¿Cómo se mantiene la cámara encendida durante dos semanas en la vida privada de un escritor? ¿Y si es un autor elemental de la instrucción escolar en el país? ¿Es hacer un documental sobre la vida de un escritor una manera de revisar su obra? Las respuestas nos la brinda Francisco Massiani, un documental dirigido por el venezolano Manuel Guzmán y que además de ser su tesis de grado, fue la piedra fundacional de su recorrido posterior en el cine.
El largometraje, que recorre la vida de Francisco Massiani (Caracas, 1944) fue seleccionado para ser proyectado en el Venezuelan Film Festival 2015, de Nueva York. Guzmán no se propuso ser la voz de Massiani ni juzgarlo. Tampoco convertir la cinta en mera lubricación intelectual. Algo vio en Pancho y éste en él. Eso está claro. Como en los reflejos más puros, Pancho odió a Manuel y quiso a Manuel. De un instante a otro.
Visto en retrospectiva, el documental es una colección de momentos asociados a “ese trayecto” que se compone como una vida. Desde la disparatada escena con el actual director del Liceo Andrés Bello, al que asistiera Massiani, pasando por los pasillos de la Facultad de Arquitectura, los oscuros sillones de un burdel de La Carlota, hasta el balcón del apartamento en Macuto. ¿Cómo se acerca una cámara a la vida de un ser humano?
La idea era lograr de alguna manera, por intuición, que él se acostumbrara a la cámara y mostrara todas sus máscaras. Para explicar su historia, es clave la figura de Belen Huizi. El hilo conductor de la película iba a ser Belén, la mujer, porque es normal en él. Que él mismo se contara sin intermediarios, era casi igual a contar su vida a través de ella. El tema de su amor a puras mujeres: como esposo, amante, novio, padre y como abuelo. La presencia de Huizi es determinante en su vida. Fueron varias las circunstancias que próximas a su muerte, rodearon a Massiani. Perdió a sus padres y a la mujer que amaba con meses de diferencia.
Otro énfasis de la historia es hablar de el segundo período de su producción escrita, quizás menos conocido y posterior a un largo silencio de dos décadas sin publicar.
Esa vuelta después de ese largo silencio, a buena parte del público no le gusta y lo juzgan mal. Hay toda una matriz de hablar bien de Piedra de Mar y al resto de la obra verla con una distancia intelectual bastante fría. Conocerlo a él es abrir las puertas a esa segunda etapa de su obra, que es en la que se basa la película.
¿Cómo se orientaron las experiencias, las reflexiones y monólogos hacia la emoción y el sentimiento de Pancho por Belén? Un ir y venir de tomas nos insiste en cómo la conoció, cómo fue la primera vez que la vio. Pero a su vez, repite en muchas ocasiones: “punto, no hablaré más de mi vida”.
Pasó algo muy difícil de mostrar y es que él no hablaba de lo que a él le importa. Tiene un escudo muy fuerte. Él es una persona muy feliz. Encontrar el rostro retrospectivo de Massiani costó bastante, porque ese es el rostro que explica los veinte años de silencio y sus problemas con el alcohol. Textos como Con agua en la piel y El señor de la ternura, arrojan otra lectura después de ver la película. Cómo sufrir esa otredad, cómo entregarse hasta ese punto. Captar al otro Pancho, no solamente al que sonríe queriendo brindar, leer un poema. Quise captar al Pancho que mantiene un retrato de Belén al lado de su cama. Todas nuestras conversaciones fueron la clave para decir: “Este es un documental de amor, y una historia de amor es la mejor forma de explicar quién es Pancho Massiani”.
¿Cómo consigues dejar una cámara allí donde el autor lleva su vida íntima, cotidiana, personal? ¿Cuándo deja de ser una intrusión el ojo del tercero?
Hay muchas cosas que no se estudian y simplemente pasan. Creo que tiene que ver con cuáles son tus intenciones y con el ego. Cuando uno se está acercando a alguien no lo puede hacer desde el ego sino desde algo mucho más humano. Si bien yo en ese momento estaba estudiando y no sabía mucho de cine, ni de encuadres, sí sentí una conexión que me permitió explorar una situación personal a través de Pancho. En ese momento, él enriquecía esa conexión. Estaba consciente de cuál era mi intención y por ello siempre tuvo el recurso de insultar o reclamar en la misma manera. Al final lo que queda es una interacción. Si te acercas de esa manera a alguien lo que queda es una amistad. No es una película hecha al margen del autor.
Hay varios pasajes preliminares que parecieran ser, entre todos, una introducción al momento en que el hombre tiene los ojos puestos en el horizonte del mar. ¿Estaba pautado que fuera así? ¿Cómo lleva el recorrido hasta allí?
Los sitios cuentan su historia. El bar cuenta su historia. El colegio, la universidad, Sabana Grande, las mujeres. Todo diseñado para llegar al Edificio Fontainebleau, donde vivió con Belén. Ese es el clímax de la historia. Lo que pasó es que justamente, con buena parte del documental filmado, Pancho no había hablado de Belén, ni de nada trascendente a fondo. Eso generaba tensión. Yo le dije: “Pancho, toda la película ha sido un paseo donde tú no te has abierto”. Él se molestó y me pidió que me fuera. Lo hice y dejé las cámaras. Es allí, en el apartamento que pasa ese instante electrizante. Solo, completamente solo, Pancho empieza a cantar rancheras mexicanas. Allí se vino todo lo que él no había querido decir, como un torrente de agua. Cantó, habló con ella, le reclamó su muerte.
Me llamó la atención cómo decía algo en voz alta e inmediatamente lo redactaba, lo avalaba o lo volvía a decir de otra forma: “La libertad es lo más hermoso” y “No me gusta el final de nada” fueron, por la manera en que fueron dichas, las que más retumbaron.
El decidió no morirse. Vivir lo más plenamente posible. Es alguien en quien el tiempo transcurre distinto. Él tiene una velocidad en su hacer, en su hablar, en su ansiedad. Es un claro rasgo. Sin lugar a dudas padece el encierro. Es muy difícil ponerse en su lugar. Tiene consciencia de su momento y no está perdiendo el tiempo. En la película hay un eco en que cita que él es su peor enemigo. Yo diría que Pancho simplemente es Pancho.
VICEVERSA, PALABRAS DE IDA Y VUELTA
Algo que te desagrade profundamente: La gente mala.
Un acierto: Hacer cine.
Una derrota: Hacer cine.
Ingmar Bergman: Él decía que solo hay dos tipos de plano: los cerrados y los abiertos. Los cerrados reflejan el alma humana y los abiertos, a dios.
Tarkovsky: La relación con su padre que era poeta.
Un actor ideal: Actor que piensa, pierde. Tiene que pensar antes o después.
Un artista venezolano: Guillermo Sucre.
Una recomendación a quienes empiezan: Que sigan ese sí mágico del “esto es lo que me gusta” tienes que hacer lo que te mata.
Un concepto del éxito: Volver a cero para volver a empezar.
Algo que nunca harías: Nunca digas nunca.