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Manuel Aranda Castex

Manuel Araneda Castex: Los museos son herramientas territoriales de resiliencia individual y comunitaria

Retratos y fotografías del libro por Ximena Labra Silva

Conocí a Manuel Araneda Castex en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, en 2002. Yo sostenía entre mis manos el libro de Gonzalo Rojas, ¿Qué se ama cuando se ama?, del cual sigo pensando que es uno de los libros más hermosos que he tenido entre mis manos. Y, se me escapó decir lo que sentía. Alguien que me oyó se fue a buscar a Manuel, el diseñador y amigo de Gonzalo Rojas. Así nació una amistad que parece seguir creciendo a pesar de la distancia. 

El Poeta Gonzalo Rojas, a quien tuve la suerte de escuchar esa vez, dejó de estar entre nosotros en 2011.  A su memoria dedicamos esta entrevista. 

¿Qué se ama cuando se ama? pertenece a una trilogía bellamente editada con sus CD, a cargo de la Biblioteca Nacional de Chile. Años después Manuel Araneda Castex se encuentra realizando en Nueva York un mural por encargo del Department of Modern Languages & Cultures (Fashion Institute of Technology/SUNY) donde fui profesora hasta mi libertad bien adquirida en junio del año pasado. Antes de Manuel padre, su hijo Manuel hizo una visita y una donación de sus fotografías para nuestro departamento y para el de ciencias. Padre e hijo son poetas, fotógrafos y comparten mundos creativos. De hecho, toda la familia lo es. Con sus fotos del ¨Sur Sur¨ de Chile se montará en un futuro muy próximo: “The Language of the Territory, photographs of the silence”, el cual estará permanentemente exhibido en el Multimedia Language Center. Como parte de las actividades propuestas durante su estadía estábamos organizándole Pilar Blanco y yo una exposición para la primavera de 2020, sin embargo, ha quedado pospuesta al menos en su forma física hasta que la universidad vuelva a abrir después de la pandemia y se recupere financieramente del cierre. Es mi deseo publicar esta entrevista y darles un adelanto. 

Manuel Aranda Castex

“The Language of Territory, the sustainability of the identity” es un montaje que integra diferentes medios, las fotografías, mapas, pantallas, telas, diseños y objetos elaborados en un taller con alumnos del FIT.  Y además el mural que embellecerá y educará a los estudiantes de lenguas. 

Esta provocación al ojo y al intelecto conlleva también la participación e invitación de otros sectores de la universidad, tales como el de Sustainability Council con Suzanne McGillicuddy, y de otras personas de diversos departamentos como Lana Bitman y James Ferguson de la Biblioteca de FIT, Christine Lyons y Brenda Cowan del Department of Exhibition and Experience Design, y otros expertos en sustentabilidad en FIT como Evelyn Rynkiewicz.  Para ello, se está planificando un evento parecido al de Fashionable Muses realizado por Susan Breton, en el cual se entrelazaba el trabajo de músicos, artistas visuales y poetas. En esa oportunidad, tanto estudiantes y profesores como yo, produjimos un diálogo interdisciplinario. A partir de la pieza musical debíamos producir un poema y un artista de artes plásticas una obra visual. 

Ahora con Manuel sería tomar como eje ideas de sustentabilidad acerca de identidad, culturas desaparecidas, arte nativo y lenguajes relacionados a geografías, culturas extintas y vivas como las de Nueva York. 

Manuel Araneda Castex

Manuel Araneda Castex

En esta nota introductoria he querido presentarte como diseñador de libros y también de exhibiciones y museos. Sé que preparas un museo con la oficina de la historiadora Christine Gleisner en Berlín y dos libros sobre tu trabajo que se editarán en Francia en St. Etienne, y también una exhibición. Partamos por el principio de tu formación en la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Valparaíso (PUCV). Según me contaste en esta escuela se daba primacía al acto poético o a la poesía. Me gustaría que nos cuentes más. 

