Luisa Elena, a sus 69 años lucha con lo que para muchos es un simple ejercicio de solfeo. Mueve su mano derecha a “tempo” pero le cuesta coordinar la lectura con la afinación. La miro a los ojos y le hago señas de que continúe, mientras que el resto de la clase hace gestos de desagrado. Esa actitud me desconcierta y me pone a reflexionar.
Ahí estaba yo. A los 18 años, haciendo una suplencia, por un mes, en la clase de primer año de teoría y solfeo. Todos eran mayores que yo por lo que no entendía cuál era el problema. Ese día escuché, de sus propios compañeros y de otros profesores que el hecho de que ella fuera alumna regular del conservatorio era una “caridad” porque “a esa edad… ¿Quién aprende?”. Luisa Elena se convirtió prácticamente en una obsesión para mí.
En el caso específico de la enseñanza musical existe el prejuicio estúpido de la edad como hándicap cognitivo y de destreza. Prejuicio presente en los conservatorios y universidades, donde existe la firme creencia de que si no empezaste a estudiar música a los 4 años… “no es igual”. Esta servidora, quien empezó sus estudios a temprana edad, estaba más que dispuesta a llevarse a quien fuera por delante precisamente para probar que la edad no representa limitación alguna en el proceso de aprendizaje de la música: Luisa Elena, baby, oficialmente te adopto como mi pupila, mi “protégée”.
Las reacciones fueron diversas en el conservatorio. Muchos pensaron que lo hacía por lástima! (¡Dios mío!, ¡perdónalos porque no saben lo que hacen!), otros simplemente pensaron que estaba perdiendo el tiempo… pero a los 18 años hay mucha energía, mucha terquedad y mucha persistencia y yo estaba determinada a hacer de Luisa Elena, la mejor alumna de su clase y hasta enseñarla a tocar piano un año antes de que pudiera entrar en la cátedra del instrumento.
Luisa Elena llegó hasta dictado (4to año), con las mejores notas. Con un “taco” de lectura a primera vista y con un repertorio regular de piano lo suficientemente bueno. A los 72 años se despidió de mí con una gran sonrisa, agradeciéndome por haber creído en ella y dejándome su colección de partituras de Ernesto Lecuona (algunas de ellas escritas a mano por el Maestro). Partió al más allá y me dejó con la satisfacción de haberle probado al pequeño universo del conservatorio que estaba equivocado y la determinación de desarrollar algún método de enseñanza más dinámico y eficaz que el de mi arcaica institución, lucha que continuo hoy en día.
Hablando Claro…
Según el neuropsicólogo Ecuatoriano, Eduardo Santillán Sosa es verdad que la memoria inmediata comienza a disminuir con la edad, pero la ejercitación mental mediante la gimnasia cerebral, mejora la dinámica del cerebro y como consecuencia se generará una mayor capacidad analítica, de resolución de problemas, tomas de decisiones y se incentivará por dicho ejercicio a recordar información de largo plazo histórica.
“El estímulo constante que recibe nuestro sistema nervioso central mediante la activación de nuestra capacidad de aprender, dinamiza la plasticidad cerebral que se encarga de realizar las interconexiones entre las neuronas”, dice Santillán.
En conclusión, el aprendizaje no está limitado ni supeditado por la edad. Todos tenemos potencial y talentos que nos hacen únicos. Nuestra única limitación reside en nosotros mismos. Es hora de levantarse en contra de los prejuicios y miedos medievales en nuestra sociedad, es hora de acabar con la mentalidad “coprófaga” de los conservatorios y si, también del sistema de orquestas. Dicho y escrito por una de sus ilustrísimas hijas.