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Los Millennials, no hablan, escriben

La generación de jóvenes nacidos a partir de los ‘80 y hasta 1995 es la generación digital. Rondan los 35 años, se hicieron adultos en el cambio de milenio, en la prosperidad económica antes de la crisis. En el 2025 representarán el 75 por ciento de la fuerza laboral. Hiperconectados, dependientes de la tecnología, pertenecen a una generación consumista. Admiten que no pueden estar un día sin su smartphone y sufrieron durante el colapso de las seis horas en las cuales quedaron sin redes sociales. Algunos dependen totalmente de la tecnología para su trabajo, otros la usan para estar conectados en Instagram, Facebook, y sobre todo WhatsApp. 

Nos estamos dando cuenta del grado de dependencia en el cual, en gran mayoría, estamos atrapados y es un dato preocupante. Cuando inició el BlackBerry Messenger, era algo que usaba una elite. Fue pionero en el sector de la mensajería instantánea. En ese momento comentaron que sería como el grillete de los presos, y se convirtió en profecía, el negocio creció rápidamente y no pudo competir con las nuevas redes. 

Casi el 80 por ciento de los millennials en Latinoamérica tiene un dispositivo móvil, un 37 % tablet, el 70% laptop y el 57% desktop, según la encuesta de Global Survey 2014. Esta generación ha hecho de las pantallas su acceso de referencia para el trabajo, el ocio y la socialización volviéndolas partes indispensables de su vida. Admiten que no pueden estar un solo día sin conectarse. Sufren del trastorno psicológico FOMO (fear of missing out) el miedo a estar fuera de las experiencias gratificantes que otros están viviendo. 

Es evidente que a los jóvenes no les gusta hablar por teléfono. Según una encuesta la mayoría siente ansiedad para hacer o recibir una llamada, prefiere el uso de aplicaciones, que le resulta menos intrusivo. Hasta prefieren realizar por videollamada la consulta con el terapeuta. 

Pretextos sobran para decir porque no contestaron: lo tenía en silencio, no tenía cobertura, se terminó la carga de batería. Los millennials y los Z son la generación silente, se comunican mediante plataformas en las que no es necesario coincidir al mismo tiempo con un interlocutor. Recibir una llamada les resulta una intromisión en su vida cotidiana, algo que les consume tiempo. Esos fueron los resultados del estudio Generation mute, phone call statistics llevada a cabo con 1200 jóvenes estadounidenses nacidos entre 1981 y 1996.

Están convencidos que quien llama tiene más necesidad de quién recibe la llamada. La falta de seguridad en sus habilidades comunicativas ante la conversación presencial y coordinada pone en marcha mecanismos de defensa como la evitación. 

Llama la atención ver a los jóvenes en relaciones afectivas sin comunicarse frente a frente, ambos en el smartphone, no se tocan, no se besan. Es tanto el efecto de los cerebros acelerados que han perdido el placer, la libido, el erotismo. 

Con el crecimiento de los mensajes por WhatsApp, mi móvil es la secretaria que lleva la agenda. Me mandan una frase, tardan en mandar otra y pienso lo fácil que sería ponernos de acuerdo con una llamada telefónica. 

La pandemia y el consecuente uso del zoom y las video llamadas para trabajo o estudio incrementaron la ansiedad ya que son medios que obliga a mostrarse en vivo. Muchos sufren nerviosismo, inquietud, miedo a hablar en las reuniones, estrés y hay menos aprendizaje. Los expertos le llaman “Zoom anxiety”. La generación que nació con el celular en la mano es la que menos interactúa en vivo. Es un tema de hábitos, una nueva cultura. Es la generación que hizo crecer la venta en línea y la causante de que cerraran grandes tiendas departamentales de prestigio como Macys en Nueva York. Prefieren comprar en línea que acudir a los centros comerciales, optan por las compras desde su móvil en lugar de darse una vuelta por los aparadores, y ahora escasea el cartón para las cajas de envío. 

Las dependencias tienen costos y los padres se quejan, no pueden controlar a sus hijos en el uso de los dispositivos, mientras notan que están deformando su manera de ser, duermen poco, no cuidan la alimentación, son jóvenes antisociales que rechazan convivir con la familia, y están atrapados en las compras compulsivas.

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