De nuestra Escuela podríamos decir, que parte importante, proviene de un jardín, de un viaje que partió en un jardín, en una mesa bajo un árbol donde inmigrantes italianos cantaban todos los domingos. Podríamos decir, que en el renovar la tradición en ese jardín y en los talleres y fundiciones de la casa del virtuoso escultor Santiago Girola, en Rosario, Argentina, una tradición que se traducía en una herencia, a través de su hijo Claudio y de Godofredo Iommi se transformó en nuestra propia herencia.

Su extraordinaria maestría, mezcla de talento y erudición, hicieron de ambos maestros pilares fundamentales en la formación de generaciones de arquitectos y diseñadores. El proto-viaje de nuestra Escuela podría comenzar en el renovar de la tradición en ese jardín, en esa fundición que forjó tanto el oficio como la forma de vivir, la educación y el temple, que dieron lugar a la obra tanto de Claudio Girola, de su hermano Ennio y de su tío Godofredo Iommi de edad muy cercana.

Primero viajan a Buenos Aires, Claudio firma el fundamental “Manifiesto del Arte Concreto¨, luego viajaría a Europa para ser discípulo de Georges Vantongerloo. Godofredo continúa y en Rio de Janeiro encuentra un ¨lugar poético¨ en el grupo que forma junto al poeta Gerardo Mello Mourão, bajo el lema ¨Dante o nada¨, la ¨Santa Hermandad de la Orquídea¨. Luego de su regreso, en su afán por escapar de Buenos Aires, cruza Los Andes en un tren para ver a Vicente Huidobro. Llega a Chile a inicios de los 40 y ya en Santiago, el poeta conoce y se une a un grupo de arquitectos. Claudio Girola vendría después, el 53. 

Iommi llegó a Chile en busca de Huidobro y encuentra un nuevo destino en su propio ¨viaje de Eneas¨ al conocer al arquitecto Alberto Cruz y al grupo con quienes, al modo como la Bauhaus no se formó en Berlín sino en Weimar, se trasladaron de la Universidad Católica en Santiago a la Universidad Católica de Valparaíso, fundaron el Instituto de Arquitectura, la Escuela, y con los años la Ciudad Abierta. 

En el Instituto de Arquitectura comienzan a formular una teoría, muy cercanos a Heidegger, a los poetas RImbaud y Hölderlin.  La premisa o la hipótesis era que la condición humana es una condición poética y tanto en los diseños como en la arquitectura la palabra genera la obra. 

« (…). ¿Es desconocido Dios’

¿Es manifiesto como el cielo? Esto

es lo que creo más bien. La medida del hombre es esto.

Lleno de méritos, sin embargo poéticamente, habita

el hombre en esta tierra(…)».

Friedrich Hölderlin

«Tenir le pas gagné; Il faut être absolument moderne».

«Mantener el paso ganado. Hay que ser absolutamente moderno». 

Rimbaud al final de “Una temporada en el Infierno”.

En 1965 al grupo se sumaron otros poetas y filósofos e hicieron una travesía con la idea de refundar la identidad americana. Dos años después, recolectaron textos, anotaciones, poemas, más cartas de los primeros cronistas americanos, y se editó un libro titulado Amereida (varios autores, Ed. Cooperativa Lambda, Santiago, 1967). Es un poema escrito en conjunto que se pregunta por la identidad de América, «su hallazgo» y la relación con la historia del «piadoso Eneas», de “La Eneida” de Virgilio, poema fundador de lo latino. 

En la Ciudad Abierta el fundamento de la Escuela y el poema Amereida se transformaron en obra arquitectónica, una ciudad experimental en las dunas, a la orilla del Océano Pacifico. 

La voz iluminada de Godofredo Iommi nos llevaba a la fascinación, a la perplejidad, al deslumbramiento, abría las mentes con el campo explosivo de su erudición, hablaba musicalmente con la música encantadora del juglar medieval.

Godofredo Iommi, Alberto Cruz, Claudio Girola, estos tres octogenarios, y en especial Iommi, Godo para nosotros, tenían esa altura del Nostoi, del iluminado que viene de regreso de sus viajes, y quizás en su propia nostalgia de la vida, viajaban en nosotros, que alumbrados por su voz intentábamos recoger las palabras que alcanzábamos, de este árbol de conocimiento que era el poeta.

