Muchos recordaran a Malala por aquel fatídico incidente en el 2012 en donde un grupo de talibanes atacó un transporte escolar en el valle de Swat de Pakistán, dejando a 2 niñas heridas y a la joven activista casi al borde de la muerte.
Desde ese momento, se empieza a hacer más visible su imagen y sus ideas de libertad e igualdad que vienen a construir un muro de contención contra el radicalismo islámico que surge en distintas partes del mundo con grupos como ISIS en Iraq, Boko Haram en Nigeria, Hezbollah y Hamas en el Medio Oriente.
Lo cierto es que la imagen de los musulmanes se ha visto cada vez más deteriorada por la acción egoísta de estos poderosos grupos radicales que no representan a la comunidad islámica. Es común escuchar y ver imágenes con generalizaciones que afirman que “Todos los musulmanes son terroristas”. Pero más bien, sorprendería a muchos en nuestra América saber que los deseos y sueños de la mayoría de los musulmanes no son tan distintos de aquellos que nos encontramos en este lado del globo.
En su biografía “Yo soy Malala” ella refuta a los talibanes explicando que en el Corán no dice en ninguno de sus pasajes que las mujeres no pueden estudiar, ni que se deba matar a aquellos que vean televisión o escuchen música occidental, entre otras cosas. Esto fastidia a los talibanes y grupos radicales, sobre todo viniendo de una joven musulmana sunita, rama más ortodoxa del islam, y que además utiliza los propios lineamientos del islam como argumento. Es por esto que la quisieron matar.
Malala vino al mundo a decir con una voz dulce que todos somos iguales. Ella vino a proclamar que todas las mujeres tienen derecho a estudiar, trabajar y ser profesionales. Que tanto hombres como mujeres tienen un lugar valioso dentro de la sociedad sin importar de donde vengas. Pero sobre todo, que la educación es el arma más poderosa para luchar contra las injusticias.
Una de las frases que más me marcó de su libro dice «La educación es la educación. Debemos aprender todo y luego elegir el camino a seguir. La educación no es ni oriental ni occidental, es de humanos».
Por si fuera poco, no sólo Malala y sus ideas de libertad e igualdad representan una piedra de tranca para los radicales, sino que su padre, Ziauddin Yousafzai, como hombre, esposo, padre y profesor viene a darle más fuerza al hecho de que mientras más mujeres educadas existan, tendremos un mundo mejor.
En el Social Good Summit del 2013, Ziauddin dijo “Los ladrones aman la oscuridad de la noche cuando quieren robar algo. Al igual que los terroristas, que aman las sociedades ignorantes, porque la educación es la luz y la ignorancia es la oscuridad”
Todas las religiones tienen sus líderes contemporáneos que han venido a reivindicar los errores del pasado. En el siglo XX vimos a Juan Pablo II, quien es venerado por la comunidad católica cristiana e incluso se ganó el respeto de muchos escépticos. Shimon Peres le dio una imagen positiva a la comunidad judía en tiempos de crisis al igual que Yasser Arafat en el caso de los musulmanes por sus enormes esfuerzos a favor de la paz en Medio Oriente.
¿Será Malala quien venga a reivindicar la imagen del islam y a darle la luz que merece en estos tiempos tan convulsionados?