forma más intensa. Hemos visto cómo el fundamento de la vida del individuo sigue siendo un fundamento económico y que realmente es difícil construir un humanismo real, la literatura a veces no es suficiente. Hay que pensar en encontrar un sentido a la vida humana más allá de las convenciones y de lo que nos han dicho que tenemos que hacer.
¿Qué pasó con la literatura comprometida?
Históricamente ha habido cosas en este mundo tremendas, que hicieron que los escritores, pues, se comprometieran. Digamos que la literatura comprometida ha sido históricamente cierta pero ahora no lo es. En estos momentos el único compromiso que se espera de un escritor es el de la inteligencia, que sea inteligente.
¿Sientes que la novela moderna es hija de Faulkner y Hemingway?
No. En lo absoluto. Para nada. Sería increíble. Eso sería un punto de vista muy cerrado. Habría allí un olvido imperdonable, que es el de Kafka, o el de Joyce.
Piglia dividía el siglo XX con Borges y Kafka
A un escritor latinoamericano que no recuerdo, un periodista le preguntó qué diferencia había entre Kafka y Borges, porque a él le gustaban los dos. Respondió: “Borges es como una noche de fuegos artificiales y Kafka es como el incendio de un orfanato.”
¿Cuál es tu mirada sobre lo que está ocurriendo en la narrativa del continente? ¿Cómo se salió del parricidio del boom?
El siglo XX de la novela latinoamericana ha sido uno de los episodios más sobresalientes de la literatura universal. Yo creo que ha salido un escritor extremadamente brillante como Roberto Bolaño, que no tiene nada que envidiar a Gabriel García Márquez, probablemente era al revés. Lo que pasa es que son literaturas distintas y más en espacios temporales diferentes. Habrá que ver en 50 años cómo está ordenado el canon de la literatura en español. Yo sí creo que hay un problema que afecta a las literaturas en lengua española y es el problema del exotismo. Yo creo que esa narrativa debe intentar abandonarlo.
¿En qué sentido?
El exotismo es escribir una literatura que sea recibida por el mundo anglosajón como un relato de algo exótico.
Es decir la selva.
Sí, la selva. El narcotráfico. Debería ir más hacia una literatura de la inteligencia, que es el canon europeo más estricto… es decir, que un escritor peruano, boliviano, chileno o argentino, aporte una literatura que valga en sí misma y no porque sea un asunto de mundos exóticos. Tienes que leer a Gabriel García Márquez por las mismas razones que lees a William Shakespeare.
¿Cómo sientes que se incorporan los jóvenes autores a este nuevo mundo de blogs y espacios de publicación digital? Ya no se depende de la crítica para mostrar un trabajo, ni pasar por el canon de “las voces” autorizadas.
Efectivamente, ha supuesto una multiplicación en posibilidad de recepción de un libro y eso es bueno, indudablemente. Antes había solamente tres receptores y eso imposibilitaba la libertad. O sea, eran tres críticos literarios los que recibían y a juicio de ellos tres era ya visto para sentencia. Ahora hay cincuenta mil receptores posibles y todo el mundo hace su reseña en su blog. Eso está muy bien. De todas maneras yo creo que el lector también debe tener una posición activa y de búsqueda. No pasiva al decir «ya me recomendará alguien el libro que tengo que leer» sino ir a buscarlo en función de su necesidad.
VICEVERSA, PALABRAS DE IDA Y VUELTA
3 canciones fundamentales para ti: Sweet Jane de Lou Reed, Walk on the Wild Side de Lou Reed y Heart de Johnny Cash.
Un autor que no leerías nunca: No tengo… yo siempre estoy dispuesto a leer a alguien, no hay ningún escritor al que no leería nunca.
Uno al que vuelvas siempre: Kafka.
¿Qué es lo mejor que te han dicho?: Bueno, de lectores, que mi literatura les invita a vivir.
Tu director predilecto de cine: Sergio Leone.
Una cosa que no volverías a hacer: Quedarme en la misma ciudad donde me he quedado tantos años.
¿Qué es el éxito para ti?: El éxito para mí ha sido escribir los libros que quería escribir.
Una pesadilla: La falta de sentido de la vida.
Un día perfecto está compuesto de: Escribir.
La última vez que perdiste algo: Perdí un frasco de colonia.
Algún rito al momento de escribir: Tengo que escribir con música y me gusta que la pantalla del ordenador sea grande.
Tazas de café al día: Muchas, mucho café. Cinco o seis tazas de café grandes seguidas, pero hasta cierta hora, después ya no tomo café.
Si fueses un poeta de tu país cuál serias: Lorca o Machado.
Una recomendación para alguien que está empezando: Que se compre una impresora láser y que imprima lo que escriba muchas veces. Es decir, que corrija, la idea es que corrija, no se puede corregir en pantalla.
Algo a lo que temas: Le temo al desánimo.
Una palabra que te guste mucho: Amor.
Elvis Presley: Un gigante.