Lo que digo es que ese viaje de ellos en nosotros es nuestra obra, o se transcribe en nuestra obra, lo que hemos construido quienes tuvimos el privilegio de haber sido sus alumbrados. Muchos años después tuve el honor de trabajar y llegar a ser amigo de otro poeta, otro octogenario, Gonzalo Rojas, trabajé para él por más de ocho años, (1999-2007), que fueron posibles sólo gracias a los seis que pasé muy joven con Godofredo Iommi y los maestros fundadores de la Ciudad Abierta. Tal vez no tendrá valor para los estudiosos sino en la transcripción que hay de esta enseñanza en el tejido construido en mi quehacer como editor y museógrafo.

Amereida es una teoría arquitectónica, poético ontológica y proto-de-colonial. 

¿Qué otros aspectos contribuyen a tu formación? 

Bueno además de mi familia, reconozco la influencia en mi formación de una estrella, la actriz carioca Fernanda Montenegro, de quien fui huésped en su casa en Rio de Janeiro, después de mi travesía al Amazonas. Tuvimos largas y maravillosas conversaciones sobre poesía, teatro, cine, arquitectura y arte. Gracias a ella comencé a confiar en mi oficio y tuve junto a mi amigo Claudio, su hijo, mi primer trabajo, los afiches para “Frankenstein”, una obra en el Teatro Botafogo. 

Después de la Escuela, muy joven fui profesor en la Universidad Diego Portales y, junto a mi ayudante, Javier Devilat, ganamos una beca del Poynter Institute for Media Studies para estudiar con Peggie Stark y con Mario García, quien ya era en esos años —y sigue siendo por lejos— el más prestigioso consultor sobre espacios periodísticos del mundo. 

La formación de mi Escuela me permitió pensar el diseño y el espacio arquitectónico desde el pensamiento abstracto, desde la observación, desde la expresión propia del lenguaje del espacio. Los estudios en el Poynter con el ¨Eyes Track¨, sobre el movimiento de la pupila, los procesos para medir cómo miramos, y en general la visión del Dr. García sobre el soporte y los espacios de la comunicación, me motivaron a pensar el papel que desempeña el espacio en los museos y en el diseño de exhibiciones. 

Ese “clic” me llevó a la museografía, un campo absolutamente interdisciplinario y abierto. Un par de años después conocí a Roberto Benavente, lo entrevisté para el documental que filmamos con José Latuf, en Lisboa y París, para el pabellón chileno en la Exposición Universal. Roberto, su autor, con sólo escuchar mis preguntas se dio cuenta que habíamos sido formados por los mismos maestros, en la misma Escuela. Al saber de mi trabajo, me bautizó de ¨museógrafo¨, en Portugal, y reconozco en su amistad y en su pensamiento gran influencia en mi formación. Es sin duda otro de mis mentores. 

Por años seguí trabajando en imagen-país, para la Biblioteca Nacional y para ProChile, la Cancillería, en especial para (y con) Regina Rodríguez, en los pabellones, al menos ocho veces y así conocí a Gonzalo Rojas y a ti, Madeline, en el pabellón chileno en Guadalajara. 

Entonces el Poynter y los pabellones me llevaron a la museografía, después de los pabellones vinieron los museos. Al día de hoy creo que he participado en más de quince proyectos museográficos que cubren casi todo el territorio de mi País, desde el Museo de Antofagasta en el desierto de Atacama al Museo Antropológico Martin Gusinde en Puerto Williams, capital de la Provincia Antártica Chilena.

Para mi la museografía es un ensamble de vacíos secuenciados que construyen una lectura, un relato, un imaginario, para dar cabida a que los visitantes, en el fluir por el edificio, en un ¨viaje¨, tengan la posibilidad de crear nuevo conocimiento. Los museos son herramientas territoriales de resiliencia individual y comunitaria, siembran competencias, vocaciones, amor por el conocimiento.

