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Los niños pagan el precio más alto en la crisis de los refugiados

El mundo es testigo de un rápido incremento en el número de personas forzadas a huir de las guerras, conflictos y persecución en países como Siria, Irak y Afganistán. Se calcula que aproximadamente la mitad de los refugiados registrados -19.5 millones a nivel mundial- son niños y jóvenes. Ellos son las víctimas más vulnerables de estos conflictos. 

El caso de Siria es paradigmático. Según la Unicef, tres años de conflicto han convertido a Siria en uno de los lugares más peligrosos para los niños. De una población de 21.9 millones, unos 9 millones son menores de 18 años. Se calcula que 5.5 millones de niños ( de los cuales 4.29 millones son pobres) están afectados por el conflicto, un número que es casi el doble que el año anterior.

Varias organizaciones de ayuda internacional están haciendo un trabajo extraordinario ayudando a la población de los países afectados por guerras. Sin embargo, sólo en Siria, un millón de niños viven en áreas a las que los trabajadores no pueden llegar regularmente, privándolos así de ayuda vital. Más de un tercio de las familias sirias han sido desplazadas de sus propios hogares o comunidades, lo que ha afectado seriamente su salud y calidad de vida.

La poliomielitis ha reaparecido en Siria después de una ausencia de 14 años, debido a la caída en las tasas de inmunización, de 99 por ciento antes de la guerra a menos de 50 por ciento actualmente. Al mismo tiempo, los médicos reportan un aumento en el número y la gravedad de los casos de sarampión, neumonía y diarrea. En respuesta al brote de poliomielitis, la Unicef, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los ministerios de salud en la región, han puesto en marcha la mayor campaña de inmunización en la historia de la región para más de 25 millones de niños.

La capacidad del sistema de salud de Siria para prestar asistencia a la población está gravemente afectada. Muchos médicos y otros integrantes del personal de salud han sido asesinados o han abandonado el país. El 60 por ciento de los hospitales públicos están dañados o están fuera de servicio.

Muchas veces, las  instalaciones sanitarias son bombardeadas. Basta citar que el 27 de abril de 2016, el hospital de campo de Al Quds en Aleppo fue arrasado por un ataque aéreo en el cual murieron más de 30 personas, incluyendo 2 trabajadores de la salud y 60 personas resultaron heridas.  Otras veces se aplica una estrategia perversa, mediante la cual los atacantes esperan la llegada de los primeros operadores y de los equipos de emergencia para atacar nuevamente, maximizando de esa forma el impacto de sus ataques.

El Dr. Abdo El Ezz, un médico de Alepo, describe situaciones aterradoras al decir: «la guerra en Siria ha violado y destruido algo llamado ‘acuerdos’ o ‘un acuerdo’ o ‘derechos humanos’ o cualquier cosa considerada humanitaria… Los hospitales están desesperadamente buscando ataúdes, porque los heridos llegan a raudales, algunos de ellos completamente quemados y cerca de la muerte. Necesitamos enterrar a los muertos… Algunas personas desean morir para poder finalmente descansar y no vivir en terror constante y ver la destrucción que no cesa.»

Unos 37.000 niños y niñas han nacido ya como refugiados y más de 83.000 mujeres embarazadas sirias viven como refugiadas en el Líbano y Jordania. Esta realidad pone una pesada carga sobre los sistemas sociales y de salud de esos países. Por ejemplo, para cubrir la demanda en aumento, el Ministerio de Educación en el Líbano está planeando clases para 600.000 niños este año, el doble del número inscrito normalmente.

Los niños refugiados tienen escaso acceso a la educación  y corren un muy alto riesgo de enfermedades mentales. En el campamento de refugiados de Za’atari en Jordania, por ejemplo, un tercio de todos los niños muestran comportamientos agresivos y autodestructivos. Según Europol, la Agencia Legal de la Unión Europea, más de 10.000 mil niños refugiados no acompañados y de niños migrantes han desaparecido y se teme de que están siendo explotados laboralmente y/o utilizados para comercio sexual.

La tasa de trastorno de estrés postraumático entre los niños refugiados sirios es comparable a la observada en otros niños en situaciones de guerra. Un estudio realizado por el Instituto de Política Migratoria de Washington, muestra que aquellos niños refugiados que no están formalmente educados son más propensos a sentirse marginados y sin esperanza, lo que los convierte en blanco probable para la radicalización. 

Lo que están experimentando estos niños sirios también es experimentado por los niños refugiados procedentes de otros países como Afganistán e Irak. Pocas personas han expresado tan conmovedoramente como el poeta inglés James Fenton, el trágico destino de estos niños en su poema «Los niños en exilio»,

 

«Lo que soy no es importante, si el vivir o morir

A mí me da lo mismo, como a ti.

Lo que hacemos es importante. Esto es lo que he aprendido.

No es lo que somos sino lo que hacemos,

 

dice un niño en el exilio, uno de una familia

una vez feliz, completa. Ahora son solamente cuatro

estudiantes de calamidad, graduados en hambruna,

aquellos a quienes la geografía condena a la  guerra…

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