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Los huesos dorados y los cerdos de las Centurias

Las noticias apócrifas parecen ser una llamada de atención a la monotonía de la realidad. Victor Hugo relata que la aparición del diablo en vías públicas coincidió con el escape de un orangután de los Jardines Botánicos parisienses, pero fue la primera historia la que se difundió. Es tradición de la vox populi darle suculencia a un chisme con la superstición, con algunos iniciadores –llamémosle escribanos de lo apócrifo- que crean de las mejores ficciones. Esto sigue circulando tan sana en las arterias expeditas y universales de las redes.

Nostradamus, al parecer, tiene varios versos en las Centurias –texto que parece alargarse a modo de espejo con los acontecimientos nuevos- catalogados en el apartado de 2017. Entre los lugares comunes de la destrucción política de las potencias mundiales, quizás la más interesante o poética, es aquella que hermana la lengua del cerdo con la del humano.

Da la impresión de que un campesino o, siendo más específicos, un porquerizo dejará, escandalizado, sus labores cotidianas porque escucha que el marrano está articulando sus primero fonemas correctos –a pesar de su incapacidad fisiológica-, para convertirse en un tremendo déspota como en la pesadilla de Orwell. O, sencillamente, en el cicerone de la ruina postrer a la civilización. O, inclusive peor, que nuestros infelices descendientes serán los que, en la desesperación más fatal, en la ruina espiritual absoluta, van a aprender a arruar. Aunque claro, nos parece un poco dudoso que estemos así para noviembre y la evidencia está en que no se han vaciado las cuentas de ahorro mundiales. Sin mencionar que estos escenarios de teatro apocalíptico se basan en una mala interpretación de los siguientes versos:

De noche Sol pensarán haber visto

cuando el puerco semi hombre se vea

El puerco semi-hombre ya podrá relacionarse con cualquier tirano, canciller, o presidente incompetente que se desee. Habrá quien culpe (¿por qué no?) al Doctor Juan Carlos Izpisúa[i], que anunció en enero los resultados de su investigación donde las inoculaciones de células madre han creado embriones híbridos de cerdo y humano, con la eventual promesa de una fábrica viviente de minas biológicas. El problema es que esta última predicción suena mucho a algo metódico, científico y esperanzador en vez de tener los tintes fatalistas del esoterismo. Por eso no le hacemos caso.

Esa raza misteriosa de escribanos de noticias artificiosas, que además de interpretar profecías tienen algo de teólogos, alquimistas, de estadistas de las artes oscuras, lingüistas extra-planetarios, también saben ser arqueólogos conspiracioncitas, que es la forma menos halagadora de decir fabuladores geniales.

No hace mucho circulaba la noticia apócrifa sobre cómo el deshielo en los polos acaba de revelar pirámides, ruinas de una civilización que no se había tomado en cuenta hasta ahora. Olvídense, aseguraban, de Mesopotamia, los misteriosos reyes que duraron veinte mil años en el trono sumerio: la más tierna cuna del humano empezó en los polos. Esta desinformación decía que había, entonces, que replantearse la historia universal.

El escribano o el grupo (¿por qué no pensar en una especie de secta?) que compuso la fábula, parecieron usar una magistral creatividad, similar a la que usa Lovecraft en Las ratas en la pared, donde se descubre abajo del sub-sótano los huesos de una civilización monstruosa con fémures de sobra, porque entre más se va al pasado lo increíble tiene más licencias y cédulas. Se compone todo una poética de las ruinas cubiertas por nieve de un momento perdido de la protohistoria, donde conviven lémures, camellos blancos, descomunales obeliscos, capillas atlantes. Y todo esto lo hacen sin la gloria ni las regalías.

Bolaño escribe, con algún gesto sardónica o fatalmente serio, pero viendo al frente, sobre un hombre sudista que sueña con una República Ideal en el círculo ártico. Este pensador, que aparece en La literatura Nazi de América, tenía el mismo carácter contemplativo de los que escriben noticias falsas: la esperanza de ciudades titánicas de pilastras en la nieve, con planos para construir ciudades con planos filosóficos y no arquitecturales para dejar de tener tantas deudas morales con Tomás Moro. El hielo de los polos, además de crujir en el espasmo agónico del calor en su lengua de noble cerdo, parece bajo el sol de dióxido de carbono, unos fecundos huesos dorados. Porque ahí, donde se pierden los puntos cardinales, es el lugar perfecto para confundirse entre escritor y escribano de noticias apócrifas.


[i] Bernardo, A. (26 de enero del 2017) Éxito en el primero experimento para fabricar órganos humanos en cerdos. Recuperado de www.hipertextual.com

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