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Laura Polverari

Los progresistas deben recuperar su alma perdida

2017 podría representar para los socialistas y demócratas europeos el  año de su ocaso. Hace tiempo que estos partidos están divididos y en búsqueda de una identidad propia. En el intento de metabolizar los cambios de poder y geopolíticos, se concentran en primarias y alianzas discutibles, esperando sobrevivir y contener, de esta manera, la ola populista.

La búsqueda compulsiva de un líder fuerte que los saque del pantano en el que corren el riesgo de ahogarse, sin la fuerza de una clase dirigente y de una agenda reformista, con las cuales tocar el corazón de sus electores, hace temblar las precarias relaciones de fuerza en su interior. Las coaliciones con partidos tradicionales liberales, como en Alemania o en Italia, en nombre de la gobernabilidad, se han convertido en abrazos mortales que ahogan su alma. El resultado, es que están combatiendo el populismo con largos debates, más que a través de acciones concretas. En un estado de shock que mata su capacidad de resiliencia.

Está clara, en París como en Londres, la posición de los afiliados: piden más izquierda a sus partidos y prefieren a candidatos innovadores. Optaron por el voto anti-establishment la mayoría de los jóvenes franceses, quienes, en el primer turno de las primarias socialistas prefirieron, sorprendentemente, a Benoît Hamon, del frente frondista del partido, en lugar del ex premier Manuel Valls, quien aparecía favorito en los sondeos.

Tasar los robots que quitan los puestos de trabajos a los seres humanos, para financiar una renta universal, capaz de asegurar un ingreso económico a todos los ciudadanos, reducir la semana laboral a 32 horas, fueron las propuestas que tuvieron la capacidad de apasionar el debate público. Propuestas opuestas a las de Valls. Trabajo e innovación son temas fundamentales para la clase obrera, que temerosa de un futuro incierto, se está orientando hacia recetas proteccionistas más tranquilizadoras, impulsadas por populistas y partidos no-euro.  Sin embargo, según los sondeos, es muy difícil que Hamon llegue al segundo turno de las elecciones de abril. Situación que vive también Jeremy Corbyn. El Bernie Sanders del Reino Unido, resistió al rechazo que, el verano pasado, expresaron los diputados de su partido obligándole a las dimisiones, y gracias al sostén de la base,  retomó la guía de los Labours con un 60% de votos. Sin embargo, a pesar de su popularidad entre jóvenes y sindicatos, para Corbyn será muy complicado llegar a la residencia de Dowing Street. Los sondeos lo dan 16 puntos por debajo de la premier conservadora Theresa May.

Entonces, ¿cómo puede salir la centro-izquierda de las arenas movedizas, si vencer las primarias con propuestas maximalistas significa perder  las elecciones?

La reconstrucción de los progresistas debe partir por la búsqueda de su alma perdida. Si socialistas y demócratas lograrán dar respuestas políticas concretas que den prioridad a los seres humanos y a sus derechos, podrán enfrentar los nuevos desafíos que surgen del mercado y de la sociedad. Pero solo una centro-izquierda nueva desde un punto de vista cultural, que supera con valor los instrumentos heredados del pasado, podrá enamorar a sus electores y luego ganar las elecciones. Para hacerlo necesita tiempo. La ansiedad de sobrevivencia que parece ser el motor de sus últimas decisiones tiene que ser remplazada por la paciencia, el compromiso, las ideas a largo plazo y el entusiasmo. Con  una plataforma cultural más avanzada y más moderna, que no olvide los valores de referencia, los progresistas pueden readquirir su credibilidad y atraer a los ciudadanos. Porqué no se puede contestar al turbo-capitalismo y a la globalización con el proteccionismo, sino con una clara y rígida reglamentación internacional. El miedo hacia la diversidad y el extranjero se combate con más cultura y con la creación de valores de solidaridad cívica. Al igual que el establishment se contrasta con organismos democráticos sanos y trasparentes. Es decir al populismo de derecha hay que contraponer el progresismo popular.

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