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Mariana Martín

¿Los linchamientos como escape social?

Hace algunos días mientras paseaba por mi muro de Facebook, encontré un video impactante. Después de ver los primeros segundos, me sorprendió que siguiera disponible en la red social, debido a lo gráfico y violento del mismo. El video mostraba un acontecimiento ocurrido hace algunos días en la estación de metro de Los Cortijos en el noreste de Caracas, una zona de clase media (en estándares venezolanos, pues). Lo que sucedió fue un intento de linchamiento a un delincuente armado que intentó robar a un grupo de personas en dicha estación de metro. El hecho fue grabado por uno de los transeúntes que estuvo en aquel momento allí, y se puede observar al delincuente siendo atacado por una horda ardida de usuarios del metro mientras la policía nacional lo protegía y se lo llevaba detenido, imagino que por el crimen que estuvo a punto de cometer. El delincuente estaba esposado, visiblemente golpeado y ensangrentado.

En cuanto a la horda, se pueden escuchar vítores como “!Hay que matarlo! Nos van a seguir robando y matando si no los matamos!” y frases similares. Realmente me sorprendió ver el video; sin embargo, lo que más llama mi atención es que los linchamientos se están volviendo cada vez más comunes en la segunda ciudad más insegura del mundo, supongo que cuando la describo así tiene más sentido, pero es sorprendente y preocupante que se estén normalizando como ya lo han hecho las muertes violentas, los secuestros, la escasez y el hambre, entre otras cosas. Algunos medios hablan de más de 30 linchamientos en lo que va de 2015 y aunque no existen cifras oficiales, se han reportado incidentes en zonas de todas las clases sociales en Caracas y en al menos nueve estados más.

No es secreto para nadie que la crisis que atraviesa Venezuela en este momento es más que política y económica, es también social; el capital social en el país se ha disminuido visiblemente, ¿en cuál comunidad real –donde exista capital social- en el mundo se producen linchamientos con cierta regularidad? Ninguna.

Los linchamientos que han ocurrido con cierta frecuencia desde hace ya algunos años son resultado de la percepción de falta de respuesta institucional. Esa desconfianza en las instituciones es tal que según el Observatorio Venezolano de la Violencia entre 60% y 65% de la población aprueba este método como mecanismo de castigo. Cuando existe legitimidad en las instituciones, las personas no toman la justicia en sus propias manos. La falta de confianza en las instituciones no sólo produce algo tan grave como un linchamiento, también influye en la desesperanza aprendida. Desesperanza que se traduce en “Si no hacemos algo nosotros, no lo va a hacer nadie”, esa desesperanza se traduce también en pasividad y aceptación de una situación crítica, como esperar pacientemente diez o doce horas para comprar algunos productos básicos con el poco salario que reciben los venezolanos, y principalmente dedicarse a sobrevivir en vez de vivir.

Los venezolanos necesitan un escape de esa desesperanza aprendida, algunos pueden pensar que linchar a un criminal es un escape, pero lo que eso implica es hundirnos más profundamente en una crisis social que se ha impregnado en treinta millones de personas –en menor o mayor medida- y con la que ha crecido una generación, que hoy en día hasta puede votar.

¿Dónde podemos encontrar ese escape, entonces? En algo productivo que pueda cambiar la situación actual, y si, una de esas cosas productivas son las elecciones del próximo 6 de Diciembre, pero no puede ser lo único. No podemos seguir delegando nuestra responsabilidad como ciudadanos, está también en nosotros mejorar la relación que tenemos con nuestros conciudadanos y con nuestra ciudad, hay que aprender a quererla y a cuidarla, y a exigir más de nuestros representantes. Debemos aprender a exigir constantemente, no sólo durante procesos electorales, sino entre elecciones también. Esto no significa armar una protesta cada vez que la alcaldía no repare un faro de luz, sino abrir un diálogo constante con nuestros voceros y exigir una representación real.

Ciertamente, como ciudadanos (venezolanos y no, en Venezuela y en cualquier otro país), debemos tomar las riendas nosotros mismos, no linchando a los criminales, sino aumentando nuestra participación en el diseño y manejo del país.

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