La experiencia en obra te va formando, te forjas en el hacer y en el observar el hacer, en lo empírico. También los años de trabajo con Gonzalo Rojas fueron muy formadores y marcadores. Tenia que estudiar y leer muchísimo, porque él constantemente interrogaba, me daba a leer todo el tiempo distintos textos, me regalaba revistas, libros, Joseph Brodsky, Octavio Paz, César Vallejo, Jorge Eduardo Eielson, etc, etc.

Rojas me escribió muchas veces, me dejaba mensajes graciosos en el teléfono, me escribía en mis bitácoras, en las páginas de los libros que me regalaba. En el colofón del primer libro que hicimos, define mi oficio en un solo verso

“Manuel, tacto y oreja para urdir la red de los enigmas”

Volviendo al tema pendiente de la exposición, las reuniones que sostuvimos con personas como Susan Breton, con quien trabajé antes en Fashionable Muses y a quien le hablé de ti, nos iban arrojando preguntas sobre cómo integrar a los estudiantes de FIT, cómo hacerles sentir que este tema está vigente y tiene proyecciones o dimensiones que los involucra. Después de todo, ellos son los nuevos constructores de mundos. Háblanos un poco sobre cómo sería la Expo en FIT. 

Cuando me propusieron el desafío de presentar un proyecto a la Biblioteca de FIT, lo vi como la siguiente etapa del mural, de las “fotografías del silencio”, ahora podrían cantar sobre diseño, lenguaje y territorio, en un espacio tridimensional, museográfico. 

La Biblioteca presenta el desafío de distintos pisos unidos por escaleras. La idea es convertir ese desafío en una oportunidad. “dar un regalo” a la experiencia para que permita conectar a los estudiantes con sus propias estructuras de pensamiento, con sus valores culturales e identitarios y hacer un “clic”, que los lleve a potenciar el desarrollo de sus propias ideas sobre sustentabilidad. 

Otros pequeños trabajos que Pilar me encargó me permitieron conocer un poco más a los estudiantes, con ustedes he tenido la oportunidad, fantástica, hay que decirlo, de madurar estos temas, no es una simple exposición de fotografías. Me ¨sintonizaron¨, al museo, las exposiciones, a los profesores e investigadores y lo más importante me permitieron participar del trabajo intelectual del departamento, al desafiarme a pensar este proyecto ligado al pensamiento que surge del trabajo de su oficina. 

Partimos pensando en inclusión, tolerancia, luego, la preservación de las lenguas. “Entonces se trata de la sustentabilidad de la cultura” me dijo Pilar un día, asombrada al escuchar que quedaba una sola persona que hablaba la lengua yagán. Nuestras reuniones con diferentes profesores y la búsqueda de la mejor forma de involucrar a los estudiantes nos llevó o más bien, tú nos llevaste, a la “vuelta de tuerca” que le dio Susan Breton al pensar la experiencia de los estudiantes como una pregunta sobre la sustentabilidad de la identidad y mi trabajo como una “dialéctica del lenguaje expositivo”.

Entonces, la idea es transformar el espacio de las escaleras de la Biblioteca en una oportunidad para hacernos preguntas: ¿quienes somos los americanos?; ¿qué propósito tiene lo que hacemos?; ¿quien eres?; ¿cómo influye el territorio donde vivimos en lo que somos?; ¿cómo influye lo que somos en nuestra creación y nuestro trabajo? ¿cómo influye lo que amamos en lo que hacemos?

Tuve la oportunidad de estar unos días en el territorio de los Iroquois, The Six Nations Confederacy, cerca del rio Delaware, y claro, todo territorio tiene un lenguaje propio. La pregunta sobre América y su cultura está abierta sobre la mesa y es fascinante. El mural y la exposición en FIT-SUNY, gracias a les Editions ALEC, tendrá ahora un tercer capítulo, que he llamado ¨La Langue du Territoire, L’âme du feu ¨, el alma del fuego, en St Etienne en el sur de Francia. 

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