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Los tuyos, los míos y los nuestros

Hace unos días me tropecé con dos artículos que se contradecían muchísimo entre sí. El primero hablaba sobre nueve razones de los millennials para no tener hijos. Con su tono satírico, a mis 28 años me sentí más identificada con eso que estaba en inglés sobre una sociedad que no es la mía; que con el segundo, que reportaba la venta de uniformes en Venezuela para embarazadas en edad de educación media, e incluso los últimos años del ciclo básico (entre 10 y 15 años aproximadamente).

Estando a unos meses de graduarme de mi segunda carrera, siempre le he dicho a mi mamá en son de sorna, que debería construirme una estatua y una plaza por haberlo hecho sin salir embarazada hasta ahora, y no ha sido por ser la virgen María exactamente; pero nunca pensé que se tornaría tan serio el asunto.

En el artículo hablan de la educación sexual, pero creo que en nuestro caso va mucho más allá. Para mí es la exageración desfigurada de lo que se está implementando como rol social de la mujer. Gente, nos estamos atrasando más de lo que creemos. Más allá de todo lo que sucede a nivel económico y político, socialmente se está cocinando un guiso que nos va a pasar una factura que no sé si podremos pagar. En algún otro momento escribí sobre el muy posible no retorno de la migración venezolana, y se relaciona con esto; porque intentando imaginar la sociedad venezolana del futuro a mediano plazo (pongamos unos 30 o 40 años), me pregunto: ¿Quién estará en estas tierras?

Dicen que el mundo es como una pelota, da muchas vueltas. Un día estás arriba y al siguiente estás abajo, pero este concepto es muy determinista para mi gusto. Creo más en que el futuro es el lugar que no existe, a pesar que se está construyendo a diario, y si vemos cómo va esta construcción de país… Digamos que el pronóstico no es muy bueno. Por ejemplo, uno de mis amigos hizo su trabajo de grado con adolescentes embarazadas en un hospital de Valencia, y a mitad del proceso, tuvo que cambiar de muestra, porque las muchachas robaron la unidad del servicio de ginecoobstetricia infanto-juvenil que las atendía. Esa es la realidad de un embarazo adolescente en Venezuela. Teen mom se quedó muy corto.

¿Realmente una generación de niños que se embarazan a los 11 años podría ser la próxima gran generación del país? Y sí, digo niños, porque esas niñas no se embarazan solas. Esto no es un problema de género, exclusivo de las muchachas. Perpetuar esa idea es darle fuerzas al problema.

Sé que todo esto suena como un problema local, que nada podría importarle a los vecinos, pero en realidad es una situación que afecta a los tuyos, los míos y los nuestros. No por nada Andrés Eloy Blanco decía en su poema “Los hijos infinitos” que cuando se tienen hijos, se tienen a todos los hijos de la tierra. Si leen el poema, entenderán mi preocupación en pensar que en este momento en cualquier hospital venezolano desabastecido podría haber una niña de 11 o 12 años pariendo a un niño, y a la vez todos los del mundo entero.

Con toda la sinceridad con la que suelo hablar y escribir, no imagino el terror de esa niña, de tener la responsabilidad de criar a un muñeco con vida. Pensar que ella a sus 11 es más valiente que yo a mis 28 por “asumir el reto” es estúpido, pero calificarla de «bruta” va mucho más allá de lo peyorativo. Saldando cuentas, en el tema del embarazo adolescente creo que sólo hay perdedores, tanto ellas como todos nosotros, porque al final del día el mundo está siendo criado por un montón de adolescentes.

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