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Cesar Chelala

LOS HAITIANOS MERECEN TENER UNA VIDA MEJOR

Tengo dos recuerdos de Haití. El primero, de 1993. Yo encabezaba una delegación de las Naciones Unidas en Haití para determinar las consecuencias del embargo impuesto por la ONU. El embargo pretendía ejercer presión sobre el régimen militar instalado, para restaurar al presidente Jean-Bertrand Aristide en el poder.

Estaba con un grupo de colegas, alojado en un hotel de relativo lujo cerca de la capital, Puerto Príncipe. El hotel ofrecía una vista panorámica de la ciudad y sus alrededores, pero, al ser mayormente tierra firme, no era atractiva. Había una desconexión o conflicto entre la comodidad del hotel y la pobreza circundante.

Una mañana paseaba por los alrededores del hotel cuando escuché un murmullo de niños cantando. Traté de ubicar de dónde venía el sonido, cuando me di cuenta que provenía de un grupo de niñas y niños camino a la escuela; sus libros colgando precariamente de sus mochilas escolares. Todos estaban impecablemente vestidos de blanco; lo que era toda una hazaña, dadas las dificultades para obtener agua. El canto alegre de los niños, puede haber sido un toque de magia en sus vidas; presenciarlo, ciertamente lo fue para mí.

El segundo recuerdo fue cuando fui a evaluar los esfuerzos de colaboración de la Organización Panamericana de la Salud con el gobierno en materia de salud pública. Estaba visitando un hospital en Port-au-Prince con una colega cuando, de repente, me preguntó: “¿Viste eso?” Lamentablemente, lo vi. Se refería a un niño muerto cubierto por una sábana; moscas zumbando alrededor del cadáver, aparentemente abandonado en un pasillo del hospital. Durante los días posteriores, esa visión fue para mí, una pesadilla recurrente. También fue una prueba del estado desesperante de los hospitales de Haití.

Hoy, la terrible situación de Haití ha crecido exponencialmente. El país sufre los efectos negativos combinados de la violencia política y social; la crisis económica y la pandemia de Covid-19. Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, hay continuos disturbios civiles y violencia de pandillas. Además, si ocurriera un nuevo resurgimiento de la infección, el país no estaría preparado para enfrentarlo.

Un mes después del asesinato de Moïse, el 14 de agosto de 2021, un terremoto de magnitud 7,2 sacudió la península de Tiburón, seguido de la tormenta tropical Grace. Los desastres naturales afectaron a dos millones de personas; dejaron 2.246 muertos; más de 12.700 heridos; al menos 329 desaparecidos y hasta 26.000 desplazados. El gobierno haitiano estima que necesita $2 mil millones para recuperarse del terremoto. Desde febrero pasado, los donantes han prometido solo $600 millones.

El país atraviesa una grave crisis política y constitucional. Se descubrió que el primer ministro Ariel Henry, que había sido designado por Moïse dos días antes de su asesinato, tenía vínculos estrechos con un principal sospechoso del asesinato y mantuvo contacto con él después del asesinato del presidente.

En este momento de crisis para el país, Human Rights Watch ha denunciado la deportación de haitianos a Haití por parte de Estados Unidos y otros países. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), desde el 1ro de enero de 2021 hasta el 26 de febrero de 2022, 25.765 personas fueron devueltas a Haití, incluidos 4.674 niños, que representan el 18 por ciento de los retornados.

“Ningún gobierno debería devolver personas a Haití. Y Estados Unidos, que representa la gran mayoría de las devoluciones, debe poner fin al uso innecesario e ilegítimo de las normas de salud pública para la expulsión abusiva de haitianos”, afirmó César Muñoz, investigador sénior para las Américas de Human Rights Watch. Muñoz se refiere al Título 42 de la Ley de Servicios de Salud Pública de los Estados Unidos.

El Título 42 es una cláusula que la Administración Trump comenzó a usar en 2020 para evitar que los inmigrantes ingresen a los EE. UU. Otorga al gobierno la capacidad de tomar medidas de emergencia para evitar que los inmigrantes ingresen a los EE.UU. con la premisa de que evitará la introducción de Covid-19. El 11 de marzo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. dejaron de facultar a la Autoridad de aplicación referida en el Título 42, para expulsar niños no acompañados.

¿Hay futuro para Haití? A diferencia de quienes miran con desesperación las dificultades que enfrenta el país, los recursos humanos de Haití podrían ser la base de una nueva sociedad revitalizada que enfrentaría las crisis impuestas por gobiernos ineptos y la injerencia de potencias extranjeras. Haití necesita ayuda económica y técnica, y una asistencia financiera eficaz, proporcionada juiciosamente. El pueblo haitiano no se merece menos.

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