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karl krispin

Tengo un malestar en la felicidad

Hace poco alguien me recordaba el chiste sobre los tres libros más breves de la humanidad: “Introducción a la gastronomía inglesa”, “La heroicidad de los italianos en la guerra” y “Cien años de humor alemán”. Agreguemos a la trilogía un tomo adicional: “La felicidad en el socialismo”. Desde los tiempos del atrevido Platón y el sensato Aristóteles la felicidad se ha incorporado al discurso político. Los bolcheviques abusaron de ella hasta esfumarla. Así como a los norcoreanos los obligaron a llorar cuando murió Kim Jong-il y los chinos sonreían para la propaganda maoísta, se ha forzado una idea de júbilo que nunca existió en el socialismo. O en el comunismo ya que el término socialismo es un suavizante para aminorar su condena. En el colectivismo no existe alegría ya que nadie puede celebrar la carestía. No hay dicha posible en un estómago vacío. Al sitio donde suelo ir en Margarita, un árbol de uva de playa al que ni miraban en épocas anteriores da a la calle. Este año fue muy bien visto y se llenaron de trepadores sus ramas para aprovechar la fruta. ¿Esto se llama hambre socialista o cómo?

Luego de años de ensayo, el venezolano se ha resistido a abrazar el socialismo particularmente desde 2006 cuando los apparatchiks comenzaron a condenar el consumismo y a hablar de una risible ética contra el capitalismo en una era de corruptos. Sorprende la longevidad del régimen más destructor de la historia de la República. Tal vez se explique también por los desatinos cometidos por la oposición. Hay un celo a que no se enumeren nuestros errores opositores: pienso que es necesario que se recuerden porque diecisiete años, además perdidos, ya son muchos en una vida. Venezuela ha desperdiciado sus ingresos, ha atestiguado la migración de los suyos y ha visto casi desaparecer su sector privado. Gracias Hugo por los favores recibidos.

La transparencia es irrenunciable para mantener una audiencia. No se le puede mentir a la ciudadanía. Frases como “en seis meses habrá un nuevo gobierno”, o “no se dialogará sino públicamente” han comprometido las bases de un entendimiento y una cohesión en funcionamiento. La MUD ha insistido que el revocatorio será en 2016. Ojalá que esta frase pertenezca a la realidad y no a la ilusión. Criticar es propio de demócratas, no de dogmáticos. Todos estamos con nuestra MUD pero la MUD necesita consensuar el cambio que despida para siempre al socialismo. La beatería y la autocensura en el lenguaje han mantenido con vida los errores del pasado. La verdad y las decisiones coherentes de hoy sabrán permitirnos un futuro de libertades y hasta su idea aproximada de felicidad.

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